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Quemasucabeza / 2017
Una vez, dos personas se encontraron. Parecían hechos el uno para el otro. Las sonrisas eran eternas, los abrazos, las palabras. Bastaron dos semanas para que quedaran prendidos. Eran esos los primeros días de un viaje que prometía ser perpetuo. Tardes que se prolongaban entre listas de canciones cuidadosamente curadas, ratitos de quedarse dormidos y ocasionales visitas al bar en donde diario sonaba esa banda escocesa que cantaban “Rip It Up” y tenían nombre de bebida para el desayuno. Pero un día, las cosas empezaron a cambiar. La desconfianza apareció y con ella todos los problemas. Hasta que las canciones dejaron de significar algo, las distancias comenzaron a incrementarse y el viaje llegó a un final.
Esa historia, la misma con la que se puede identificar más de uno, es quizá el hilo conductor del nuevo trabajo de los chilenos de Protistas. Casi se ha vuelto un cliché alabar el trabajo de los músicos andinos. Ya conocemos de memoria a Dënver, a Javiera Mena, a Alex Anwandter, extrañamos a Astro y cada que hay oportunidad vemos a Los Tres para ver si sale alguien de Café Tacvba. Pero que se haya convertido en una regla, no quiere decir que vaya perdiendo impulso. Es así. Chile es actual punta de lanza en lo que respecta a las propuestas musicales.
Protistas está inserto ahí. Pero no son el clásico electro pop que conquista el Vive Latino. Ellos parecen más cercanos a las disqueras del Reino Unido de mediados y finales de los 80, quizá también al sello neozelandés Flying Nun Records y su sonido de Dunedin en donde las guitarras prístinas son el fondo para historias que nos recuerdan los mejores años formativos. Años que determinan el porvenir, a pesar de ser, muchas veces, recuerdos que salen en esos momentos cuando más flaqueamos en la existencia. Parecieran historias sacadas de las páginas de un diario que lleva mucho tiempo empolvándose, aquél en donde el primer amor figuraba de manera prominente y las ideas eran más impulsivas y pasionales.
Protistas cita por igual a Violeta Parra o a Los Prisioneros, a Niños del Cerro o a Pánico. Por eso no es extraño que no se casen con un género en particular. Hay algo de tradición folklórica, algo de synth y algo de jangle. Esa es la magia de un sello como Quemasucabeza, que podemos encontrar de todo y ahora hasta algunos mexicanos como Vaya Futuro.
De Microonda podemos rescatar muchas cosas. Las letras, los acordes, los sentimientos. Canciones como “Historia natural”, “De casa en casa” o “Entre los dos no sumamos uno” son pasajes que se pueden incrustar en la vida de cualquiera, y que siguen encumbrando al rock chileno, como un bastión innegable de lo que sucede en nuestro continente.
Enhorabuena Protistas, porque son discos como este, los que hacen que la música vaya más allá de los hits, de los millones o de la imagen, son discos como este los que hacen que alguien, un extraño, quizá mientras lee, o va caminando por la calle, esboce una sonrisa por saber que alguien más piensa como él.