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EMI / 2016
16 años es demasiado tiempo de espera, pero los intervalos extensos a veces sirven para replantear todo el concepto detrás de una banda —su identidad musical y su acoplamiento a los tiempos—, que muchas veces no pasa por terquedad. Miren lo que pasó con Portishead (Third, 2008), My Bloody Valentine (m b v, 2013) y hasta el infravaloradísimo retorno de Guns ’N Roses (Chinese Democracy, 2008). Justo estas pausas sirven para dejar hambre en sus acólitos más acérrimos y, a su vez, recaudar nuevos fans en el camino. The Avalanches no son la excepción, y Wildflower sin duda apelará a los paladines del CD y a los jóvenes melómanos cuya cultura musical gira alrededor de servicios de streaming.
En producción desde 2005, Wildflower es como si subieses la aguja del tornamesas mientras reproducía su disco debut para poner pausa y la hubieras vuelto a colocar… pero muchos años después. Toda la magia tropical, colorida y energética sigue ahí, pero ahora en vez de estar en medio de las olas y regocijándote en el panorama playero - como bien ilustran en dicha portada - ahora entras a una de las tiendas o bares que se encuentran en el muelle de la costa. La vibra es la misma, pero es definitivamente un disco de 2016.
Después de poner todo el caos en orden con los 15 segundos de “The Leaves Were Falling”, el disco despega de inmediato con “Because I’m Me”, con la voz invitada de Camp Lo. Es inevitable seguir haciendo comparaciones con su obra anterior, ya que a partir de aquí la mecánica es la misma: el resto del disco es como una canción gigante con varias paradas en medio de la psicodelia, la instrumentación orgánica y los beeps y bloops que son mandato del género. El tercer track (y primer sencillo), “Frankie Sinatra” es un torbellino caleidoscópico de hip-hop, travesuras y nostalgia, mientras las filosas rimas de MF Doom y Danny Brown coexisten en armonía con “My Favorite Things” de La Novicia Rebelde.
Casi podemos adivinar de qué va el resto del álbum, pero el trío nos agarra en curva cada vez que puede. Entre la acidez de “If I Was a Folkstar” con la participación de Toro y Moi hasta la hilaridad beatlesca de “The Noisy Eater” con el maestro del beatboxing, Biz Markie; pasando por el indie rock de “Stepkids” y “Harmony” y el demoledor krautrock nostálgico de “Saturday Night Inside Out”, donde sale por ahí Father John Misty. Este último track - el cierre del disco, de hecho - es uno de los puntos más fuertes de la obra; prácticamente engloba todo lo que The Chemical Brothers han intentado hacer por años para recuperar viejas glorias, pero sin éxito. O The Go! Team en toda su discografía.
La marea está alta, pero se sostienen, como bien diría Debbie Harry. Es un disco fuerte, sin temor, adictivo y que demanda ser digerido en una sola toma, mismo que podría propiciar a que los streamers que acostumbran a seleccionar bit por bit tengan la valentía (¡cómo se atreven!) de escuchar un disco completo. El viaje vale la pena para los viajeros de todas las edades y gustos. The Avalanches están de vuelta y esperemos que esta vez para quedarse y enseñarnos una cosa o dos de lo que le falta a la música hoy en día: el factor de temporalidad.