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Pond — Tasmania

8

Pond
Tasmania

Marathon Artists / 2019

Artista(s)

Pond

12/Mar/2019

Vibraciones electrónicas y pop apocalíptico. Pond y su octava transformación.

Pond ya es un referente en la escena neo psicodélica que ha invadido el planeta por aproximadamente una década. Lagartos conquistando el mundo, automóviles impala revolviendo nuestros sentidos, oscuros ángeles aniquilando el desierto y claro, un Nicholas "Paisley Adams" Allbrook que ha demostrado en repetidas ocasiones ser un frontman de altura. Grandes agrupaciones alterando la realidad. Se agradece vivir en esta época donde la música brota de cualquier continente, ciudad y poblado. Australia, obviamente, un consolidado referente del género que nos hace volar.

Para mí Pond ya no es "la banda del ex integrante de Tame Impala". Ya suena hasta forzado tratar de compararlos. Allbrook y Kevin Parker limpiaron asperezas hace mucho tiempo, y que Tasmania vuelva a tener a Parker como productor de cabecera es una prueba ferviente de la mancuerna que han creado de manera creativa y expresiva. Dos gigantes de la industria colaboran, y debemos estar contentos por ello.

El álbum puede ser considerado como una continuación de The Weathermaterial del 2017 que hizo evolucionar a los australianos integrando más sintetizadores, vibraciones que se expanden y contraen, así como sonidos más aletargados. Aunque el esfuerzo y la calidad de producción es, de verdad sublime, el material nunca atrapa tu atención por completo. Las 10 canciones que integran Tasmania son buenas, pero ninguna termina por hipnotizar. Destellos de Bowie y Prince, hasta me atrevería a decir que el Currents sigue dando vueltas en la cabeza de Kevin Parker y se nota. Pero no existe aquel momento dorado que emociona y nos hace querer repetir una y otra vez. Eso realmente suele ser un problema y el declive del álbum.

"Daisy" y "Sixteen Days" son el preámbulo del registro. Un LP con letras pesimistas que se aminoran con los bajos pop y los ligeros sintetizadores. Este podría convertirse en el álbum más político, melódico y auténtico de Pond. El primero de los temas mencionados, una oda a la psicodelia y su adaptación en el siglo XXI. Hay que decirlo, ya no es el mismo sonido de los 60. Ha mutado y se acopló al desastre en el que vivimos. La segunda, un clásico instantáneo de la agrupación.

El tercer momento de Tasmania lo toma el track que le da nombre al disco. Ya se escucha a un Nick más suelto en la voz, bajos más distorsionados y sonidos intergalácticos. Sin lugar a dudas, este es un punto clave de todo el recorrido. "The Boys Are Killing Me" es un vibrante y encantador tema. Contiene una marea sutil que sube y baja. Olas que se disparan con grandes teclados que proyectan la mente en el espacio. "Hand Mouth Dancer" lleva una atmósfera de los 80 con un intro de ciencia ficción. Pond sabía exactamente cómo quería que sonará esta producción.

Y así como critico que el disco no atrapa, hay que destacar "Burnt Out Star", pieza de ocho minutos y que tal vez, sea lo mejor de Pond en años. Una canción íntima, que toma su tiempo y te envuelve con calma. No hay ningún desperdicio y todo conjunta a la perfección. "Shame" y "Doctor's In" nos regresan a las voces repletas de reverb, cajas de percusión y sintetizadores espaciales. El cierre, también algo que se debe aplaudir.

Es cierto que Pond toma riesgos, suele ser una entidad hermética que siempre sorprende. La innovación, su paso aventurado por el pop, la frescura que se renueva y el continuo crecimiento es digno de elogio. No creo sea su mejor disco, pero si es el sonido más limpio que se le ha escuchado a la banda desde su concepción. Si eres amante del Currents, seguro te llevarás un grato sabor de boca. De lo contrario, puede que te fastidies un poco. De cualquier manera, es algo que se debe escuchar obligatoriamente. ¡Siempre disfruta el viaje!

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Foals — Everything Not Saved Will Be Lost: Part 1

9

Foals
Everything Not Saved Will Be Lost: Part 1

Warner Music / 2019

Artista(s)

Foals

11/Mar/2019

Una turbulencia de emociones para calmar lo vertiginoso de los días que vivimos.

