8
Matador Records / 2021
16/Nov/2021
La carrera de la cantante estadounidense es todo un efecto mandela; tal vez es culpa de los reconocimientos, o tal vez es culpa de los medios y los comentarios de la crítica; pero es muy difícil creer que Lindsey Jordan tiene solo 22 años y que, hasta hace unos días, apenas contaba con un álbum de estudio.
Snail Mail es un proyecto que creció velozmente: en 2018 la intérprete ya aparecía en el radar por los sencillos “Heat Wave” y “Pristine”; con su debut Lush ya se le consideraba como una de las posibles líderes del bedroom pop. Desde el inicio, el mundo ha creído en esta artista de Maine, puede ser su habilidad con la guitarra o sus letras trágicas y punzantes, pero creo que nadie ha dudado de que Jordan es más que un destello fugaz.
Así que ¿qué haces cuando Paste, Pitchfork y Stereogumponen tu debut en su lista de los mejores discos de la década? Bueno, puedes jugar a la segura como lo hizo The Strokes en Room on Fire, o puedes sacudir un poco las ideas. Con Valentine, la cantante ha decidido ampliar su arsenal y conquistar nuevos terrenos, pero todo desde la comodidad de su safe place.
Prueba de aquello es el tema principal del disco, pues aunque nos da una primera probada de sintetizadores y efectos vocales, pronto regresa a la guitarra lacerante que escuchamos en Lush. Podemos ver esta misma fórmula a lo largo del disco, en temas como “Ben Franklin” y ligeramente en “Madonna”.
Este álbum está lleno de cambios, dudas y dilemas. No es una transición, tampoco es un cambio de era, es más bien ver a la cantante acercarse al mar, mojarse los pies y salir corriendo para volver a la cálida arena. Sin embargo, no es un lanzamiento caótico o que se sienta sin dirección, Snail Mail en todo momento nos deja claro que sabe lo que quiere, pero que lo hará a su propio ritmo, a paso humano.
También, hay que recalcar que Valentine no es un disco en el que Lindsey solo experimenta con sintetizadores. La intérprete prueba su rango en diferentes direcciones y se deja llevar únicamente por sus intereses: “c. et. al.” nos lleva en un viaje íntimo, sin arreglos y con la única compañía de una guitarra acústica; totalmente opuesto, tenemos un poco antes a “Forever (Sailing)” que se aleja por completo de los riffs e incluso alcanzamos a escuchar un estilo cercano al R&B.
Si hay una palabra que pueda definir por completo al segundo lanzamiento de Snail Mail esa es depuración. La cantante se deshace de todos los ingredientes que creíamos que conformaban su proyecto en favor de encontrar el punto clave de su esencia. La estadounidense tira por la ventana instrumentos y arreglos para quedarse únicamente con su voz y su escritura con aires de romance nostálgico y tragedia, los dos elementos que en verdad la definen y que ahora le abren las puertas para moverse libremente en cualquier gama de sonidos.
Valentine no es un disco lleno de canciones memorables, pero es suficientemente sólido para dejar a Lindsey Jordan en terreno estable y cumple con un objetivo mucho más grande. Se aleja de la norma del segundo álbum, en el que la mayoría se busca corregir errores o mostrar algún tipo de madurez para que los comiencen a tomar en serio. Ella en su lugar usó los reflectores para darle un impulso a su ambición de convertirse en algo más que una cantante.
Así que hay que seguir creyendo en la cantante de Maine, pues a pesar de su corta edad, ya creó y le están dando forma a su propio cosmos.
7
Mexican Summer / 2021
15/Nov/2021
El renombrado músico Connan Mockasin, famoso por sus característicos arreglos psico-pop-espaciales llega con esta secuela a su exitoso lanzamiento Jassbusters. Conocido especialmente por ser parte de Soft Hair, este anterior disco ayudó a consolidar su trayectoria como solista. En este nuevo álbum, Jassbusters Two, el artista decide dar una continuación al concepto de su lanzamiento anterior, donde los Jassbusters son unos maestros de música que deciden formar una banda y sacar un disco. Este es su segundo disco.
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El disco arranca con “Jass Two”, canción con samples y vocalizaciones extrañas, arreglada de un modo bastante ecléctico pero llevada por una melodía de guitarra muy al estilo particular que ya le conocemos a Mockasin. Continúa con “K is for Klassical”, una canción lenta y ligeramente nostálgica, en la que la melodía nuevamente es llevada por la guitarra. La sensación que más me deja esta canción es, quizás, la de incompletud. En el fondo, se siente como una canción que se quedó a medias, como si algo más fuera a pasar todo el tiempo, pero al final nada más pasa.
“Flipping Poles”, el sencillo promocional del álbum. comienza con una guitarra enloquecida que baja su ritmo y nos deja escuchar lo que suena como una multitud de niñxs-gaviota chachareando en un patio. Ese sonido se va desvaneciendo y da entrada a un beat arenoso y a la entrada de una voz que rápidamente es opacada por la guitarra, que toma el centro del escenario. La característica voz de Mockasin se aparece esporádicamente a lo largo de la canción, sobre todo hacia el final, entrando a complementar muy bien lo que se ha ido construyendo con las cuerdas.
En “In Tune” la voz comienza protagonista, y es más bien el arreglo a su alrededor el que a veces se siente improvisado. El canto se escucha poco inspirado. La segunda parte de la canción abre con un solo de guitarra que nos lleva hasta el final, donde volvemos a escuchar a lxs niñxs gaviota como transición a la siguiente canción, “Maori Honey”. Es la canción más dulce del álbum hasta el momento, pero se sigue sintiendo como algo incompleto, o más bien, poco trabajado. En algunos momentos inclusive me da aires de un intento chafa de Jeff Buckley.
“She’s My Lady”, la penúltima rola, tiene un tono triste pero dulce. Es una canción amena de escuchar, pero realmente no tiene nada memorable. “Shaved Buckley” cierra el álbum con un poco de groove que brilla por su ausencia en el resto del álbum.
Cuando escuché este disco por primera vez me lo expliqué muy fácilmente: “seguramente son los B-Sides de Jassbusters”. Después me di cuenta de que no y mi decepción creció. Todo lo que el primer disco tiene es lo que a esta secuela le falta. Todos los momentos inspirados y memorables no se encuentran por ningún lado en Jassbusters Two. Las primeras veces que puse el álbum, éste ya había terminado sin que me diera cuenta. Mi cerebro ni siquiera lo cachó, lo dejó pasar al fondo.
No se trata esto de tirarle al nuevo proyecto del artista neozelandés. El disco tiene sus momentos chidos, sigue siendo un disco de Connan Mockasin. Es solo que la vara quedó muy alta después del primer álbum y honestamente pareciera que no le echó muchas ganas en esta nueva instancia. Logró un disco que se escucha genérico y chato dentro de su propio estilo y eso nunca es bueno para la carrera de un artista. Las letras fueron improvisadas en ambos proyectos, como parte de la narrativa de los personajes que se crearon para el concepto. Es muy claro en cuál de las dos grabaciones se sentía más inspirado.
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