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Rad Cult / 2019
"No hay en el mundo fortuna mayor, creo, que la incapacidad de la mente humana para relacionar entre sí todo lo que hay en ella. Vivimos en una isla de plácida ignorancia, rodeados por los negros mares de lo infinito, y no es nuestro destino emprender largos viajes. Las ciencias, que siguen sus caminos propios, no han provocado mucho daño hasta ahora; pero algún día la unión de esos disasociados conocimientos nos abrirá a la realidad, y a la endeble posición que en ella ocupamos, perspectivas tan espantosas que enloqueceremos ante la revelación, o huiremos de esa funesta luz, refugiándonos en la seguridad y la paz de una nueva edad de las tinieblas (...)", H.P. Lovecraft, La llamada de Cthulhu.
Howard Phillips Lovecraft tuvo la oportunidad de asomarse a los abismos más antiguos y vislumbrar criaturas gigantes de indescriptible tamaño y así llenar miles de hojas con textos que hoy siguen fascinando a hordas de lectores. Desde la primera vez que leí su obra traté de imaginar cómo sonarían esos monstruos. Me preguntaba cuáles serían esos ruidos que describían los aterrados personajes de Las montañas de la locura o de El caso de Charles Dexter Ward y que los llevaban a perder la razón.
Hace poco menos de un mes mis plegarias fueron atendidas al escuchar por primera vez Occabot, el quinto y más reciente álbum de la banda de Pensilvania, The Stargazer Lilies. Cómo en una intoxicación provocada por absenta y láudano el primer track "Magenta Sunrise" te hace cuestionarte la naturaleza del universo que te rodea. Guitarras colosales distorsionadas que se sienten muy antiguas y a la vez tan nuevas y desconocidas se mezclan con la nostálgica voz de Kim Field para llevarnos a un viaje al centro de nuestra conciencia cósmica a un tiempo donde no éramos humanos y solo flotábamos en el éter primitivo.
Conforme va avanzando el álbum canción tras canción los sonidos de instrumentos tradicionales se convierten en notas y acordes que vibran entre las neuronas desatando recuerdos de lugares que no hemos visitado aún pero que conocemos tan bien cómo nuestro reflejo en el espejo. De repente un riff arranca nuestro espíritu del cuerpo solo para volverse a mezclar con texturas sónicas que se debaten entre el ruido y la psicodelia. Algunas guitarras suenan como grabadas en cinta por arqueólogos sonoros hace 100 años y una voz al fondo nos habla de la impermanencia en medio de un universo eterno que parece no tener principio ni fin.
En la portada del disco el artista Robert Beatty dibujó un ojo que rasgando una pacífica superficie rosa nos observa violentamente desde otro mundo, quizá otro plano existencial que aún no estamos preparados para ver. Occabot es un disco que nos acerca un poco a ese universo desconocido. ¿Estás preparado para entrar a él?