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Volcanic Field / 2017
No hace mucho visité la casa en donde crecí. Quise ver a mi padre, a los chicos con los que jugaba de niño, al viejo perro Rottweiler que un día casi mata a mi primo. Por la espalda le escurría una línea de sangre. Fue su culpa, le habíamos dicho que no se acercara al patio trasero. Pobre de él, corrió a 100 mil kilómetros por hora, pero las pisadas de "Gorila" –nombrado así por su tamaño– lo alcanzaron mucho antes de lo que imaginamos. No recuerdo si en ese momento fuimos detrás de él, pero por un segundo creí que ya era demasiado tarde, que nada podíamos hacer y que íbamos a terminar como el rumor de los vecinos. "¿Supiste que el perro mató a su primo?". Cuando reaccioné mi papá se lo había quitado de encima. Seguía sorprendido. Toqué la puerta –a mi padre no le gustan los timbres–, sentí que pasaron años para que él saliera. Más tarde me dijo que aquel perro había muerto de viejo, y cuando le conté mis intenciones de ver a mis amigos, él no contestó nada, seguía viendo el televisor. Uno que otro se marchó de aquí. Otro murió. No quedaba nada de lo que yo había dejado, sin embargo, no me parecía diferente, no me sentía extraño, incluso con las remodelaciones de la casa. Me pregunto si realmente volví o jamás me fui del todo. Si mi estancia era continúa, con la mitad de mi vida estando ahí, pasando como un tren que va y viene siempre a la misma estación y yo era el pasajero que no se baja.
En el libro It Stephen King escribe: “Algunas veces el hogar está en donde está el corazón (...) El viejo Bobby Frost dijo que el hogar es el lugar en donde, cuando tienes que ir, están obligados a recibirte. Desafortunadamente, también es el lugar en donde una vez que entras, no te quieren dejar salir”. Tal vez por eso mi papá no abría la puerta, no estaba seguro de dejarme entrar. Pero alguna fuerza invisible, la fuerza de los años que convivimos, lo obligó. En eso quiero detenerme un segundo… o tal vez más, porque una vez que escuchen Microclimate, lo nuevo de Porcelain Raft quizá no puedan salir de él, quizá no los dejen o quizá no quieran. Es el viejo hogar al que volvemos.
Mauro Remiddi, nacido en Italia, pero establecido en Los Ángeles, continúa tejiendo redes ensoñadoras que hacen difícil querer marcharse de las casas que construye. Su aventura psicodélica es de destinos a los que nunca llegas –ignoras cuándo comenzaste a sentirte tan cómodo en este lugar–, de habitaciones sin salidas –nadie encuentra la llave de la puerta–, de melancolía adictiva a través de pasillos dream pop y shoegaze. Será difícil huir con el agua hasta el cuello, las emociones desbordándose. Microclimate es hermoso como lo es un atardecer anaranjado en domingo. Le han criticado “la repetición de su sonido”, pero no han observado que su música vive en un universo particular, caracterizado por el cambio de patrones en composición y la inclusión de nuevas texturas, lo increíble de su música radica en la totalidad de la canción y su poder para conmover. Y eso no ha cambiado.
En Strange Weekend (2012) los sonidos aparecían en distintos planos, había perspectiva del entorno instrumental, formaba una habitación de sonidos cálidos. “I know, I know, inside this room lots of people looking at you, but just me could see you through”. Dos años después Permanent Signal era un álbum más complejo, la guitarra acústica y los riffs que se expandían a lo largo de las canciones habían dejado el lugar a las percusiones y a un ambiente más electrónico. Tres EP's después Porcelain Raft confirma que es el hogar al que volvemos por voluntad y por necesidad; su composición entre lo etéreo y lo frágil, sujetándose de una voz fantasmal que se desvanece hasta ser cubierta por oleadas de percusiones, sintetizadores y alguna que otra guitarra naufragando en este océano –"Bring me to the river"–. Remiddi puede escucharse claramente, hasta que la guitarra se va descomponiendo en una psicodelia delirante y destrona la voz como instrumento principal, ahora es el eco en tu cabeza que quiere salir, aunque no encuentre manera de hacerlo –"Accelerating Curve"–. Un eco que llega a recordar al Thom Yorke de “No Surprises”. Muy cálido.
Haciendo equipo de nueva cuenta con Chris Coady en la mezcla (Future Islands, TV On The Radio, Beach House), Mauro –el único arquitecto de esta casa– muestra 12 canciones diferentes entre sí, que podrían no pertenecer a este álbum y ser temas aislados, de no ser por su consistencia, su potencial, su tonalidad. Su música se acerca a territorios más profundos, y al mismo tiempo se siente como el viejo Porcelain Raft. Así como este hogar que ha cambiado, pero es el mismo, sacando a flote las emociones escondidas. Microclimate es devastador en cada fragmento. "Kookaburra", "Rising", "The Greatest View", son prueba del talento del italiano. Las estructuras van cambiando según avanzan los temas, hace pausas, después alimenta la composición con arreglos, levanta el tono, el agua sube de nivel y cubre el rostro.
Mi papá seguía viendo el televisor, parecía muy concentrado, sentí curiosidad por saber qué veía. Le hablaba y no respondía. O no me prestaba atención. Me quedé pensando que quizá no me marché hace años, que no dejé atrás toda una infancia, que mi primo no fue atacado por “Gorila”, eso explicaría por qué oculta la cicatriz, y por qué borró la marca de su memoria. Simplemente no me fui. Y mi padre… es gracioso cuando ves las cosas así, con cierta ironía… y mi padre, sin importar que su cuerpo ocupara un espacio en el sillón, que científicamente se pudiera comprobar su existencia, estaba ausente. No se hallaba ahí. Y nunca ha estado.