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Caroline Distribution / 2017
Hay seres humanos con dones que vienen al mundo a dejar huella en las personas y en la historia; que ven más allá de lo obvio, que buscan respuestas, que hablan de lo prohibido y encuentran la manera de llevar su mensaje hasta el último rincón del planeta. Todos tenemos una misión en la vida y las almas iguales buscan y encuentran los mensajes exactos que el universo manda a través de ellos.
Siempre he creído que el universo me habla a través de la letra de una canción, de las páginas de un libro, el discurso en una película o la forma de las estrellas en la noche, así que pongo mucha atención a todo lo que me rodea en búsqueda de amor, misericordia, éxtasis o claridad.
¿Qué es verdad para ti? ¿Qué es verdad para mí?
Con él conecté hasta que nos vimos frente a frente, no antes; y cuando entendí cuál era su misión en mi vida le abrí los brazos y oídos con amor y aceptación. Steven Wilson se ha convertido en la compañía de muchos, en la voz de otros, en la tristeza de quien lo escucha, en un músico tan arriesgado y multifacético que nos regala un disco lleno de novedad, realidad y verdad. Un disco audaz, con visión al futuro.
La voz de una mujer recita “Once we’ve make sense of our world we want to go and fuck up everybody else’s, because his or her truth doesn’t match mine, but this is the problem. Truth is individual calcutation which means that we all have different perspectives there isn’t just one single truth is there?” y To the Bone ruge, explota; mientras que las cuerdas de la guitarra le dan vida a un disco que cambia todo a través de las once canciones más concisas y melódicas que el músico británico ha compuesto hasta la fecha. “To The Bone” habla de la verdad que vivimos y usa un solo pausado de guitarra para trasmitir el sentido, mientras que la guitarra rítmica y la voz de una mujer forman el principio de una historia.
“Nowhere now” empieza lenta y prepara tus oídos para la experiencia. Las guitarras y batería toman el control y te llevan a través de sonidos sencillos, digeribles y rítmicos, pero que en conjunto logran belleza y perfección. Un pandero acompaña el solo y las notas de un piano dejan huella para lo que sigue.
Para entrar a un mundo paralelo solo necesitas “Pariah”, el primer sencillo del álbum. El hartazgo, la soledad y tristeza salen de la caja de Pandora con una melodía lenta y profunda, mientras Steven narra la vida de alguien y Ninet Tayeb suplica “So the day will begin again take comfort from me, it’s up to you now. You’re still here and you’ll dig in again, that’s comfort to you, it’s up to you now. So Pariah you’ll begin again, to comfort from me and I’ll will take comfort for you”. Una obra de arte sin duda alguna.
El mood cambia y la electricidad pasa por las manos y garganta de Steven en una canción totalmente diferente a lo que el británico había hecho con anterioridad. Una voz aguda, los platillos de una batería y una guitarra le dan forma a “The Same Asylum As Before”. El rock clásico se hace presente y la guitarra detona en salvajismo y virtud, para desembocar en un solo que hace tributo a Tears for Fears.
Las puertas delicadas del corazón se abren y “Refuge” empieza melancólica, lenta. El teclado brinda parsimonia, al mismo tiempo que las percusiones brindan el sentido perfecto y armónico de urgencia, de peligro, de guerra. Esta canción es un refugio para todos los que no tenemos un hogar y nos sentimos rechazados, para todos los que tuvieron que huir del amor de sus vidas, de sus familias; para todos los que murieron en el intento; y mientras escribo esto lágrimas corren por mis mejillas, porque Steven les dio un lugar a todos los que no tienen nombre ni destino, y a través del sonido devastador de una armónica y el solo de una guitarra que desgarra el tiempo te dice que no estás solo y alza la voz para que todos veamos que existen, que existimos.
De pronto el aire fresco inunda los pulmones y el ritmo festivo de “Permanating” empieza a sonar. Te dan ganas de saltar, sonreír y vivir, de comerte el mundo con las notas del piano como compañía y celebrar la vida. Una canción nada compleja, musicalmente hablando, con un coro inspirado en ABBA, que deja un buen sabor de boca para quien entiende que la evolución e innovación es importante para la humanidad. La tristeza no es lo único en el mundo de Steven Wilson.
Las cuerdas de la guitarra evocan calma y la voz de Steven canta “Blank Tapes” en compañía de Ninet Tayeb en una canción que dura un instante y no más.
“People Who Eat Darkness” enciende la hoguera. La guitarra y batería destrozan el espacio con sus acordes en un instante, su estilo marca la diferencia y me recuerda un poco al rock que escuchaba en mi adolescencia, algo más contemporáneo, pero todo regresa a su origen y los vestigios de Porcupine Tree salen a relucir. Para rematar una guitarra acústica y el sonido de un sintetizador cierra lentamente su momento.
Los latidos suenan. La voz fría y calculadora de Sophie Hunger y Steven presentan “Song of I”, una de las canciones más oscuras y melancólicas donde el contraste es notorio, ya que se contrapone con el estilo pop que presenta Steven en este disco, pero al final encaja perfectamente en el concepto general. Lenta, intensa y sensual, te describe las relaciones humanas obsesivas donde todos se aferran a una felicidad que no existe.
La canción más larga se abre paso entre tantos estilos y ritmos mientras escuchamos a un Steven que experimentó como quiso sin importar anda. “Detonation” juega con la guitarra creando un riff melódico que hace un loop infinito para trasmitir prisa y velocidad, una carrera por la vida. Empieza lo inesperado; tambores, ritmos casi latinos con toques de jazz suenan para asombro de todos y conocemos otra faceta del músico a través de lo que compone. Un respiro de algo nuevo que se agradece.
Para culminar esta obra de arte, Steven nos concede “Song of Unborn”; un enfrentamiento a nuestra verdad, a nuestra realidad como sociedad, como humanos y al futuro que nos espera. Las teclas del piano golpean las notas correctas, la batería lleva el ritmo que acompaña a la lírica brindándonos la respuesta: al final todos venimos a hacer algo extraordinario al mundo y eso es lo que deben de saber las futuras generaciones. El mundo aún no está perdido, y puedes hacer algo grande en él. Un coro de voces penetra tu alma desde tus oídos hasta la punta de los pies y Steven canta: “Don’t be afraid to die” para cerrar tan ceremonioso momento.
Un final apoteósico para un disco que lejos de ser una experiencia amarga, es una colección estimulante de canciones que da orden al caos del presente.