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7
Universal / 2016
En esta industria son muchas las bandas o cantantes que después de un one-hit wonder desaparecen prácticamente de los reflectores y se retiran modestamente a disfrutar las mieles de su fama. Sin embargo, este no fue el caso de Yello, dúo sueco conformado por el excéntrico Dieter Meier –quien presta su característica voz grave– y el músico Boris Blank.
Yello ganó su lugar en la cultura pop y subconsciente de generaciones gracias a su salvaje y pegajoso éxito de los ochenta titulado “Oh Yeah”, el cual sólo se volvió más popular al aparecer en los Simpsons como el tema de DuffMan. Durante todos estos años Boris y Dieter siguieron componiendo música y ahora han lanzado su decimotercero álbum titulado Toy, que además acompaña su primera gira de conciertos en la historia.
Si algo ha caracterizado a Yello desde sus orígenes, es su desenfrenada libertad con la que se acercan a la producción ya que claramente se nota que disfrutan lo que hacen y se están divirtiendo. Esto queda perfectamente plasmado en “Limbo” un pastiche de sonidos recortados mientras Dieter repite el nombre de la canción al unísono que una voz femenina es intercalada con cambios de ritmo inesperados. “30,000 days” toma tintes de jazz con una batería sincopada y un bassline bastante agradable.
Desafortunadamente, cuando llegamos a “Cold Flame”, toda esta energía de las primera canciones pareciera que ya se drenó ya que la música aunque fresca, empieza a sonar monótona. Cual síntoma del EDM, el mismo beat aunque movido, después de un rato aburre.
Afortunadamente, llegan “Kiss the Could” una balada synthpop para dar variedad y la instrumental “Pacific Am”, pero que irónicamente dejan de sonar como Yello para convertirse en otra cosa. Esto mismo sucede con tracks posteriores como “Magma” o “Dark Side” que pierden toda identidad o rastro de la esencia de Yello.
Lo mejor de ambos mundos está en “Starlight Scene”, en donde se tiene un ritmo entretenido pero que logra ser lo suficientemente sofisticada para destacar entre todo el material del Toy. También “Blue Biscuit” logra rescatar algunos tintes de new wave con unos buenos guitarrazos y sampling de lluvia cayendo; el resultado es más que interesante.
Al final Toy resulta ser un experimento agradable tanto para fans como neófitos de Yello, pero en el que también quedan expuestas un poco las limitaciones del dúo. Esperemos que este álbum sea un escalafón para que en el próximo material Yello logre plasmar mejor su característico sonido irreverente.