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Virgin EMI/Astralwerks / 2019
Bailar es un acto de resistencia. Bailar es el reconocimiento de uno mismo, de la materia que nos compone, de nuestro espíritu, de nuestros pies, manos, de nuestra cadera, bailar es anarquía corporal. Bailar es alegría, es la oposición a la cotidianidad, al ruido, a las noticias, a los dogmas, a la manipulación, a los medios, a las redes sociales interviniendo en nuestra vida, a la presión social provocando ansiedad. Bailar es libertad. En su novena entrega The Chemical Brothers arroja un artefacto electrónico-político-explosivo, que lo remonta a sus orígenes en sonido y al mismo tiempo representa un grito desesperado en la era del vacío. No Geography también es propuesta. Bailen, libérense, resistan, luchen, sigan bailando y únanse. Es el sonido primario pero estetizado del dúo británico que se encuentra en la cima de sus 30 años de carrera con un fuerte mensaje sobre la alienación del individuo dentro de un sistema que ha olvidado a los seres humanos.
En el origen Ed Simons y Tom Rowlands, conocidos en 1993 como The Dust Brothers, producían música furiosa, enérgica, dinámica, un híbrido de tres vertientes, hip hop, techno y house, más adelante ese sonido sería llamado big beat. Percusiones marcadas, extractos del soul y del jazz, líneas de bajo intensas, crescendos, bucles de beats, synths espaciales, un combo único que se escucha en “Three Little Birdies Down Beats”, “Chemical Beats”, “Block Rockin’ Beats” e “It Doesn’t Matter”, temas de sus dos primeros álbumes, Exit Planet Dust y Dig Your Own Hole. The Chemical Brothers fue puliendo ese sonido a la par que iba poniendo éxitos en nuestro cerebro como “Out of Control” y “Hey Boy Hey Girl” en 1999, o “Star Guitar”, “Come With Us” e “It Began in Afrika” en 2002. En este punto de su historia ya no creaban composiciones furiosas, la agresividad del hip hop se transformó en la fuga del house y el pop.
En el siguiente trabajo Push the Button regresaron al hip hop en forma, pero no en fondo; es el tiempo y las vocales quienes dan cuenta de ello; We Are The Night en 2007 era la intensidad del new rave, el sonido noventero underground en estructuras pop que prometió una nueva era para la música electrónica en el plano comercial. Y luego vino otra transformación, Further. El trabajo que está por cumplir una década es un hito dentro de la historia de la banda, no sonaba a su pasado, sino a su futuro. Una verdadera reinvención. Con Born in the Echoes en 2015 miraron de nuevo a su origen, a las percusiones, al big beat, lo traían de vuelta en “EML Ritual”, “Go” o “I’ll See You There”. No Geography, su nueva entrega, está construida con su ADN original, es The Chemical Brothers en estado puro, perfectamente reconocible en los bajos, en los beats, en los bucles “furiosos”, en el desborde y la locura del house, en el ritmo del dance, en el drama del soul y en la potencia del hip hop.
“Eve Of Destruction” abre el artefacto con una voz digitalizada como si se tratara de un robot advirtiendo sobre un mundo caótico, repitiendo en 16 ocasiones el título del tema. “La víspera de la destrucción” mientras van entrando los instrumentos, la batería, los synths análogos, un fuerte bajo sostiene al tema, la voz de Aurora Aksnes dice. “No podemos pagar el agua, todos son abandonados para morir, sigue corriendo, sigue corriendo”, una suerte de caos electrónico al que le sigue una de las piezas fundamentales del álbum, “Bango” con su coro esquizofrénico, sampleos de sus propios trabajos, estallidos, percusiones africanas, rugidos, la voz extendiéndose lentamente en medio de un complejo tema musical, sonidos espaciales, cuando el tema baja de ritmo entra ligado el siguiente corte, el homónimo “No Geography” que reza. “Recuerda, sin geografía, yo, tú, él, y ella, y ellos también, y tú, y yo también, los llevaré a todos conmigo”. Un orquestal trabajo de manto electrónico proyectando esperanza en medio de la crisis. La voz emula a un Dios que nos va a proteger y que nos pide olvidarnos de las fronteras, de los territorios y mirar alrededor, la portada adquiere sentido, se trata de dos soldados arriba de unos tanques de guerra apuntando hacia un horizonte en donde se aprecia un resplandor rojo. Aunque no parece sangriento, el rojo impregna de su color a las nubes. Los tanques van sobre una avenida, al lado de ellos hay pastizales verdes, y en frente un puente que conecta ambos extremos. Hay una guerra en medio de un paisaje hermoso.
