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Wichita Recordings / 2019
El sonido shoegaze es un fenómeno extraño, sus guitarras ahogadas en reverberación de sonido brillante, pero distorsionado y a la vez sofocante, así como sus ritmos melancólicos y vocales difíciles de comprender son un ingrediente que ha permeado la música discretamente desde los 80 a la actualidad. Bandas modernas como Beach House y Ride siguen tomando prestado de este hasta la fecha.
Dicho subgénero se traduce como “admirar u observar con fascinación los zapatos” y hace alusión a la postura que emplean los guitarristas de agrupaciones como My Bloody Valentine, Cocteau Twins, Slowdive o The Jesus and Mary Chain en el escenario, ya que están todo el tiempo al pendiente de que sus pies pisen el pedal de distorsión correcto para generar su sonido de cámara de eco.
Pero a diferencia de sonidos como la psicodelia, el shoegaze es considerado por muchos como un término peyorativo, una etiqueta que hay que sacudirse y la agrupación británica conformada por Mark Gardner, Andy Bell, Steve Queralt y Laurence Colbert se incluye en este desdén por el género.
Hace casi tres décadas Ride se colocaba en la cima del mundo con su aclamado disco debut Nowhere de 1990, pero con la llegada del grunge en Estados Unidos y especialmente con el britpop de su lado del charco, la atención sobre la banda y en general sobre el movimiento shoegaze se perdió por completo.
Una crisis de identidad sonora y tensiones internas, particularmente entre Gardner y Bell –principales compositores de Ride-, hicieron que la banda se desintegrara en 1996 tras tan solo cuatro álbumes de estudio y un par de EPs. No sería sino hasta 2017 que los de Oxford retomarían los instrumentos y su sonido característico con su disco de regreso, Weather Diaries.
Este es el segundo material consecutivo en el que trabajan con el productor británico Erol Alkan –quien tiene créditos de producción en trabajos de Mystery Jets, Klaxons y The Killers-, lo cual habla de una recién descubierta química. Pero a diferencia de su material pasado con este productor, este disco se siente más amplio en cuanto a la paleta de sonidos, parece una amalgama del sonido característico de la banda con un deseo de experimentar un poco con nuevos sonidos y a la vez rendir tributo a una que otra de sus influencias.
En el track uno, instrumental titulado con el nombre de la agrupación como acrónimo, el amplio papel del sintetizador salta al oído, aderezado por samples en reversa, un sonido muy fuzz, potentes percusiones y el uso de vocalizaciones como un instrumento más de la mezcla.
Las comparaciones son inevitables cuando intento hablar sobre este disco, momentos como “Repetition” me regresan al tiempo del britpop más bailable, más adelante “Jump Jet” es uno de los puntos altos del disco con una melodía levantadora, un ritmo enérgico y un sonido que bien pudo encajar en el Get Ready de New Order.
En “Kill Switch” y “Fifteen Minutes” –dos puntos más oscuros del disco- Andy Bell proporciona las vocales principales y hace su mejor imitación de Thurston Moore. En el azucarado y jovial primer sencillo del álbum, “Future Love”, Ride se convierte momentáneamente en una de aquellas bandas cuyo sonido influenció, como Wild Nothing o Real Estate.
“Clouds of Saint Marie” y “Eternal Recurrence” son los dos temas que más nos remiten al sonido clásico de Ride. La primera nos muestra su lado más luminoso y nos recuerda aquella “Vapour Trail” que ayudó a hacerles de renombre hace ya casi tres décadas, mientras que la segunda nos brinda su lado más melancólico sin dejar por completo de lado lo esperanzador (“la luz siempre triunfa sobre el dolor / el tiempo quebrantado quizás no se recupere / pero el amor ganará al final”).
El tema “End Game” líricamente es la contraparte de “Future Love”, pues en esta Gardner ya no canta sobre infatuación, sino sobre un amor muerto en medio de un bajo ligeramente reminiscente a “Aerials” de System of a Down. “Estás muerta como una piedra para mí” y “tratando de recordar, creí que teníamos algo” son algunas de las líneas que recita Gardner.
“Dial Up” y “Shadows Behind the Sun” son temas más bajados de tono donde la banda coquetea con nuevos sonidos y se sale de su área de confort, la primera es un folk que bien podría ser una canción de Donovan y la segunda experimenta con texturas más psicodélicas.
El tema final, “In This Room”, cierra en una nota altamente emotiva y desoladora entre guitarras ahogadas en eco. Su letra retoma el título del disco para describir los pormenores de la fama (“este no es un lugar seguro / no pensaste que lo fuera cuando te formaste para anotar tu nombre”) y un outro instrumental, prolongado y mágico finaliza este material de forma satisfactoria, donde arpegios tintineantes y envolventes brindan una sensación acuática que te sumerge en un mar de melancolía.
This is Not a Safe Place es un álbum que pone a Ride de vuelta en el buen camino, nos da seguridad de que aquel segundo aire que Weather Diaries les dio después de que el mundo los daba por acabados va para rato, que la banda no tiene miedo a seguir experimentando y que aún tiene combustible.