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LunaTone / Rise Records / 2016
“Un tremendo paso adelante, un cambio en nuestro sonido”, dijo en entrevista Nicky 13, fundador de Tiger Army, cuando le preguntaron sobre V, el más reciente disco de su banda, que sale después de nueve años de su último trabajo de estudio y tras una renovación en sus integrantes.
Al revisar el álbum antes de escucharlo y mirar la lista de canciones no parece existir un gran cambio. Contiene un preludio, 13 tracks, y al menos uno lleva en su título la palabra ghost, al igual que sus primeras cuatro placas. Entonces, si mantuvieron todas esas constantes, ¿el sonido será tan distinto como pregona su vocalista, guitarrista y líder? La respuesta es sí.
Para darse cuenta del cambio hay que ignorar la primera melodía, “Prelude: Ad Victoriam”, la cual mantiene el estilo rasposo y distorsionado que ha caracterizado a Tiger Army desde su fundación en 1996. Con “Firefall” la cosa no cambia mucho. Al estar ligada musicalmente con el preludio, sigue manteniendo el mismo sonido. No es hasta “Prisoner of the Night” que todo cambia y que las palabras de Nicky empiezan a tener sentido. Hay en V una influencia más post punk que psychobilly: una letra más cuidada, música más tranquila que no pierde intensidad. Digamos que se trata de un Tiger Army light, lo que puede que no guste a los viejos fans, pero seguro atraerá a una nueva generación con aversión a las guitarras distorsionadas que prefiere melodías más melosas.
El cambio definitivo se puede escuchar en “I am the Moth”, pues aquí es donde desaparece todo rastro de rudeza. El corte recuerda a The Smiths más que a The Cramps. Esto no quiere decir que sea malo, al contrario. Se agradece que después de tantos años de espera, la agrupación haya decidido cambiar y arriesgar.
Para demostrar que no hay vuelta atrás y que el nuevo sonido llegó para quedarse, en el siguiente track, “World Without the Moon”, agregan arreglos de cuerdas, cosa que nutre bastante y que le da cierto parecido a The Cure. Pero si esta melodía nos lleva a recordar a Robert Smith, “Dark and Lonely Night” nos traslada aún más al pasado, a las primeras baladas del rock & roll de los años 50. Su melodía y su ritmo a tres tiempos bien pudo estar en la escena del beso de los padres de Marty McFly en Volver al Futuro.
Pero no todo es tranquilo, aún queda algo de velocidad en Nicky y compañía. En “Devil Lurks on the Road” nos regalan un rock movido, bailable, como el que se baila en las bodas, pero con una distorsión sutil para darle un toque un poco más moderno. La balada y las atmósferas regresan con “Happier Times”, donde la voz nos puede llenar de nostalgia y tristeza a ritmo de surf, un surf tranquilo, con olas pequeñas al atardecer.
Hasta aquí llevamos rockabilly, rock & roll, surf y post-punk, ¿qué falta? Algo western, algo que remonte al viejo oeste, porque, si rastreamos el origen de todos estos géneros, encontraremos que de una u otra forma están conectados con los vaqueros en los pueblos polvorientos de Estados Unidos. Esto llega con “Train to Eternity”, un pequeño tributo al hillbilly, uno de los padres del rock.
El final no pudo ser más épico con “In the Morning Light”. Empieza con la guitarra haciendo arpegios acompañando la voz de Nicky, se les une un órgano sosteniendo un acorde. De pronto entran piano y bajo para solo marcar los acentos rítmicos. Una voz se oye a lo lejos aparentando responder el diálogo principal. En un momento todo explota, batería y guitarra con distorsión se unen a la ya intensa escena hasta que, de repente, en el punto más alto, todo se calma, dejando al arpegio original terminar la canción.
Da gusto ver a bandas tan asentadas y con un público ganado arriesgar, cambiar y salir de la zona de confort. Y da más gusto que lo hagan bien, con seriedad y talento. Es muy seguro que V dividirá opiniones, pero nadie podrá negar que se trata de un buen material, sólido y maduro.