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Muzz — Muzz

10

Muzz
Muzz

Matador Records / 2020

Artista(s)

Muzz

01/Jun/2020

Muzz: La genuina vibra cósmica de tres talentos únicos.

En alguna ocasión se le preguntó a Paul Banks si tenía más libertad en sus proyectos fuera de Interpol, a lo que él respondió: “Tienen que ser diferentes, por eso existen”. Hoy, más que nunca, esa afirmación cobra sentido con Muzz, su nuevo proyecto junto a Josh Kaufman (Bonny Light Horseman) y Matt Barrick (The Walkmen).

Su álbum debut abre con “Bad Feeling”, el sencillo que puso las cartas sobre la mesa. Un track que solo necesitó una toma, tan natural que se va como agua entre los dedos. El Farfisa destella con genialidad junto con la gran revelación: la cautivadora calidez de la voz de Banks.

“Evergreen” nos da un ligero giro con un guiño a los temas más seductores de Banks & Steelz, pero con un toque retro en las guitarras, para después dar paso a “Red Western Sky”, una pequeña muestra de lo que la banda puede ofrecer: introspección y emotividad en las letras y una gran instrumentación. 

“Patchouli” nos envuelve desde las primeras notas con una melancolía y rusticidad que nos recuerda a Fleet Foxes, banda con la que Barrick toca durante las giras.

Y llega “Everything Like It Used To Be”, uno de los puntos altos del álbum, las vocales profundas se nos hacen familiares, incluso podríamos confundirlas, hasta que oímos un reconocido falsete. Josh Kaufman brilla en todas las canciones, pero en esta en particular, nos damos cuenta que él es quien le da la calidez a este sonido, él es quien viste diferente la voz de Banks con coros femeninos y cuerdas exquisitas.

El punto alto continúa con “Broken Tambourine” donde Barrick necesita una mención especial. La batería crea por completo la atmósfera de una canción que habla sobre los desiguales momentos de tristeza y alegría; cómo la maravilla no puede existir sin los momentos de desolación. Fue una de las primeras canciones creadas por la banda y la que indicó por dónde debía seguir su sonido.

Knuckleduster aparece para guiarnos a otros rumbos, la más energética del disco, probablemente la única que tiene un poco del ADN de Interpol. Matt Barrick vuelve a ser protagonista, sutil pero poderoso. El guiño al indie rock de los dosmiles que los vio consolidarse a cada uno por su lado.

“Chubby Checker” nos lleva por otra curva, un track más etéreo con un velo misterioso que poco a poco se va esfumando con la delicadeza de la guitarra. Una vibra vintage que la hace atemporal.

“How Many Days” es otro recorrido a los sonidos del pasado, más hacia lo áspero y rústico de los 70 que se aleja un poco de los momentos cálidos para darnos un sonido más oxidado, distorsionado. “Summer Love” nos regresa a la sensación etérea, minimalista, un susurro tenue que nos invita a acurrucarnos en una irresistible manta acogedora.

Estamos en el segundo punto alto. “All Is Dead To Me” nos regala una de las letras más emotivas, la cual es enmarcada con, posiblemente, la más hermosa instrumentación del disco; el talento de la banda en todo su esplendor. “Trinidad” es el dulce cierre que en momentos nos recuerda al exquisito folk de inicios del siglo. Es la bajada lenta del cilindro del piano que nos indica el final del recorrido y nos deja con un tímido suspiro.

¿Qué fue todo esto? No es folk, ni jazz, ni soft rock, ni punk o indie rock. O tal vez sí, es todo lo anterior. Eso es Muzz, una combinación perfecta de todas sus partes con el ADN de cada proyecto alterno y el talento único de cada uno de sus miembros: la sutileza y potencia de Matt Barrick, la genialidad de Josh Kaufman y la sensibilidad de Paul Banks.

“Tienen que ser diferentes. Por eso existen”. Y así es como deben ser lo proyectos alternos. Banks se sintió cómodo cantando más bajo y delicado, sus letras dejan de lado los personajes ficticios para acercarse más a lo íntimo, incluso su proceso en la creación de las letras fue diferente, aceptando recibir retroalimentación de Kaufman y Barrick para permitir que los tres fluyeran de la misma manera con la música.

