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Independiente / 2020
La melancolía y la nostalgia son dos emociones que mantienen un arraigado y abrumador perjuicio en la psique humana. Sin embargo, hay cierto encanto en la concepción de ambos sentimientos que musicalmente resulta una tarea titánica a la que Seatemples logró dar forma.
El grupo chileno recién lanzó Trópicos, segundo álbum de larga duración en el que los lúgubres destellos del post punk, coldwave y más géneros se complementan alrededor de 10 canciones para encajar de manera ideal, esto a través de un ambicioso trabajo de producción que no escatima en desenvolver su lírica entre dos idiomas: inglés y español.
Hay que aprender que la nostalgia también es una pista de baile. Así comienza el recorrido con “M.I.S”, track que despliega ritmos electrónicos bastante pegadizos que invitan a cerrar los ojos e improvisar el movimiento del cuerpo. Desde aquí se entiende que los efectos de reverberación y eco son el sello que adorna la atmósfera del disco.
La primera pieza en español llega con la relajada “Ecos” cargada de energía dreampop melancólica, pero más optimista en cuanto a su letra. Tras la ligera bocanada, Seatemples muestra un lado más enérgico con “Holograms” y su guitarra llena de distorsión, un esfuerzo al estilo de The Smashing Pumpkins en Siamese Dream (1993). El lado más áspero (y no de forma despectiva) se presenta con “Verde Catedral” y su beat cercano al rock industrial, bien amalgamado con un riff de guitarra que primero cruje y luego se suaviza. Mucha versatilidad.
A continuación, “Chaosphere” aparece para enaltecer el sonido más puro del post punk que Joy Division aventó al mundo a finales de los 70 con “Transmission” y que este grupo andino revitaliza hoy. Y si el anterior corte rememoraba la época de Ian Curtis, “Nightfall” recoge las moronas de influencia que The Cure soltó con Disintegration de 1989.
La bajista Priscila Ugalde se une al vocalista Patricio Zenteno para combinar sus voces en “Desierto”, canción de rock alternativo que resuena tan hipnotizante que encajaría perfecta para viajar sobre un paisaje lleno de dunas, algo que la lírica relata de manera un poco más poética. Esa misma vibra y el complemento de la voz de Ugalde se repiten “Primavera Negra” que retoma un ritmo de batería surf que no interfiere con la atmósfera de misterio.
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El macabro sintetizador de “Beagle #185” es una pieza que seguro muchos amantes de la cultura gótica atesorarán por la tensión lúgubre que reproduce, mientras que la pieza final, “Yule”, es un ejercicio en el que Priscila toma las riendas de la voz para darle sentido a la improvisación musical etérea y atmosférica que cierra el álbum.
Trópicos de Seatemples pasea por las facetas musicales que se han incrustado en el corazón de los melómanos melancólicos más empedernidos. El único punto bajo es la mezcla de voz pues la lírica es complicada de identificar, pero eso no empaña el trabajo realizado. Destacable la duración de las canciones pues todas rondan entre cuatro y cinco minutos, lo cual habla de un rico proceso creativo además del recurso bilingüe, factor que seguro les abrirá el camino hacia las listas de reproducción en todo el mundo. Lo merecen.