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7
RCA Records / 2018
El ímpetu lacónico y despreocupado de Julian Casablancas se ha expandido más allá de los limites creativos de The Strokes y ha quedado plasmado como el equivalente musical a un grafiti de neón en algún callejón de Nueva York. The Voidz (previamente Julian Casablancas + The Voidz, un cambio de nombre seguramente incluyente para nuestros tiempos políticamente correctos) mejoran la oferta musical a partir del debut, Tyranny (2014), la cual fue una obra bien lograda, pero con excesos prog rock como odiseas experimentales repetitivas de 11 minutos. Para el segundo álbum, Virtue, las canciones son más concisas, aunque sigue presente un esfuerzo por sacudir el status quo musical.
La banda estuvo estrenando canciones desde que empezó el año, como “Wink”, el pop más accesible del disco, en The Noite de la TV brasileña. Apenas a mediados de marzo salió lo que parece fue el último sencillo del álbum “ALieNNatioN”, una canción electrónica medio europop noventero, que suena simpática, pero por debajo tiene una letra sobre espionaje gubernamental, asesinato de jóvenes afroamericanos por policías y los neo nazis y sus marchas con antorchas Tiki. Es lógico que Casablancas sienta la presión de escribir responsablemente sobre temas socialmente relevantes, pero con música de fondo que podría musicalizar a un paraíso seapunk.
Las guitarras de Jeramy Gritter y Amir Yaghmai es lo más constante a través del álbum, saltando de género en género, en un álbum que Casablancas ya había dicho “va a ser ecléctico”; de los riffs en el hard rock tipo Sabbath de “Pyramid of Bones”, a despreocupados arpegios en la balada “Lazy Boy”, las guitarras de este dúo añaden textura y color en cada rincón de este álbum. En general el álbum es disfrutable, los mejores momentos, como en “All Wordz Are Made Up” tienen algo entretenido, en este caso una percusión tropical y a un simpático androide cantando (Casablancas en vocoder).
Otros experimentos también funcionan bastante bien, como el thrash con el indie en “We’re Where We Were”, o el ambiente electrónico melancólico en la última canción, “Pointlessness”.
Pero otras canciones pegan en los oídos como vómito sonoro, tal como “Black Hole”, lo que pretendía ser lo más punk y hardcore del álbum, y aunque el punk en un tugurio de mala muerte tiene su charm, el lo fi reproducido por efectos dentro de un estudio profesional, no tanto. Lo mismo “One of the Ones”, que probablemente tenga el coro más disonante y desagradable en lo que va de este año, y para mi desgracia causó que me acordara, nuevamente en este año, de la campeona de malos coros, “Intuition” de Jewel. Son esas rolas, las que salen sobrando, cuya ausencia hubiera hecho de Virtue un álbum más emocionante.
El segundo álbum de The Voidz es una mejora a partir del debut Tyranny, y los momentos disfrutables son más que los puntos desagradables. Si disfrutas de lo nuevo y ecléctico, sin importar que se te atraviese uno que otro traspié, Virtue puede ser de tu singular agrado.