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Half-Light / 2017
El universo musical de Rostam Batmanglij es un caleidoscopio que siempre mantiene una esencia plantada firmemente en sus orígenes. Hijo de padres iraníes y estudiante de teoría musical en la Columbia University, Rostam siempre le da ese toque exótico que a él le sabe a casa en todas sus incursiones musicales, llámese en discos de Vampire Weekend –su ahora ex banda– algunas canciones para Haim, Carly Rae Jepsen o ese matrimonio celestial que fue el misticismo de oriente con los doo-wops norteamericanos que fue bautizado como I Had a Dream That You Were Mine, su colaboración con Hamilton Leithauser. Todo esto podría conllevar a la descripción de Rostam como un autor, apelativo que usualmente se le aplica a cualquier artista con un sello inconfundible en sus obras, y Half-Light es su máxima expresión.
Todos sus elementos habituales están aquí: campanas navideñas, pianos que remiten a una tarde lluviosa, una ligera nata espesa que llena sus producciones de un aire vintage, armonías y percusiones tribales y romanticismo elocuente. La jornada empieza con “Sumer”, un tema que toma de base una rondalla inglesa que sus padres solían cantarle para ahora tomar forma como un cántico mágico, mostrándonos al verdadero niño-hombre detrás de las composiciones. Esta carta introductoria nos conlleva a “Bike Dream”, el primer sencillo formal del disco. "Half-Light" tiene una esencia más electrónica, haciendo un espacio para el futuro en medio de toda la tradición.
Sin embargo, el disco sufre de un desbalance anímico que decae a medida que va progresando el disco. Los paisajes de ensueño de “Thatch Snow” y la cadencia traviesa de “Never Going to Catch Me” son enaltecidos por la energía frenética de “Don’t Let It Get To You”, pero pasan a ser opacadas al llegar a la décima canción, cuando “When” empieza un ciclo de tranquilidad que permanece por el resto del disco, hasta llegar a “Gwan”. Esto podría ser un ejercicio realizado a propósito por Rostam, para que la primera mitad sea la fiesta como preludio a una sesión de coqueteo, pero entonces la segunda mitad tendría ser igual de fuerte.
Es así como empiezan las inevitables comparaciones con sus trabajos anteriores. Lo que hace Vampire Weekend, por ejemplo, es lanzar álbumes de 10 u 11 canciones, pero se nota que detrás de cada canción hubo mucho trabajo, demos y tomas fallidas antes de que cada una se destacara de manera independiente. Half-Light funciona más como una muestra impecablemente producida y descaradamente romántica de todo el universo musical de Rostam, pero le falta un poco más de sentido de depuración para que no suene como un compendio de ideas sonoras que el artista simplemente necesitaba desahogar y no como un trabajo que se pueda degustar de principio a fin sin hacer pausas. Habiendo dicho lo anterior, cada una de esas ideas es como un aperitivo mágico y delicioso que nos deja con hambre para el siguiente viaje.