La última vez que me emocioné de manera auténtica por un disco de rock (lo que sea que el rock signifique) fue hace casi tres años, lo cuál es decir mucho si comparamos lo extasiado que me tienen mes con mes materiales propios de géneros como el R&B, jazz, rap o reggaeton… pensándolo bien no sé si sea la persona más idónea para escribir acerca de este álbum. En fin, ya estamos aquí.

Terminando con la idea del párrafo anterior escuchar hoy por la mañana el nuevo trabajo discográfico de Foals fue como una deliciosa ducha de agua fría para despertarte por las mañanas después de una noche de sueño reparador: refrescante, desconcertante, llena de movimiento y aún con todo… familiar.

No es que la banda de Oxford haya descubierto algo insólito, ni que se hayan inventado una fórmula previamente inexistente en la música, para nada; pero hay algo en esta primera parte del Everything Not Saved Will Be Lost que funciona como statement para que la agrupación nos diga “No nos vamos a ir en un largo tiempo”. Esto es quizá para todos quienes afirman(mos) que el rock está muerto y que es hora de dejarlo descansar, porque ¿recuerdan que también el arte (plástico) está muerto? Pues en realidad la música es básicamente como la materia: no se crea ni se destruye, solo se transforma. Y se transforma con la ayuda de fuerzas como la gravedad, la energía, con la ayuda de elementos como la pasión y la emotividad, se transforma para convertirse en algo más poderoso, más cercano a la perfección… porque si no ¿de qué se trata todo sino de evolución?

En la primera entrega del que es un álbum doble tenemos 10 temas que podrían haber formado parte de trabajos previos como Total Life Forever o What Went Down, sin embargo parecen, al mismo tiempo, formar parte de un trabajo superior y eso es lo que es Everything Not Saved Will Be Lost.

Para empezar hay que recordar que este es un material producido por los mismos integrantes de la banda, lo cual, como bien tenemos pruebas, puede ir muy mal o muy bien. Para fortuna de los británicos y de quienes lo escuchamos el resultado es la segunda realidad. El track con el que abren es “Moonlight”, una canción en la que los sintetizadores, las guitarras distorsionadas bajo capas y capas de pedales, y sonidos de un secuenciador crean atmósferas sonoras inmersivas y únicas que nos recuerdan a su segundo álbum. Le sigue el single “Exits”, que ya habíamos escuchado con anterioridad y que nos hizo soñar con el lanzamiento del álbum desde principios del año. Una canción fuerte con el sello de la banda; sonidos pesados aderezados con notas alegres y la voz de Yannis liderando toda la composición.

“White Onions” es el tercer extracto del álbum, uno en el que la frescura de su sonido y la vertiginosidad del tempo nos hace querer saltar mientras gritamos al unísono con el frontman. Me recuerda por alguna razón esas fiestas de adolescencia en la que la banda de tus amigos toca y la euforia, la cerveza y el sudor son los ingredientes esenciales para tener una de las mejores memorias de toda tu vida. “In Degrees” es diferente: más cercana al techno y acompañada de guitarras y una batería en la que la tarola, bombo y hi-hats marcan la cadencia del baile.

“Cafe D’Athens” es quizá mi track favorito, una composición muy madura y excelsamente diseñada para transitar de sonidos en loop que nunca se vuelven repetitivos, una voz en eco que se convierte en un personaje onírico e instrumentos que se complementan entre sí mientras el redoble de la batería y las modulaciones del sintetizador conversan entre sí. Al final del disco llega “Sunday”, una balada que solo pudo haber salido de las manos de los autores de “Spanish Sahara” y que para la segunda mitad de sus casi seis minutos se convierte en una alegre (sin dejar de ser nostálgica) conjunción de sonidos y emociones.

El último tema del LP es “I'm Done With The Word (& Its Done With Me)”, una pieza sublime a piano en la que un sonido de atmósfera suena en el fondo solo para terminar de calibrar la sensación de vacío y melancolía que se acrecienta para el final de la canción y que termina en un diminuendo con el que la conclusión de esta primera parte es total.

Agregar algo más sería innecesario a la vez que insuficiente. Cuando hablaba en un inicio de mi falta de asombro por un álbum de rock en tanto tiempo quería hacer notar lo fascinado que me encontraba con este último trabajo de Foals: es una obra digna de apreciarse, un trabajo magistral y, para mi opinión, su mejor disco hasta la fecha. Sí, tenemos Foals para rato.

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Pond — Tasmania