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Warp Records / 2020
Yves Tumor es caos. Una suerte de artista que se encuentra en el post-género, más allá de las clasificaciones y etiquetas que nos ayudan a entender la realidad, a comprenderla, a nombrarla. Caos, recuerden eso. Caos como incertidumbre, pero también como posibilidad. Caos como potencia, como una forma de crear un sonido. No podemos decir que este artista sea inclasificable, porque esa mirada se queda por encima y no ahonda en lo complejo de su obra. Si decimos que Yves Tumor compone música electrónica nos quedamos en un solo plano; si mencionamos que con su sonido se acerca a lo experimental nos distanciamos de lo que produce y, si lo citamos como rock, dejamos de lado toda su fuerza. En su nueva producción, Heaven To A Tortured Mind, usa free jazz, shoegaze, avant-pop, soul, psych y rock para concebir una obra fuerte, robusta y completa.
La vida del nacido en Miami, Florida, es tan misteriosa como su música. Citado comúnmente como Sean Bowie en realidad no se sabe su nombre, así como se ignora su domicilio. Creció en Knoxville, Tennessee, y se dice que está afincado en Turín, Italia, pero lo mismo anda por Los Angeles, Miami, Leipzig y Berlín, él se niega a confirmar su ubicación. Tal vez no tiene y deambula por el mundo. Lo recorre con el fin de rodearse de ambientes y personas que construyan parte de su sonido exquisito. Es un enigma. En sus videos lo mismo puede ser un demonio poseído que un demonio implacable, vestido con colores brillantes y con atuendos tan exóticos como increíbles, Tumor es un artista que expande su vena musical hasta su persona.
En su cuarto álbum, Heaven To a Tortured Mind, vuelve al ataque, porque eso es su música, un constante ataque a los sentidos y a la mente, un ataque a la norma, a lo convencional… decía que vuelve al ataque con composiciones “reales” o “concretas” a diferencia del inquietante tercer álbum, Safe In The Hands Of Love, en donde construyó ambientes electrónicos disruptivos como en “Economy Of Freedom” o “Hope in Suffering (Escaping Oblivion & Overcoming Powerlessness)". Por reales me refiero a composiciones en donde se pueden percibir los instrumentos, en donde tienen una forma que reconocemos, pueden habitar algunos coros, incluso, y puede ser más accesible su música. No es amenazante o peligroso como en el ambiente pesadillesco de Safe In The Hands…, es caótico, vibrante, salvaje, romántico y poético.
En “Kerosene!” junto con Diana Gordon, y su lujosa voz, se declaran hambrientos de fuego, de un amor que arda, dice que puede ser lo que la otra persona quiere que sea, puede ser lo que ella necesite, puede vivir en sus sueños. Fuego. Llamas. Explosivos. Dinamita. Rock psicodélico y jazz que inician con un tono agudo nostálgico mientras el bajo y la batería lo echan a andar, le dan consistencia a ese tono que será la base sobre la cual arda la canción y más tarde explote con un requinto de guitarra soberbio en la mitad del tema. El clímax suele venir en los tercios de las canciones, pero Yves Tumor no sabe de esa lógica y lo explota a la mitad, después deja que sea la voz de Gordon quien haga el otro requinto con el coro.
En los 12 temas y casi 40 minutos, el artista va rompiendo los géneros, avanzando sobre ellos, como si fueran arbustos o árboles de una jungla que se interpusieran en su camino. Para “Folie Imposée” afila las guitarras, ataca con furia en diferentes riffs y en el coro deja el eco de un noise convaleciente. Habla sobre una obsesión sexual que tiene con alguien y que no lo deja tranquilo durante toda la semana. Ese parece el tema del álbum, el sonido de un nuevo siglo que se produce cuando se está obsesionado o enamorado de alguien y se tiene la mente bajo un torturo.
La complejidad del álbum se nutre de cualquier instrumento, violines, trompetas, guitarras, synths, batería y bajo. Las estructuras no existen. Las composiciones no tienen relación entre sí, salvo en “Romanticist” y “Dream Palette” en donde se vinculan ambos temas, pero el resto es un campo minado con granadas en cualquier sitio. “Hasdallen Lights” por ejemplo. En dos minutos Yves Tumor crea un agonizante y nostálgico tema que se desvanece desde el principio, en su textura se siente como caen los instrumentos, las letras son como gotas en una cascada que sin coro ni verso simplemente son arrastradas.
Es caos. Y ese caos tiene sentido. Es una declaración. Es el gospel de un nuevo siglo. Es uno de los mejores álbumes del año. Es el cielo para una mente atormentada. Es Yves Tumor.