9
Independiente / 2018
02/Jul/2018
Es fácil caer en simplezas y líneas gastadas al tratar de reseñar un álbum, usar aquellas frases que tanto se leen en revistas especializadas o apenas hablar de obviedades como el sonido de una canción u otra. Incluso yo lo he hecho. Afortunadamente Hipersomnia, Pt. 1 despertó en mí una fuerza que no reconocía como mía desde hace tiempo, me hizo escucharlo más de diez veces y sentarme en el sofá sin luces, tan solo con el EP en repeat. Hay algo único en esas seis canciones que provocan que el ritmo cardiaco se acelere y parezca que el aire falta a mi alrededor. Es como despertar en medio de un sueño musical entre sombras y neblina sin saber en dónde estoy.
Como precaución he de decir que no es un trabajo que mueva tan fácil a quien lo escucha en una primera visita, pero si te quedas lo suficiente te engancha por completo. “Delta” es el corte encargado de abrir el viaje, es una canción que más bien parece el intro de un álbum largo (y es que hay que tener en cuenta que este EP es solo una de las dos partes que conforman Hipersomnia, Pt. 1). Una pieza atmosférica que bajo capas de sintetizadores y efectos sonoros esconden un llamado en el que Manuel Castellón nos grita “¡Despierta!”. Una hipnotizante entrada a un pasaje onírico en el que nos vemos inmersos antes de que si quiera podamos reaccionar y del cuál no querremos irnos. Para cuando tomamos consciencia del lugar en el que estamos “Alma Trémula” llega de golpe y, de un salto, nos hace correr en busca de la persona que nos traicionó, aquella que rompió nuestro corazón y que nos da la espalda solo después de vernos en el suelo. El disco gira en torno a la historia de Macario, el héroe de nuestro cuento oscuro que tiene un referente directo en la película de Roberto Gavaldón, pero no solo eso… es como un Dante bajando a las profundidades del infierno y sus círculos, caminando por un purgatorio, siempre de la mano de Virgilio.
El shock que “Alma Trémula” genera en el oído con la guitarra de Juan y el bajo al unísono galopando sobre una batería que no tiene pudor es una muestra magistral del largo recorrido de Sierra León a través de su trayectoria y una canción que, al menos a mí, me devuelve esa ira y pasión que no sentía desde hace tiempo con una banda nacional. Termina para dar paso al tercer track del material: “Lucía”, con el cuál apela al lado más oscuro de la banda y detalla los sentimientos de contradicción, esperanza y desolación, que se generan después de una ruptura cruda y dolorosa. Los sintetizadores de Seiji junto con el bajo de Mario se combinan al final del track en una simbiosis que mantienen la esencia difusa.
La segunda mitad del EP inicia con “Sombras”, uno de los sencillos del material y quizá la canción mejor lograda de esta primera entrega. De manera curiosa es la luz entre la oscuridad. Un corte en el que la atmósfera musical es densa y se percibe pesada, pero que sin embargo logra equilibrar lo crudo de los tracks anteriores y lo artificial del resto. “Lacerado” es una montaña rusa de emociones, una que inicia subiendo y subiendo, cada riff y cada nota yendo hacia arriba, para después caer en picada para terminar flotando entre una guitarra acústica y sintetizadores y al final regresar al ascenso.
“Hipersomnia” cierra el círculo perfecto: una composición instrumental que está cargada de secuenciadores, loops y cajas de ritmos. La voz de Manuel se escucha por encima de todo, pero en el fondo nos mantiene atados un beat que se mezcla con la batería de Kenji. Y después sentimos que una mano nos jala desde arriba, y el resto de la canción es un viaje ascendente gracias al cual salimos a la superficie para respirar de nuevo, para despertar de esta pesadilla que no es pesadilla, de este sueño que se siente más real que la misma realidad y sentimos como “…gira el corazón, pierdo la razón”.
Sin duda es su mejor trabajo hasta la fecha, es el proyecto más denso y en el que me parece que lograr una cohesión que siempre es difícil de conseguir. Espero la segunda parte con un ansia enorme y agradezco de corazón el que un disco como este sea posible.
8
Parlophone / Warner / 2018
29/Jun/2018
Después de mucho tiempo y rumores de su posible separación, enojos, malviajes y catástrofes inmencionables que solo podrían ocurrir en el mundo de las bandas animadas y ficticias, Gorillaz regresó con Humanz el año pasado. El material que lanzaron fue un pastiche de trap, dance, dub y hip hop que resultó en su álbum más glamoroso y callejero –porque esas dicotomías son enteramente posibles en este caso– a la fecha. Sin embargo, también resultó ser a veces exhaustivo y complicado de digerir en una sola sentada. Era momento de una retirada pronta en lo que se bajaban los humos del exceso.
Y eso terminó este año. Gorillaz quiere sentirse más real y decidió volver a casa con el tranquilo y fascinante The Now Now. Los cameos artísticos estrafalarios y los beats estridentes y catárticos han sido suplidos por melodías sutiles, arreglos melancólicos y una honestidad inusitada en la voz de la mente maestra Damon Albarn. No lo había escuchado tan vulnerable desde el 13 de Blur.
Los pocos momentos en donde se dejan ver invitados es en el grito de verano peligroso que manifiesta “Humility”, en donde el mítico George Benson hace de las suyas en los arreglos. El siempre apreciado Snoop Dogg nos regala un verso que satiriza la vida de superestrella en “Hollywood”, que sirve como puente para no perder el hilo más llevadero de Plastic Beach y el letargo desesperado de este trabajo. En los demás temas, tenemos únicamente a Albarn para que nos guíe por el lado oscuro y tortuoso de su sentir en 2018, y no podríamos pedir a alguien mejor para que nos ceda el paso.
La voz que alguna vez nos dijo “vamos, supéralo, porque el amor es lo mejor que tenemos” en el himno “Tender” del ya mencionado 13 ahora nos abre un mapa lúgubre de EUA que de vez en cuando deja ver destellos de luz funky y divertida. La hipnótica “Tranz” nos manda en hacia un pozo sin fondo en donde cada color es peligroso y atractivo, mientras que “Kansas” y “Idaho” son paradas en donde cada partícula de polvo es un lamento de esperanza al que queremos aferrarnos. Los pasos firmes y sintetizadores insistentes de “One Percent” nos hacen pensar que todo está perdido, pero que quizás eso sea algo bueno, y el cierre bailable de “Souk Eye” hace que un paisaje desolado de noche se convierta en el interior de una bola de disco rota.
Gorillaz ha cambiado lo fastuoso por la poesía y el caos por el silencio. En mi opinión siempre han sonado mejor cuando se resguardan, como en “Tomorrow Comes Today” de su disco debut; en “El Manana” de Demon Days y en “To Binge” de Plastic Beach. Es aquí cuando Albarn –o 2D, si se quieren poner muy técnicos– da rienda suelta a una creatividad más controlada y ofrece capas de sonido y significando poco. Éste era el Apocalipsis del que nos advertían. Es el fin del mundo como lo conocemos y Gorillaz se siente bien al respecto.
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