Hay una guerra y “hay que seguir, hay que seguir, tengo que seguir ‘drogado’ y la lluvia cae, como si fueran lágrimas”. “Got to Keep On”, uno de las mejores composiciones en la historia de la banda, es un cohete. No, es serotonina, serotonina explotando en el cerebro. Es un neurotransmisor de dance altamente adictivo. Una producción impecable del sonido que viaja en diferentes direcciones. Pareciera que el mensaje es tengo que seguir drogado para tolerar lo que está sucediendo lo cual explica la fiesta que se escucha de fondo a la mitad del track. “Gravity Drops” y “The Universe Sent Me” se unen directamente partiendo de un trance hacia una tremenda pieza de carácter épico como las que suelen producir Ed y Tom en la mitad o en el cierre de sus trabajos. Grandilocuente. El ritmo de No Geography no ha disminuido. Tiene fuerza. Cadencia. Es dinámico. Vertiginoso. Y en “We’ve Got to Try” el dúo arriesga hacia un funk electrónico que en unos puntos se desequilibra con un loop enfermizo. El mensaje sigue siendo de resistencia. “Sé que podemos hacerlo nena, si solo lo intentamos”. Si miramos el entorno mundial el álbum proviene de un contexto agitado, el brexit en Reino Unido; el llamado peor presidente en la historia de Estados Unidos y su empecinamiento por construir un muro en la frontera sur con México; la crisis de refugiados en Europa; la terrible situación con los migrantes en América; la tensión global contra Coreal del Norte; los ataques terroristas en nombre de cualquier religión o dogma como lo acontecido en Nueva Zelanda; Venezuela sin luz en los terrenos económico, político y social; y aviones desplomándose que terminan con la vida de los pasajeros. No hay certeza en ningún ámbito. El tren de la sobreinformación arroja un sentir angustiante.
“Free Yourself” es el clímax. El grito. Es acid house y dance y pop. Es el descontrol. Es también la solución, bailar. “Libérate, libérame, baila, libéralos, ayúdame a liberarme, libéranos, baila”. Fuga. Alucinantes synths análogos. Para este álbum The Chemical Brothers se instaló en un espacio “experimental” con el equipo que usó para sus dos primeros álbumes, tomó sampleos de Dial-A-Poem, el servicio que ideó el poeta John Giorno, con el cual al marcar el número (212) 628-0400 desde EE.UU. podías escuchar alguno de los 15 poemas que colocaban por día entre los que destacaban algunos escritores o artistas como William S. Burroughs, Allen Ginsberg, John Cage o cualquier individuo que en 1969 grabara su poema. “Mad As Hell” es continuación del frenesí. Es sangriento como dice The Guardian. “Estoy loco como el infierno y no voy a seguir soportándolo”. Psicosis y locura. Cuando estamos en una crisis es imposible que la conducta sea mesurada, “MAH” es el sonido de la alienación social, de la desesperación. Acid house sangriento, efervescente, agitado.
“Catch Me I’m Falling” (Agárrame estoy cayendo) es el final de No Geography. Su postura sobre el ambiente es que hay una crisis, tenemos que ayudarnos, borrar la geografía, mirar alrededor, continuar, pedir ayuda y, sobre todo, bailar. ¡Bailar, bailar, bailar! Solo así nos salváremos. Su propuesta musical es la suma de su trayectoria, de su camino trazado, de la pauta que han marcado, del hito y el mito que ha construido, big beat estetizado, The Chemical Brothers es mucho más que “Star Guitar” o que “Hey Boy Hey Girl”, es mucho más que “música electrónica”, es mucho más que alguna etiqueta que pueda poner. The Chemical Brothers es el beat. ¡Bailen!