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ZZK Records / 2019
En esta entrega, Nicola Cruz regresa a un camino de búsqueda y cosmogonía a través del sonido. En el pasado EP Inversions (2018), se notan fríamente sus raíces del deep house con un early play de supraproducción en bajos y mínima frecuencia, parecido en producción al EP Noise Within Us (2013), el cual hereda algunos matices en las últimas piezas de este nuevo material.
En Siku nos damos cuenta que regresar a las raíces le ha dado una aura única al material. Después de que me dedicara al escrutinio de este long play, al probarlo en distintos altavoces, audífonos y estados de ánimo, sigo pensando que es una joya dentro de la discografía del artista. Un material que vale la pena escuchar más de dos veces y como en alguna entrevista menciona uno de los productores nacionales favoritos de la industria Paco Huidobro. “Pocos discos son para escucharlos más de dos veces”.
La interconexión musical nos da para viajar a nuevos universos sonoros cada que encendemos el tocadiscos o le damos play al streaming de la plataforma favorita, en este caso nos podríamos ir un amazonas místico futurista, donde las distopías provocan una utopía.
El deleite sonoro del "Siku" es único, la mezcla de percusiones, bajos, flautas, grabaciones de campo sumamente producidas para desentrañar onda sonora, causa magia y logra encantar al oído, calmarlo, al tiempo que sugiere entrar en un trance único.
El primer track del disco “Arka”, es una alucinación en la cual te guía, la flauta de pan andina, y sus percusiones medias. Fue producida y compuesta junto al argentino Esteban Valdivia, quien tiene una concepción del aire y a la armonía peculiar que crea una gran reverberación más allá de los labios y el aire dentro de su flauta en la música contemporánea.
Los paneos, la simetría y la localización de las distintas frecuencias hacen que el mínimo detalle explote la psique, y... si estás dentro del misticismo, el aura cambia de color al escuchar los cascabeles prehispánicos dentro de la progresión que junto a tambores de ritual, someten al trance del interludio.
El track que da nombre al álbum alude al nombre de la flauta andina. Dicha pieza empieza melódicamente a sobrecoger y sumergirnos en esta jungla sonora mística con su mínimo paneo izquierdo y su estilización de baja frecuencia. Nos pone a reflexionar el medio con la transición de maderas y sintetizador, que nos remonta a este futurista del neo wave, en su más elegante expresión dando forma a unas percusiones overheads que simplemente dan espacio a una aurora boreal dentro de la Cordillera Azul.
Los ruidos en “El diablo me va a llevar” hacen alusión a cualquier posesión del mal viaje de introspección psicotrópica que, acompañado por marimbas y distorsiones de retraso, dejan una sensación que te aterrizan con la reverberación y retroalimentación a ese comienzo del consumo de estupefaciente.
En este caso al inicio de la melodía del track, siendo este el fin del mal viaje, el cual al relajarte te deja entrada a la melódica y guapachosa composición de “Hacia delante”, donde el siku y los versos incitan a la armonía del camino, acompañado de una retórica interesante en la lírica, para encontrar en metáfora “Criançada”, líricas en portugués a cargo del brasileño Castello Branco.
La libertad dentro de la voz colombiana Alejandra Ortíz del dueto sueco-colombiano Minük nos puede remontar al fresco de la brisa y el viento del místico Cerro Autana, donde los agudos a los que llega Alejandra figura al trino de aves amazónicas en el track “Voz de las montañas”.
“Siete” es el track que en conjunto de beat y sitara nos lleva de paseo por una transitada progresión de caja siku que lleva y eleva al discontinuo del estar, con unos bajos un poco saturados que conmociona el trance amazónico.
Por su parte “Obsidiana” y sus djembes paneados con sitara crea un oasis monótono, a punto de despertar del trance de yagé mientras el bajo y sintetizador nos revuelca una y otra vez al ritmo cayendo dentro del sopor psicotrópico para llevar a una realidad sintética.
“Señor de las piedras” es una melodía llena de filtros y procesos a la frecuencia baja e instrumentos análogos, que acompañan líricas escondidas en lenguas nativas, que dejan en esa monotonía del día a día para así preparar los agudos de las campanas.
El dulce xilófono y sintetizador en “Okami”, que podría hacer alusión al japonés de “gran dios”, se desenvuelve con agudos y nos quita la presión de las bajas frecuencias por la distribución de onda para dejarnos en el retraso de reverberación y el sabor mundano espiritual de la percusión de Marcio Pinto en “Esu Enia”, donde el efecto repetición de beat, progresa la sonoridad digital y nos deja ver la sumisión del ruido digital al análogo.
En fin Siku es un excelente material para proseguir en la búsqueda mística del sonido de Nicola Cruz.