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Kompakt / 2018
Cuando el sueco Axel Willner sube a la pequeña plataforma negra, de las gargantas salen gritos eufóricos, pero él no los escucha o no reacciona a ellos. Es difícil saber si sonríe por dos razones, la primera, la oscuridad con la que estamos cubiertos y la segunda, el humo que cubre parte de su rostro. Mira su equipo y coloca sus discos de vinilo sobre una tornamesa, trae un gorro negro de esos que se usan cuando hace mucho frío, y carga una mochila. Eso no lo puedo pasar por alto, ¿quién carga una mochila antes de dar un set de música electrónica? Se escuchan más gritos. Dos luces neón de color verde se mueven inseguras en medio de un mar de cabezas, comienza a escucharse la música, la pista número cinco del álbum Cupid’s Head, “No. No…”. The Field se presenta en Normandie, son más de las dos de la mañana y cuando va encimando los constantes golpes del track “The Follower” veo que los asistentes cierran los ojos y se dejan ir. No importa quien esté produciendo ese sonido, lo que les atrae es el sonido en sí, no es el autor sino su mensaje. En ocasiones los abren de nuevo para reafirmar su estadía en el sitio. Y pienso que si al cerrar los ojos ellos pierden el conocimiento de lo que ocurre alrededor entonces están solos con la música. Por un momento, se trata de cada uno de los presentes en un universo personal. Ese lapso termina cuando los abren de nuevo, cuando sienten un roce en su mano, cuando se acaba la música y comprueban que la realidad es distinta. Yo no quería que se terminara ese momento en Normandie, quería perderme en medio de la noche, capturar ese momento para vivir en él, quería que Axel siguiera tocando y pudiéramos bailar toda la vida.
El sexto álbum que The Field entrega, once años después de su glorioso debut, se llama Infinite Moment. La búsqueda de la eternidad en estado pleno a través de su conocida propuesta, techno pop suave, minimal salvaje y ambient interconectado. “La esperanza es algo que he perdido en el clima actual y este álbum es un alivio para mí, un tipo de comodidad, como un momento que se siente bien y no quieres terminar”, dice Axel. Dos años han pasado desde The Follower, sus nuevas composiciones son momentos que se van extendiendo con la falsa promesa de no terminar nunca, una droga que se expande para permanecer en el sistema nervioso, un ciclo que no quiere cerrarse. “Made of Steel. Made of Stone” abre la puerta para ascender través de una escalera en donde el drone es el destino. El tema es lento, parecido a las composiciones con las que cierra sus anteriores trabajos, pero aquí es una progresión modular a manera de introducción. La primera vez que comienza un álbum de esta forma, guiando al escucha hacia algo fuera de serie.
“Divide Now” es una cámara de video que te permite revivir esos momentos mágicos. Antes del trepidante latido no se dibuja la ruta de esta pista, cuando aparece se convierte en el ritmo... y pum-pum-pum-pum, la sustancia cerebral que se genera comienza a regarse como lava de volcán, con cada erupción la sonrisa adquiere forma. Una pieza única en su repertorio. ¿Estamos hablando de la mejor composición de The Field? Mezcla de techno y shoegaze a paso rápido.
¿Esos recuerdos que se proyectan en tu mente son de tu infancia? ¿A quienes miras dentro de tu mente son tus papás? ¿Esa mujer de ojos grandes eres tú tomando fotos un domingo a medio día? ¿Eres ella, quien viaja a la playa en un viernes soleado? Todo pasa muy rápido en tu cabeza y no es infinito. 11 minutos con ocho segundos. A la mitad, vuelta de tuerca en la canción, el díptico con el que The Field se autodestruye para nacer de nuevo eructa sonidos del drumm & bass. Por unos segundos estos tienen el control, inmediatamente son inundados con líneas delgadas de texturas que terminan por domar el track y luego otra vez... pum-pum-pum-pum.
El momento es finito aunque Willner quiera alargarlo, “Hear Your Voice” y “Something Left, Something Right, Something Wrong” son vidrios fragmentando la estancia para que se prolongue indefinidamente. En esta última un drone similar al ruido que se produce al pisar hojas secas concentra la clave de este álbum, el presente, este momento, el ahora. La canción no tiene una obligación con quien escuche, no promete nada, salvo la de lograr que permanezca anclado en su devaneo sonoro.
Infinite Moment es un The Field en estado puro, la consagración de una idea que se repite continuamente hasta enroscarse y destruirse, y luego volver de nuevo extendiéndose hasta el infinito. Un mantra que de tanto repetir toma ritmo. ¿Es su obra maestra hasta ahora? ¿Está por encima de From Here We Go Sublime? ¿Es posible el shoegaze y el minimal techno? ¿Si estiro mi mano podré sostener la luz neón que apunta a mi cabeza? ¿Si te tomo una foto diario podré guardarte en mi memoria? ¿Si repetimos el álbum hasta dormir y después soñamos con él? Solo lo sabremos cuando estemos de nuevo frente a su gorra negra y su mochila y cerremos los ojos.