02/Sep/2019
Es difícil explicar el lugar donde está parada la banda en este momento: ha crecido bastante rápido; se ha ido de gira por todo el mundo; e incluso Chicago le dio su propio día. Pareciera que Whitney es una agrupación veterana y consagrada de la escena independiente, pero este es apenas su segundo disco.
Forever Turned Around es un álbum importante en el futuro del grupo, los primeros tres lanzamientos siempre son cruciales en cualquier proyecto. Sin embargo, para Whitney puede ser un caso distinto, pues ¿cómo superas el disco que te puso en la cima y encantó a todo el mundo (incluidos Elton John y Phoenix)? No tengo idea.
Whitney tiene sus ideas e intenciones claras en este material. Buscan mantener las cosas simples, ser un poco más llamativos y crecer el proyecto con un estilo más pop. Un buen ejemplo de eso es “Giving Up”, la primera canción del disco, que nos recibe con una buena melodía y lírica no muy compleja.
En general, la primera parte del disco no desarrolla mucho el aspecto lírico y son temas bastante sencillos. A pesar de eso, la banda se las arregla para generar contrastes y añadir carga emocional a través de las vocales de Julien Ehrlich y distintos elementos, como instrumentos de viento. “Used To Be Lonely” ofrece bastante, pero en “Before I Know It” la formula ya parece repetitiva y empieza a preocupar.
La intención del grupo fue que las letras del disco se leyeran como un diálogo interno. Viéndolo así, tiene sentido centrarnos en una idea específica en los coros, y ejemplificarla o argumentarla en los versos, pero también eso hace que la composición lírica se sienta rezagada.
“Song For Ty” y “Valleys (My Love)” son la gran dosis de esa extraña receta que mezcla escenarios depresivos con perspectivas optimistas. Es un cambio interesante, que es llevado a flote en aguas profundas por una melodía apacible con cierto tono beatlesque. De entre todos los tracks anteriores, estos son los que más destacan y sin duda el ideal para las intenciones de la banda con este disco.
Un punto y aparte surge justo a la mitad del álbum con “Rhododendron”. Este tema instrumental es de lo mejor que tiene que ofrecer este material y honestamente te pone a pensar bastante sobre lo que está presentando Whitney.
El grupo da un pequeño vistazo al pasado y retoma el estilo de Light Upon the Lake con “My Life Alone”. Se apega mucho a lo que nos gusta de la banda, pero añadiendo un mensaje y tono diferente, así como más instrumentación. Es lo mismo, pero mejorado y más ambicioso en los detalles.
“Day & Night” ya nos presenta a un Whitney diferente, mucho más acompasado y dispuesto a dar un poco más en lo lírico. La canción se inclina un poco más al folk y aunque no añaden instrumentos de viento como en la mayoría de los temas, los arreglos y la guitarra se encargan de seguir acercándolos al soul.
La banda guarda sus temas más elaborados para el final: “Friend Of Mine” sobresale en gran parte por su ritmo, que es un verdadero estimulante a esta altura del disco. Pero el cierre y tema principal del álbum es en definitiva el gran momento de este material. “Forever Turned Around” concentra la dulzura y nostalgia de la agrupación para llevarla a nuevos terrenos.
Para su segundo disco Whitney crece bastante, pero lo hace de manera desproporcionada. Se enfocó bastante en las melodías y los arreglos, dejando a un lado a las letras. Musicalmente es un disco notable y creo que en gran parte es gracias Jonathan Rado de Foxygen, quien está destacando como productor con el reciente disco de Weyes Blood.
La buena química del grupo es una constante y aunque no supieron encontrar el equilibrio en este disco, sí nos dejan con un buen sabor de boca y ganas de escuchar más de ellos.
9
Drag City / 2019
30/Ago/2019
La psicodelia y el garage de Ty Segall tienen un sabor muy particular que, con los años, se ha perfeccionado y ésta vez deja un atrevido legado en los 12 temas que conforman su treceava entrega discográfica: First Taste.
Desde "Taste" el músico demuestra la seguridad que más de una década de trayectoria le ha dado, y encamina a la audiencia hacia el explosivo viaje que lo sacó de su zona de confort.
Los sintetizadores son los reyes de éste álbum, y la manera en la que Segall reemplaza con ellos el sonido de las guitarras eléctricas es muy especial, pues se vale de otros instrumentos como silbatos, campanas y mandolina, para crear frenéticos sonidos que saben diferente cuando van transformándose en distintos ritmos de canción a canción.
Sin miedo a experimentar y a hacer una introspección, llega "Ice Plant", un tema mucho más melódico que da inicio con sonidos desquiciantes, que al tiempo se van acompañando por los platillos, y después de un breve lapso resuenan los coros que dan inicio a un luminoso tema en el que escuchamos a un Ty Segall mucho más meditativo.
Más tarde volvemos a encontrarnos con la demencia y el descontrol en "I Worship the Dog", y son esas transiciones entre lo dulce y lo amargo, lo suave y lo tenebroso, las que hacen de este un álbum que se disfruta desde el inicio, pues te mantiene en un estado de alerta anímica.
El hecho de que Ty Segall no tenga miedo a romper barreras es lo que lo ha mantenido en la línea de fuego desde su primer lanzamiento, pues se trata de un artista que se renueva y siempre busca superarse a sí mismo, logrando creaciones cargadas de magia y emociones tan extremas como la vida misma.
"When I Met My Parents" es un track instrumental alegre, frenético, al mismo tiempo que enigmático. Seguido de rasgueos misteriosos y cautivantes "I Sing Them" es un himno de liberación envuelto en una melodía un tanto seductora.
Finalmente, entre rasgueos melancólicos iluminados por coros y ritmos más potentes, Ty nos transporta a un desolado viejo oeste para cantar "Lone Cowboys", y culminar así una entrega más atrevida, ecléctica y personal.
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