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Loma Vista / Republic Records / 2014
“¿Me puede simplemente gustar tu música o tengo que entenderla?” le preguntó Stephen Colbert a Annie Clark cuando apareció en su show hace unos días. Y tal parece ser la pregunta constante del no iniciado cuando llega a la fiesta de St. Vincent.
“Siempre he intentado vivir en la intersección entre lo accesible y lo lunático […en el nuevo álbum] hay cierto tecno-chamanismo”, respondió a aquél, con el donaire natural de un Ciro Peraloca de la música. Tan lo es que el año pasado ganó el Smithsonian's American Ingenuity Award, por su contribución a las artes.
“Vinnie” -como la llamó Colbert- bautizó su nueva producción con el alias que ha usado desde 2007, pues le pareció que este, su cuarto disco, es el que suena más a St. Vincent de todos; el que alcanzó el balance perfecto entre pop y locura.
Clark niega que haya un aura mística en sus letras; al contrario, dice, algunas son absoluta y literalmente autobiográficas, lo que impulsa a sugerir que el disco es una especie de selfie. Pero no hay duck faces, ni estúpidos espejos sanitarios, sino la “líder de un culto del futuro cercano” –palabras de Clark- entronada en un escenario tipo Memphis group; lista para dominar el mundo análogo, abrazar al ideal y posar su mirada crítica sobre el digital.
La historia real sobre ella corriendo desnuda tras ver una cascabel en el campo, “Rattlesnake”, abre el álbum con un mito anti-creacionista: “nada de Adanes ni Evas; no vengo de ninguna costilla, soy sólo yo jodidamente asustada por una víbora”. El sinte que soporta el track hasta que ella solea atestigua su baile ligeramente shakiresco mientras canta “sweating, sweating, sweating, rattle behind me”.
En la funky “Digital Witness”-que contó con Homer Steinweiss, baterista de The Dap-Kings- se burla entre metales artificiales del ciber-sedentarismo y la desconexión paradójica de conectarse a la TV o a internet: si nada existe a menos que lo postee, dejaré de dormir; dormida nadie me ve. (¿No escuchan por ahí un toque de “Sledgehammer”?).
“Birth in reverse” captura con sarcasmo el inicio de un agónico día ordinario: sacar la basura, masturbarse, dejar ladrar a los perros. Y pese a que el tema es la muerte, es la más viva y coreografiada de todas. Los desquiciados riffs finales, mis favoritos.
En “Huey Newton” escucharás sobre la noche eterna de un jetlag y el “enterrarse” bajo los unos y ceros de la red, donde conviven Panteras Negras, Heaven's Gate, criaturas sin madre y el Ave María. Contiene el giro más rocker e inesperado de los once tracks.
Al final, por qué no decirlo, St Vincent es la mañana tras estar con el Talking Head. ¿No fue Love this Giant, acaso, como haber tenido sexo con David Byrne, musicalmente?
Que tire la primera piedra quien no vea ese inédito afterglow en ojos, cabello y moves de Annie; en la agridulce voz de “Prince Johnny” o la determinación para que su arte coquetee con el pop sin terminar siendo “ARTPOP” -you know what I mean. Ello no tiene por qué restar mérito alguno a quien se considera una Jimi Hendrix del siglo XXI.
Si crees que has llegado tarde a la fiesta de St. Vincent, don’t worry: it’s peak time!