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Sacred Bones Records / 2020
The Men podría sacar otros 233 discos y, probablemente, en el mundo del periodismo musical se le seguiría conociendo como “una banda de punk”. Esa es una clasificación injusta —y hasta un poco floja— para una banda que, disco a disco, ha demostrado que si algo no quiere hacer con su proyecto, es caer una generalización. Le dicen que no a los etiquetados. Aunque es cierto que, con determinadas etapas, parecen hacerse más afines a algún sonido en particular. Los años a veces nos remiten a la nostalgia, a las cosas que conocimos en otros días. En el 2020, The Men, la “banda de punk”, sacó un disco de country/folk/rock titulado Mercy.
Mark Perro y Nick Chiericozzi han sido los dos únicos miembros constantes de un experimento musical que, según sus propios creadores, no iba a durar mucho. Jamás pensaron romper la barrera de los 10 años. Mucho menos se imaginaron que en el trayecto iban a tener un catálogo de ocho elepés bajo el brazo. Han sido comparados con clásicos como MC5, con Sonic Youth o Dinosaur Jr., también han gritado como viejas glorias del hardcore o han abrazado la baja fidelidad como bandera de presentación. Si intentaras explicar la carrera de The Men a alguien que nunca haya escuchado alguno de sus discos, podrías hacer un ejercicio interesante. Escoge cinco canciones diferentes. Toma, por ejemplo: “Praise the Lord and Pass the Ammunition”, “L.A.D.O.C.H.”, “Open Your Heart”, “Dark Waltz” o la reciente “Fallin’ Thru” y seguro que, el escucha quedará despistado ante el hecho de que todas las firma la misma banda.
Mercy empieza con un órgano. Luego viene la guitarra, seguida de la voz y las percusiones. Una clásica estructura que te remite a los Estados Unidos. “Cool Water” tiene esa áurea vetusta, y la iconografía que, incluso no siendo estadounidense, te remite a un paisaje en específico: la botella de alcohol, un camino por recorrer, la persona especial que espera un mensaje, los mismos errores que se quieren corregir y la nostalgia por noches mejores. Una vieja fórmula que se funde en un mantra que dice “cool water, cool water, cool water, wash over me”. De repente, ese camino parece haber sido alterado por algo más que alcohol.
“Wading in Dirty Water” es un blues psicodélico de esos que parecen tener la autonomía para reproducirse a sí mismos. Un trance en el que cada miembro de la banda puede dejarse ir, liberarse de las ataduras convencionales en una canción de pop, y avisarnos de qué irá el disco (¿realmente lo podemos saber?). “Fallin’ Thru” es un lamento casi a capela. Palabras que parecen estar sacadas de alguien que, en el marco de una puerta, se sienta abatido y embriagado por el rechazo de quien se resguarda tras ella. Tras el lamento, nos ponemos una bandana en el pelo rebosante de spray para entonar “Children All Over the World”. Un sintetizador adorna una canción que bien pudo ser un himno para Universal Stereo de haberse hecho 34 años antes. De nuevo el artificio. El arrasar con el encasillamiento.
“Call the Dr.” trae de vuelta los aires campiranos. Las cuerdas punzantes y prístinas. Da paso a “Breeze” que bien podría ser un ejemplo perfecto de la transición entre la agresividad inicial de The Men, y el nuevo rumbo volteando a géneros como el hard rock, el country o folk. Y luego llega “Mercy”. La canción que da título al disco. Una plegaria que aspira a la redención y busca responder una pregunta que suele atormentar las mentes tras las rupturas: “¿de verdad te importé?”.
The Men podrían sacar otros 233 discos y seguirían siendo una banda inclasificable, de las que se aprecia que existan, porque demuestran que las fórmulas clásicas, y las identidades de una banda construidas sobre su género musical, bien pueden ser transmutadas, masticadas, machacadas, re-revisitadas y continuar con calidad.