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Oneohtrix Point Never — Age Of

9

Oneohtrix Point Never
Age Of

Warp Records / 2018

Artista(s)

Oneohtrix Point Never

Los caóticos tonos del barroco electrónico.

“El surrealismo siempre ha sido más interesante en tiempos de agitación política. Hans Bellmer creó sus muñecas fetiche como un medio de aferrarse a sus deseos frente a la opresión nazi. Los humanos contorsionados y mutados de Francis Bacon fueron en respuesta a la abrumadora muerte que enfrentó durante la Segunda Guerra Mundial. Ahora, en el tiempo del Trumpismo, de Steve Bannon y la derecha extrema, lo más cerca que Estados Unidos ha estado de la destrucción, es Jim Shaw quien está cuestionando esto directamente”, escribe Adam Lehrer sobre la última exposición de este artista estadounidense en la galería Metro Pictures ubicada en Nueva York.

Dentro de esta exhibición Jim Shaw presentó el cuadro The Great Whatsit en el cual tres chicas con apariencia de pertenecer a los suburbios estadounidenses miran asombradas un resplandor blanquecino en una clara referencia al film Encuentros cercanos del tercer tipo del cineasta Steven Spielberg, pero este brillo no proviene de una nave espacial, sino de una laptop de Apple. Lo que nos deslumbraba hace 30 años ha cambiado, antes era lo desconocido, ahora es la tecnología y la implicación social que conlleva, el capital económico y el presentismo desmesurado. Oneohtrix Point Never utiliza este cuadro como portada de su más reciente álbum Age Of, a manera de simbolismo de lo que el músico quiere expresar: la alienación total de una sociedad sobreinformada, la preocupación por el capitalismo hipersalvaje, la inteligencia artificial como otro ser que el humano abandona a su suerte.

El artista neoyorquino que crea música religiosa de una sociedad alienígena se desborda en un álbum que incluye clavicordios, música barroca y un sabotaje electrónico de cualquier belleza hasta crear un caos sonoro de alcances desastrozos, igual de bello, pero desastrozo al fin y al cabo, el concepto tradicional de melodía desaparece por completo. El homónimo track con el que empieza "Age Of" es un delicado tema que poco a poco comienza a corromperse con distorsiones y gruñidos salvajes, una introducción al álbum que marca el tono del resto de canciones. En "Babylon" le canta a Nueva York, a la ciudad que se ha convertido en un eco-desastre moderno, la ciudad que ama y odia por su perversidad, “es fácil ser engañado, para bien o para mal, tan difícil de abandonarla” canta Oneohtrix Point Never en una pista que podría ser una anti-balada por el carácter siniestro. La línea de bajo de "The Station" es ¿arropada? con la voz trastocada de Daniel Lopatin (nombre real de OPN) en una narración que podría ser referencia de la película The Thing de John Carpenter, un alienígena invade el entorno del protagonista: “quiero ver lo que hay dentro del alien, quiero sentir tus órganos al revés, nadie necesita esta información, pero te la daré de cualquier manera (…) toda la estación arderá”. Y en esta caótica pista aparece un punteo de cuerdas rítmico que rompen con la estructura previa y convierten la canción en dos fragmentos, el segundo, el del punteo es azotado por algunos tonos electrónicos.

El concepto del álbum está dividido en cuatro etapas, Age of Ecco (la humanidad sin lenguaje y sin capacidad de expresión), Age of Harvest (con la expresión resuelta, comienza la extracción de nutrientes de la tierra, la sobrevivencia), Age of Excess (la tierra comienza a secarse como consecuencia de la explotación), Age of Bondage (la humanidad ha acabado con todo y no hay adónde ir). Age Of es una severa crítica a la trayectoria de la humanidad que Lopatin explora en su parte más oscura a través de la electrónica industrial desafiante de temas como “Warning”; el avasallante y catastrófico sonido de “We’ll Take It” que se hace más potente con las capaz de sonido omnipresentes. En otros temas explora la potencia digital de la inteligencia artificial abandonada por su creador y rogando por su muerte, “deshaznos, deshazte de nosotros a continuación”, hasta que viene el vacío en un desolador tema como “Last Known Image of a Song”. Aquí el ser humano es visto como un desalmado capaz de abandonar incluso a las máquinas que él ha creado a diferencia de otras visiones distópicas que traicionan a la humanidad al independizarse y tener libre albedrío.

