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Loma Vista / 2021
A lo largo de poco más de una década, Annie Clark se ha consolidado como una de las figuras más interesantes y camaleónicas de la música alternativa. Bajo el seudónimo de St. Vincent nos ha mostrado diferentes facetas con cada nuevo lanzamiento y su talento ha llamado la atención de artistas variados y de renombre como David Byrne, The Chemical Brothers, Damon Albarn, Taylor Swift y, recientemente, Paul McCartney ha buscado sus contribuciones musicales también.
Para su sexto álbum de estudio repite Jack Antonoff en la producción -uno de los nombres más solicitados en su ramo en años recientes- y releva el protagonismo de las guitarras ricas en efectos a los sintetizadores retro, órganos y citaras. La estética de dominatrix en látex y colores chillones de su álbum anterior también cambia por escenas de Nueva York en los años setenta, el glamour de una época perdida, desesperanza y tonos cálidos por doquier.
Para Daddy’s Home, St. Vincent se remitió a los discos con los que creció, la colección de sus padres que incluía a Stevie Wonder, Sly & the Family Stone, Funkadelic, Steely Dan, entre otros. Aunque nunca ha sido una artista unidimensional, el contraste con sus trabajos anteriores es notorio, desde que escuchamos el primer sencillo, “Pay Your Way In Pain”, se notaba una mayor influencia del soul y el funk de Prince o David Bowie durante su etapa del Young Americans. St. Vincent toma estos sonidos como base y añade a la ecuación una pizca de ragga y otro tanto de psicodelia, más que invitar a mover el cuerpo, las canciones son delicadas y sirven para cerrar los ojos y dejarse llevar.
“Live in the Dream” con sus órganos espaciales, cuerdas etéreas y flotantes dentro de un mar de tranquilidad es a lo que sonaría una composición de St. Vincent para el Dark Side of the Moon. Si la guitarra tiene un momento estelar en Daddy’s Home es durante el outro de este tema.
St. Vincent no es extraña a proyectarse dentro de sus canciones y mostrar vulnerabilidad, al final de cuentas detrás de aquella persona que a veces utiliza disfraces y peinados extravagantes sobre el escenario, acompañada por su inseparable guitarra, está Annie Clark. El tema titular del disco es central, relata la experiencia de tener a su padre durante una década en prisión y de cómo firmaba autógrafos durante sus visitas, podría ser una situación que diera pie a una pieza desgarradora, pero si algo sabe hacer es poner algo de humor en la tragedia y las vocales al más pleno estilo del soul añaden un sabor que saca una sonrisa en lugar de lágrimas.
Las canciones cuentan diferentes historias, algunas en primera persona, algunas desde la perspectiva de personajes trágicos. “Pay Your Way In Pain” nos presenta una visión pesimista sobre la vida cotidiana en medio de sonidos de cabaret, el sonido es sexy y a la vez deprimente. “Down and Out Downtown” es la secuela perfecta, es vergüenza y decadencia en medio de callejones llenos de orines y ratas.
“The Melting of the Sun” es una dedicatoria a una serie de mujeres artistas que marcaron distintas épocas. Desde Marilyn Monroe, pasando por Nina Simone, hasta Tori Amos, todas son sinónimo de cultura popular y talento, pero también tienen algo de tragedia en sus vidas y es un contraste que Clark plasma en este corte.
“Somebody Like Me” y “...At the Holiday Party” toman prestado de los años dorados del sonido folk de cantante/compositor como Joni Mitchell. La primera es quizás su más puro intento de hacer una canción sobre amor -esta vez sin la ironía de “Marry Me”-, la segunda una crítica a las máscaras que emplean las personas para ocultar su dolor, sus adicciones y sus demonios.
En “Down” se pone personal de nuevo, irradia ira difícil de contener hacia un personaje cruel y desagradable. “The Laughing Man” me remonta a su época de Actor, esta junto con “My Baby Wants a Baby” -que incluye un guiño al tema “9 To 5 (Morning Train)” de Sheena Easton- una vez más ponen buena cara a la negatividad, la ansiedad y la ausencia.
El álbum cierra con “Candy Darling”, un tributo a aquella diva trans que inspiró el look de Annie Clark en esta era -también fue musa de Warhol y Reed en su tiempo-. Es una despedida para esta figura que murió tempranamente, pero también dice adiós a toda una época.
Definitivamente no es el álbum más accesible que ha hecho St. Vincent, pero no necesita tomar la ruta más comercial ahora que es una artista celebrada y con Grammys bajo el brazo, incluso es un trabajo discreto a comparación de la extravagancia y teatralidad que ha plasmado en las facetas futurista y kinky de su álbum homónimo y de Masseduction respectivamente.
Habrá que ver cómo se adaptan estas canciones a su repertorio junto con los diferentes sonidos que nos ha dado desde Marry Me. Mientras esperas a que regrese la música en vivo a nuestras vidas, puedes disfrutar Daddy’s Home en tu mejor sillón reclinable mientras bebes una botella de vino, cierras los ojos y visualizas tiempos más simples, ¿o eran más difíciles? Es cuestión de perspectiva.