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Vertigo/Capitol / 2019
“¿Quieres deshacerte de algo? Entonces tienes que incinerarlo ¿No quieres volverlo a ver jamás? Déjalo nadar en gasolina”, Benzin.
Decía el jugador inglés Gary Lineker que el fútbol es un deporte que inventaron los ingleses, juegan 11 contra 11, y siempre gana Alemania. Y aunque en el mundial de Rusia, Alemania no pasó la fase de grupos, el equipo teutón es considerado un candidato al título en cualquier competencia de fútbol en la que participe. La idea del país sobre el deporte se extrapola a otros ámbitos, además de que en hechos es un importante actor político y económico en Europa, se piensa que se trata de una nación fría, inteligente, calculadora, fuerte, estable. Una máquina. Un país que se levantó tras la humillación de la segunda guerra mundial y la vergüenza del genocidio judío.
Durante la secundaria nos golpeábamos en el “cóporo”. Puño limpio directo a la cara, sangre en la nariz, manchas rojas sobre las camisas blancas, el uniforme desgarrado. Camino hacia abajo de la escuela había una desviación hacia la derecha, teníamos que cruzar un campo desértico, bajando una colina estaba un arroyo rodeado de árboles al que llegábamos en grupos rivales para ajustar cuentas. Siempre había quien llevaba un estéreo y ponía música de Rammstein mientras civilizadamente nos rompíamos el rostro. “Du, du hast, du hast mich” era el llamado a la golpiza que a veces era campal y otras tantas individual, en aquel entonces nos parecía que la canción hablaba de algo “violento”, lo cierto es que abunda en la respuesta que se da cuando se pide matrimonio, hubiera sido más adecuado escuchar “Bestrafe Mich” (castígame) porque siempre nos ponían una paliza que nuestros padres luego remataban.
Después de no haber publicado nueva música durante una década –salvo un sencillo– la banda alemana estrella Rammstein vuelve con su séptimo álbum en 25 años de carrera, el homónimo disco con las características 11 pistas es, como se podría imaginar, una aplanadora de sonido industrial. Una puesta en escena auditiva, máquina electrónica dramática de techno y heavy metal que expulsa sentimientos y deseos ocultos. Un espectáculo a través de guitarras, teclados sobresalientes y una potente batería conducidos por uno de los frontman más espectaculares de los últimos 10, 15, 20 años, Till Lindemann.
Una parte de la historia de Alemania es narrada en el video de “Deutschland”, el corte hiperpotente que da pauta al regreso de los alemanes, desde la batalla del bosque de Teutoburgo en el siglo 16 A.C.; la Alemania de Weimar; el desastre de Hidenburgo en 1937; el flautista de Hamelín; la hiperinflación de 1920; el tercer Reich; la Alemania del Este con figuras de Marx, Lenin y Erich Honecker; Sigmund Jähn, el primer alemán en el espacio; hasta el holocausto y el período nazi (lo más controvertido del video de nueve minutos) y una serie de símbolos propios de esa nación como la emblemática águila. “Deutschland” es pirotecnia musical: sintetizadores industriales y melancólicos (“Flake” Lorenz), los coros en eco viajando tras la voz de Lindemann como una conciencia atormentada por las culpas del pasado, y una temible batería (Christoph Schneider) que va aplastando al propio tema a su paso.
Diferente a lo que creíamos cuando levantábamos nuestras mochilas llenas de polvo después de habernos reventado el cuerpo, las letras de la banda no son algo parecido a un llamado para hacer sacrificios o comenzar peleas, sus historias, algunas tomadas de hechos reales y otras de la literatura alemana, abundan en el amor, el desamor, el sadomasoquismo, el canibalismo, la homosexualidad, la necrofilia, la pedofilia, el incesto y la geopolítica, en Rammstein, el séptimo álbum, retoman esas historias cruentas como en “Puppe”. Una chica le regala a su hermana una muñeca mientras la encierra en un cuarto y ella se prostituye, la pequeña no se toma el medicamento para dormir y ve que un cliente ha matado a su hermana, en reclamo y dolor le arranca la cabeza a la muñeca. Un horror que quizá solo Edgar Allan Poe hubiera escrito.
Si el sonido de la banda ha logrado una estética inconfundible se debe en parte a que la banda sigue formada por los seis integrantes iniciales, Till Lindemann (voz, la temible y grave voz), Richard Z. Kruspe (guitarra), Paul Landers (guitarra), Oliver Riedel (bajo), Christoph Schneider (batería) y Christian “Flake” Lorenz (teclados), quienes han logrado un sonido fuerte, impactante, dramático, teatral y en ciertos momentos melancólico (“Seemann”, “Klavier”, “Ohne Dich”), con diferentes propuestas a lo largo de sus siete álbumes. En sus primeros dos trabajos las canciones eran enigmáticas con maravillosos sonidos oscuros, en Mutter eran directas y rápidas, casi punk por su velocidad; en tanto los últimos tres álbumes son mucho más accesibles, “comerciales”; su nuevo trabajo se distancia con una electrónica voraz, a ratos explosiva, a ratos melódica, pero nunca oscura como en el inicio. Brutal, sí.
En “Ausländer” los sintetizadores son desquiciados; “Zeig Dich” se ampara sobre un manto electrónico-industrial con coros eclesiásticos; “Radio”, el homenaje a Kraftwerk, inicia precisamente con techno para después romperse con las guitarras, y terminar siendo la base de la canción. El eje electrónico es la base de este nuevo Rammstein que se siente como la idea que tenemos de Alemania, estable, calculador, potente. La máquina musical que tardó 10 años para producir nueva música viene cargada con “Sex”, “Tattoo” y “Was Ich Liebe”; la forma guía hacia unas dramáticas interpretaciones que muy probablemente vengan acompañadas de fuego durante sus shows en vivo. Aún así, ese factor, el error si así lo queremos ver, el que no ayudó a que Alemania pasara la fase de grupos en Rusia 2018, puede que esté en la segunda mitad del álbum metafóricamente pensando, porque algunas canciones se pierden por su propia fuerza, “Sex” es un ejemplo de ello, saturación y atasque. Una camioneta intentando salir de un lodazal pero hundiéndose más a medida que acelera.
En casa dejábamos caer la mochila con la sensación de haber aclarado la situación tras la paliza que nos daban. Si en aquel entonces hubiéramos puesto este álbum durante la batalla, nos habríamos quedado con la idea de que no llegamos a ningún lugar, porque Rammstein es fuerte y veloz, potente y brutal, pero le falta ese sentido y totalidad que tienen algunos de sus mejores trabajos.