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BMG/Infectious Music / 2019
Con frecuencia se suele describir a la mayoría de sonidos como rock alternativo. Se trata de una etiqueta que ha perdido todo significado con el pasar de los años. Aunque si existe un grupo insignia que realmente definió lo que era romper esquemas para diferenciarse de los demás es el cuarteto de Boston, Pixies.
Han pasado 33 años desde que cuatro amigos universitarios se reunieron por primera vez con la intensión de formar una nueva banda. A partir de sus diversos gustos e intereses fue que nació un estilo que marcó a más de una generación. Nunca alcanzaron la fama ni vendieron millones de discos pero el trabajo de Black Francis se aprecia en todos sus discípulos. Desde Nirvana hasta Radiohead y héroes locales como Los Esquizitos.
Ahora, después de una espera de tres años, el combo tiene listo su nuevo álbum en estudio. A pesar de que en años recientes existió un importante cambio en la formación de la banda, el interés por crear nuevas canciones no ha desaparecido.
La pieza con la que abre Beneath the Eyrie es "In the Arms of Mrs. Mark of Cain", la cual ofrece unos segundos de misterio para finalmente unir las guitarras con el bajo, la batería y voz. Se aprecia un sonido sereno y moderado que evita todo tipo de malabarismo. La energía está guardada para más adelante.
De inmediato llega “On Graveyard Hill”, primer sencillo que se dio a conocer del trabajo. La composición es protagonizada por el bajo de la argentina Paz Lenchantin, quien tiene un difícil reto ante sí. Tener que reemplazar a Kim Deal no es una tarea sencilla pero alguien tenía que hacerlo. En este caso, la canción trae de regreso la clásica estructura tranquila-salvaje-tranquila que caracterizó al cuarteto en los 80. Es la fórmula que tanto adoró Kurt Cobain hasta copiarla en muchas de sus canciones.
Por otra parte, en “This Is My Fate” lo que más destaca es la batería de David Lovering, quien nunca ha sido un virtuoso pero ya cuenta con un estilo bien definido. Para resaltar del resto de sus colegas no es necesario ser una bestia en los tambores sino saber cómo utilizarlos. Su secreto es saber aprovechar los recursos que tiene a su alcance y nunca abusar de la velocidad.
En la segunda mitad del disco hace su aparición el curioso tema “Los Surfers Muertos”. Detrás del título en castellano se encuentra un tema dedicado a las playas mexicanas y los guerreros que enfrentan las olas del mar. El ritmo semi lento invita a la retrospección, la cual se rompe al escuchar “St. Nazaire”, una acelerada bomba de tiempo que apenas supera los dos minutos de duración. Aunque tal vez su mayor virtud sea el traer de regreso los gritos de indio apache de Black Francis como acostumbraba hace tres décadas.
Aunque es claro que no se trata del mejor trabajo en la carrera de Pixies, lo cierto es que supera por mucho a sus dos últimos materiales. Tal vez el enojo y las guitarras endemoniadas ya no se escuchen como en los inicios de la banda, pero en el fondo se mantiene la esencia que dio origen a lo que alguna vez se denominó como rock alternativo.