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Warp Records / 2020
Todo comenzó en una habitación de Essex. En la intimidad que proporcionan las paredes que condensan todo un universo. Ahí fue en donde Tom Jenkinson empezó a hacer música. Todavía estaban lejos los días del contrato que le ofreció WARP Records a los 20 años, o cuando en el 2015 haría un disco utilizando su propio software para desarrollarlo, pero podemos intuir que ya se veía que había algo especial en aquel muchacho que después sería conocido como Squarepusher.
Cinco años después de Damogen Furies, el inglés está de vuelta. Y no solo por lanzar un nuevo material, sino porque, de alguna forma, el viejo Squarepusher regresó. Las razones por las que tomamos determinados caminos, a veces pueden ser por simple azar, a veces decisiones totalmente conscientes, y a veces porque las circunstancias nos orillan a recorrerlo. Durante el 2018, Jenkinson estaba en Noruega y se cayó en el hielo. Las radiografías mostraban un panorama complicado: se había roto un hueso que podría significar daño del nervio. Tener un yeso en la mano no es precisamente una ventaja para alguien que está considerado como uno de los mejores bajistas de la actualidad, por lo que tuvo que el replanteamiento sobre lo que consideraba hacer música vino automáticamente. ¿Qué hacer si venía lo peor?
El regreso al estudio fue como una risa nerviosa después de cometer un error. La simple diversión de seguir haciendo lo que más nos gusta. Se habían disipado esos fantasmas de perfección y nuevos horizontes que durante algunos años habían surcado la mente de Squarepusher. Tocaba regresar a lo primigenio. A lo que sabía hacer bien. Fue así como nació Be Up A Hello.
El título, según Jenkinson, es una de esas frases que solo cobran sentido en cierto grupo de amistades. Es algo así como expresarle a alguien respeto o aprobación. Va de la mano con otro pasaje que supuso una ruptura de la que vino la creación. A los 16 años, Chris Marshall supuso un acompañante a la hora de descubrir los sintetizadores. Horas de experimentación y de aprendizaje, puesto que a Marshall le interesaba saber cómo funcionaban los aparatos, no solo aprender a tocarlos. Dos meses después de la rotura de muñeca, Tom fue notificado de la inesperada muerte de Marshall. De alguna manera, tanto por la limitación que significó creer que no podría volver a tocar de la misma forma, como el golpe a una de las personas que forjaron su juventud, Squarepusher decidió que su nuevo disco retrataría aquellos años en los que desarrolló su pasión musical.
El disco abre pletórico. Como si una canción clásica de los 80 fuera fragmentada y reconfigurada de manera frenética. “Oberlove” tiene el toque pop que ha caracterizado a Squarepusher en varias creaciones, pero con el rasgo distintivo de uno de los estandartes de géneros como el drum and bass o el techno. Quizá ese es el punto más alto del inglés, la habilidad y destreza para dominar un instrumento, pero sin pretensiones elitistas. “Hitsonu” continúa juguetona. ¿Infantil, quizá? Recientemente, Jenkinson había estado trabajando en colaboración con la BBC para musicalizar un programa que pretende ayudar a los niños a relajarse. Esto podría ser lo opuesto, un energizante tema para sortear una mañana más de levantarse para ir al escuela, pero tal vez algo hay de ese proceso creativo con la niñez.
“Nervelevers” parece tener rayos láser disparados por doquier. Es una batalla intergaláctica. Hay tanto sucediendo en pocos minutos, que a veces agradeces a tu cerebro que sea capaz de procesar tal cantidad de sonidos. Seguro que no al 100%, pero es fascinante la manera en la que todo se conjunta para ofrecer una experiencia deleitable. “Speedcrank” es una casi obvia referencia a la metanfetamina. No es difícil adivinar qué se puede esperar de ella. Un guiño al eco de los raves que sigue flotando en el Reino Unido. “Detroit People Mover” funciona como el lamento post-fiesta. El momento en que sería mejor no sentir nada. Una elegía digital carente de letra. Pero no hay mucho tiempo para la calma, “Vortrack” es una canción en la que se puede palpar la presencia de lo pasado. Hasta una computadora de 8-bits tan emblemática como la Commodore Vic-20 fue utilizada en el proceso. Los amantes de lo análogo, estarán por las nubes cuando escuchen el disco.
“Terminal Slam” es un tema con un poderío rampante. Agresivo y cautivador. Hoy en día, muchos pueden tener acceso a un programa para crear música, pero hay un factor diferenciador entre creadores que se puede apreciar claramente en canciones como ésta. “Mekrev Bass” son 7 minutos de un ejercicio lúdico. La experimentación a raudales. Se puede distinguir la catarsis que pudo significar llegar a dichos sonidos. Y, para finalizar, “80 Ondula” se dibuja ominosa, amenazante, sin corporeidad. ¿Qué es lo que podemos encontrar al final del pasillo que nunca quisimos recorrer después de la medianoche?
Be Up A Hello no es una confirmación de algo, porque Squarepusher lleva demostrando que es uno de los nombres fuertes en la electrónica desde hace décadas. Lo que viene a trazar, es que en el 2020, los artilugios, las ideas, y los conceptos que fueron desarrollados hace varios años, siguen pudiendo tener vigencia y sorpresa. En una industria que se está volviendo enteramente digital y sistemática, son los nombres como Tom Jenkinson los que anclan al plano terrenal, canciones que parecen vivir y reproducirse libremente en otras dimensiones.