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Columbia / 2017
“When We Were Young”, el leve latido de The Dark Side Of The Moon era algo casi irrepetible hasta el día de hoy, 44 años después, que Roger Waters, ya sin Alan Parsons de su lado en las consolas, vuelve a emular su magia creativa. Is This The Life We Really Want? Es un disco sin cortes, como si fuera un solo track unificado que debe escucharse en su totalidad, la voz más añeja que aún así alcanza tonos dramáticos, la guitarra acústica que dicta el paso a la lírica introspectiva y rebelde, los ambientes de cuerdas que nos hacen sobrevolar los llanos de Surrey, los samples de cosas que se rompen, un auténtico “Déjà Vu”, y es apenas el segundo tema.
“The Last Refugee” y los ecos de tiempos pasados emanados de una televisión de bulbos, el piano que ya no es de Richard Wright y un tono que nos recuerda a Peter Gabriel en “The Drop”, porque este disco está compuesto de diversas remembranzas sonoras casi imperceptibles.
“Picture That” y de nuevo las voces subliminales que parecen emanar de nuestras cabezas, el pulso siniestro, el andar sátiro del bajo y la batería, los sintetizadores marcando el paso a la crítica de la visión actual de los sucesos importantes e incluso de los cuales tendríamos mejores recuerdos que un video pixeleado y con pésimo audio: “Follow me filming myself at the show, on a phone from a seat in the very front row”.
“Broken Bones” y su invocación ancestral, un carraspeo, las cuerdas de una guitarra acústica, los violines convalecientes, de nuevo los recuerdos que construyeron The Wall salen a flote evocando el final de la Segunda Guerra Mundial y trasfigurando en los lamentos actuales, de Inglaterra a Teheran el mismo dolor por las pérdidas, la música como la esperanza que resiste los embates de los bombardeos.
La canción que da título al disco como la causa de su creación absoluta, frases poderosas que condenan a la humanidad: "It’s not enough that we succeed. We still need others to fail". La crítica a los nuevos tiranos que tan solo son la punta del iceberg, porque todos tenemos un dejo de culpa al omitir la maldad que causa daños colaterales por todo el planeta. Olviden los coros repetitivos de los próximos temas candentes del verano y a los artistas anglo tratando de conquistarnos con un burdo castellano, Waters tiene poderosos mensajes para cimbrar nuestra conciencia política en donde sea que lo escuchemos: “And every time a journalist is left to rot in jail, every time a young girl’s life is casually spent, and every time a nincompoop becomes the president”.
“Bird In a Gale” para continuar con la angustia, seguimos corriendo como el infierno, “The Most Beautiful Girl” y su perfecta calma para entender la conjunción entre Nigel Godrich y David Campbell que con sus collages sonoros y arreglos orquestales complementan perfecto la obra en su totalidad. “Wake Up And Smell The Roses” para volver a la tónica de tiempos pasados y “Wait For Her” para darnos cuenta de que hay vida más allá de Pink Floyd. En algunos pasajes vocales es inevitable recordar a Leonard Cohen.
“Oceans Apart” como preludio al gran final con “Part Of Me Died”, como una parte de cada uno de nosotros que se pierde cada día entre el caos y las malas noticias, que discos como este nos den esperanza y aprendizaje, que nos dejen ver que para un artista hay mucho más que ser el ícono de una banda que quizá nunca volvamos a ver en vivo. Que Roger Waters nos siga sorprendiendo con sus shows pero también con la música que lo ha convertido en un poeta esencial para todos aquellos que nacimos con su legado a cuestas, crecimos con su obra no tan reciente y que compartiremos en el futuro todo lo que nos dejará.