Producido por el propio Lopatin, el álbum cuenta con el apoyo y la mezcla de James Blake, así como con las voces de Prurient y Anohni, un ensamble de ensueño para un concepto al cual podría aplicarse la misma idea del inicio de esta reseña. En estos tiempos de destrucción, un artista refleja el sentir caótico e incierto que se siente en el ritmo fluctuante que es vivir en esta época. Un período en el cual la política se hace a través de Twitter, el contacto humano es por medio de celulares, el éxito en una economía capitalista se consigue por medio de lo material. Qué tiempos… qué tiempos.

130936
Melody's Echo Chamber — Bon Voyage

9

Melody's Echo Chamber
Bon Voyage

Fat Possum Records / 2018

Artista(s)

Melody's Echo Chamber

Viajando con el corazón de Melody's Echo Chamber.

Érase una vez, en 2014, una cantante con voz etérea y tímida llamada Melody Prochet discretamente al lanzar su primer material bajo el nombre de Melody’s Echo Chamber. El resultado era una ofrenda de pop psicodélico/pastoral en donde entonaba versos llenos de surrealismo mágico y soñador a ritmo de guitarras distorsionadas, cuerdas disonantes y baterías llenas de filtros y ecos.

El ruido que ocasionó en la escena independiente se debió en parte a Kevin Parker, líder de Tame Impala, quien descubrió su primer proyecto, My Bee’s Garden, algunos años atrás. Fue telonera de su banda en los inicios y, eventualmente, inició una relación sentimental con el músico. La influencia lo-fi y cargada de melodías se notaba a leguas en su material (fue producido por el mismo Parker), por lo cual se convirtió en uno de los estandartes femeninos en la creciente escena del revival psicodélico de finales de los dosmil. Todo iba viento en popa, pero un accidente casi fatal que le provocó un aneurisma cerebral y la ruptura con Parker cambiaron todo.

Y así es como empieza el exquisitamente doloroso camino a Bon Voyage, su segundo material de estudio que combina lo mejor de su previo trabajo con una deslumbrante apertura al resto del mundo y las posibilidades musicales más allá de un horizonte sonoro propuesto por tantas bandas en esta categoría. Al igual que cualquier relación sentimental, Prochet no ve lo anterior como lamento, sino como aprendizaje para llevarlo hacia fieros y temerarios límites, muy al estilo de Laetitia Sadier, Anna Calvi o St. Vincent.

El disco empieza de forma tenue y engañosa con “Cross My Heart”. Un tintineo de guitarras por ahí, un coro envolvente por allá –una vez más suena a lo que nos tiene acostumbrados, tal vez–. Pero entonces la canción cambia de velocidades y se transforma en trip hop y tropicalismo, en donde The Avalanches y Gal Costa podrían coexistir y tomar caipirinhas mientras Prochet los seduce. Después sigue “Breathe In, Breathe Out”, en donde la distorsión toma el control entre silbidos, riffs tristes y sítaras. Con cada canción, Prochet toma con resignación lo que ya no encuentra y, en vez de sufrir, se pone a cantar acerca de civilizaciones perdidas o universos paralelos, como metáfora a todo lo que el resto de su vida puede ofrecerle.

Muy en la línea de actos sesenteros como The Byrds, Karen Dalton e It’s a Beautiful Day combinado con la modernidad que nos da MGMT o Pond, Prochet combina lo viejo con lo nuevo y añade lo inusual y escandaloso. Simplemente escuchen “Desert Horse” y deléitense con los gritos impredecibles que la cantautora se atreve a usar como recursos relajantes, para después cantar en autotune. Como si Daft Punk tocara una balada en el desierto de noche.

La última pieza del álbum “Shirim” es el último adiós a las desgracias de antes para ver lo que sigue con nuevos ojos. Es como una respuesta a “Eventually” o “‘Cause I’m a Man” de Tame Impala, temas en donde el susodicho Parker se adjudicaba la culpa. Aquí es donde Prochet también admite un poco de la carga que conllevó al fin del idilio, y en donde abraza la madurez como persona y como artista. Con solo siete temas, Bon Voyage es una aventura hacia los confines más coloridos y contratantes no solo de la música psicodélica, sino de nuestro proceso humano de recuperación. “‘Cause I know that I’ll be happier and I know you will too, eventually”, cantaba Parker en su momento. Parece ser que Prochet ya llegó a ese punto. Bien por ella y por nosotros que la escuchamos.

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Oneohtrix Point Never — Age Of - Indie Rocks!