Tenemos una gran química juntos. Es en parte por haber compartido los gustos musicales desde pequeños, como yo con Josh, pero también es por el alma de amigos que resuena conmigo cuando nos expresamos a través de la música. Yo creo que es algo cósmico”, Banks lo dijo todo.

El disco homónimo de Muzz es tan natural, honesto y atemporal que resulta sorprendentemente refrescante, sin necesidad de descubrir un nuevo sonido, solo la vibra correcta que deja hablar a la música por sí sola.

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Mrs. Piss — Self-Surgery

10

Mrs. Piss
Self-Surgery

Sargent House / 2020

Artista(s)

01/Jun/2020

Auto-cirugía para encontrar la calma.

Si Janis Joplin era llamada la bruja cósmica, podríamos erigir a Chelsea Wolfe como nuestra arpía cyberpunk, oscura diva, flagrante nébula endemoniada. Agradecemos enormemente su prolífica inventiva, levantamos altares a su voz y veladoras prendidas ante su presencia. En este verano maldito de encierro, cifras letales y riesgos de contagio, Self-Surgery de Mrs. Piss, proyecto de Chelsea junto a la multiinstrumentista Jess Gowrie, es un lamento necesario de tránsfuga y depuración de nuestros males. Los gritos que no podemos sacar por temor a ser etiquetados por la letra escarlata de la locura, porque tal vez mientras nuestros vecinos hacen yoga, resuelven sus conflictos a gritos u organizan sus enseres bajo la guía de Marie Kondo, seríamos tachados de maniáticos por escuchar tal música.

“To Crawl Inside”, como escarbarse a uno mismo buscando lo que nos aqueja, bienvenido al teatro de la demencia, donde las butacas respetan la sana distancia, que un susurro sea la guía y los riffs de “Downer surrounded by Uppers” te arrastren al pasado, a aquel sonido que Hole dudó en capitalizar (porque hay una gran distancia entre “Violet” y “Malibu”, o tal vez podríamos culpar a Billy Corgan), que Tairrie B logró grandiosamente con Manhole, Tura Satana y My Ruin pero que pocos conocieron (quizá ella era una Chelsea post-social media), o la versión wicca de Babes in Toyland

“Knelt” y su esencia doom, las alas de un cuervo extendiéndose y surcando el cielo gris de Salem, veladoras negras atrayendo al olvido, que el fuego extinga los pasados dolores, que esta oscura letanía nos sirva de amuleto contra los planetas retrógrados y sus vicisitudes. El lento y álgido andar de la batería y los coros cual anunciación de mal agüero. “Nobody Wants to Party With Us”, ese ánimo electro-goth que nos hace preguntarnos qué fue de los Spooky Kids de Marilyn Manson, qué estaría haciendo actualmente Mindless Self Indulgence, una especie de The Knife con guitarras en lugar de moogs

“M.B.O.T.W.O.”, las influencias y el desagravio, cómo con tan poco puedes crear tanto, cómo es que un dueto aniquila una sinfonía, la esencia punk de no pasar de los 2 minutos de canción, “You Took Everything”, en el estricto sentido creativo, y se combina inconscientemente, toda esa música que curte permanece: un oscuro riff de Black Sabbath, el discreto doble bombo que en su estado natural da el ímpetu combativo al thrash, y la voz de un ángel caído que lamenta su condición de exiliada del paraíso. 

“Self-Surgery”, una versión diabólica de Jack y Meg White, lenta y amarga, de luto antes que de energía, una pizca de Veruca Salt, The Donnas en Halloween haciendo sacrificios con gatos negros en vez de pedir dulce o truco. “Mrs. Piss” da nombre a este infalible dueto y a la última canción de este álbum que más que un experimento parece una necesaria distracción, salir de lo habitual, la zona de confort que se convierte en cenizas. El Grrrl Power tan necesario en estos tiempos donde el cobarde enemigo está en casa, en las calles, y en las redes sociales, pero el empoderamiento en todas sus formas siempre será superior. Más monumentos manchados con pintura, más protesta antes que silencio, más auto-cirugía antes que esperar que el acomodo de los astros nos salven, más discos como este para rabiar antes que quedarnos callados y seguir las tendencias. Cierra el Tik Tok y escucha a Mrs. Piss.

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