9
BMG / 2020
31/Mar/2020
Hemos visto tiempos mejores. La revolución ha sido interrumpida –más no paralizada– por la cuarentena. Y como caído del cielo, estos últimos días fue liberado en su totalidad el más reciente trabajo del siempre polémico Morrissey, que de la mano de BMG regresa al ruedo con Im Not A Dog On A Chain, un larga duración conformado por 11 tracks que va a complacer a los fanáticos más fervientes del divo de Lancashire, por sus grandes destellos del estilo narrativo –casi autobiográfico– que lo ha caracterizado por años.
Son tiempos de aislamiento y sana distancia, y claro la música ha sido un poderoso bálsamo para muchísimas personas alrededor del mundo, y este trabajo del Moz no es la excepción. Los conciertos online y el fácil acceso a contenidos multimedia de parte de artistas, músicos y creadores en general le han cambiado el ánimo a una población mentalmente inestable por el exceso de información y la necesidad de prevención.
En las noticias y en redes sociales no se escucha más que el común denominador COVID-19, el nombre científico del protagonista de esta semana, las pasadas y las siguientes que nos faltan. Y aunque hayamos perdido un poco la noción del tiempo cada quien desde su trinchera ha aportado una pizca de vibra positiva –como dijera el maestro Marley– para sobrellevar estos días inciertos, es por eso que la música seguirá aportando –de diferentes formas– a hacernos la vida un poco más sencilla.
Este álbum producido por Joe Chiccarelli –un viejo lobo de mar que ha trabajado con U2, Tori Amos, The Killers, Café Tacvba, entre otros– resulta ser una placa con un sello back to basics a la crónica desfachatada del ídolo de Manchester, aderezado con elementos electrónicos a través de sintetizadores y ayudado por loops para generar puentes.
“Jim Jim Falls” es la pieza inaugural del álbum, donde es claramente notorio el énfasis en los teclados, conjugada con estas clásicas historias de personajes incomprendidos que bien podríamos ser cualquiera de nosotros. Al igual que la portada del disco donde se aprecia a un Morrissey en contra picada con una pronunciada sonrisa, el receptor también podrá darse cuenta que esto pinta bien y dibujarse en su rostro una mueca parecida.
Aplicando la formula “De menos a más” nos encontramos con “Love Is On Its Way Out”, otra peripecia lírica combinada con la precisa mano de Chiccarelli, con un hermoso arpegio que funge como puente para llegar al clímax de la canción. De las mejores del álbum, definitivamente.
De inmediato y sin contratiempos topamos con pared con “Bobby, Don’t You Think They Know?”, estridente en sus percusiones, directa, y posiblemente hasta con flashback bajo el brazo… ¿Recuerdas “William, It Was Really Nothing” de The Smiths?. El valor agregado de esta pieza la encontramos en la magnifica aportación de Thelma Houston con su voz. Una genialidad de cinco minutos con cuarenta y seis segundos de duración.
La intensidad sigue latente en “Knockabout World”, donde reina la acidez con un toque nihilista, un terreno que –como fue mencionado anteriormente– conocen los más cercanos seguidores de la carrera de Moz, que se encarga de manejar a diestra y siniestra la dualidad de la letra triste sobre un fondo musical alegre. Tal parece que el “Charming man” sigue vivo y ha quiere reclamar su trono.
Claro que no todo es maravilloso en esta placa, pero tampoco nada de que preocuparse. Ejemplo de ello tenemos a “What Kind Of People Live In These Houses” y “Once I Saw The RIver Clean” que se quedan cortas al ritmo y contenido propuesto por el disco. Sin embargo, en “Darling, I Hug A Pillow” se rehace y llega otra remembranza del ya lejano Years Of Refusal del 2009 al escuchar esas trompetas que emulan de inmediato a “When Last I Spoke To Carol”. ¡Deleite de canción!
Acercándonos casi al cierre llega una avalancha de instrumentos plácidamente acomodados dentro de “The Truth About Ruth”, desencadenando una atmósfera –por momentos– siciliana, mientras Morrissey revela que Ruth es Jhon. Descubre tu mismo el final de esta historia. Como una especie de despedida hacia un ser querido, el álbum concluye con “My Hurling Days Are Done”, apropiada para cerrar un ciclo o simplemente darse un giro de ciento ochenta grados.
Nunca es tarde para reivindicarse en ciertos aspectos. Sin contar el fugaz California Son, –por ser un disco de covers– Im Not A Dog In A Chain si supera ampliamente a su antecesor Low In High School del 2017 para regresar a las raíces de una forma fresca, combinada con una producción impecable, apasionante en sus arreglos y la satisfacción de poder escuchar ese vibrato que sigue vigente en la voz de Stephen Patrick Morrissey. Como siempre habrá opiniones divididas, pero tal parece que le ha llegado un nuevo aire al nacido en Lancashire, y por supuesto dará mucho de que hablar, como es costumbre, con declaraciones y las contadas entrevistas que pueda llegar a conceder. Será cuestión de tiempo.
Aún falta escuchar alguna de estas canciones en vivo, pero primero debemos vencer este reto que compartimos como planeta y como sociedad, romper esa visión de libertad en cuarentena y comenzar a cuidarnos enserio.
Carlos Monsiváis titulaba a su libro de 1970 Días de Guardar como una analogía de lo acontecido en 1968, y es inevitable ponernos a pensar que ahora, en marzo de 2020, nuestras rutinas se resuman a ese mismo titulo, y ojalá que como pueblo también entendamos que la misma unión que imperó en aquellos estudiantes y ha renacido en catástrofes como en los terremotos de 1985 y 2017 nos vuelva a contagiar a los mexicanos de la actualidad para salir de esta. Hemos visto tiempos mejores, pero nos vamos a levantar.
8
XO / Republic Records / 2020
30/Mar/2020
Zoom… zoom… zoom. Uno tras otro pasan rápido los autos, resaltan sus luces delanteras y aunque van a velocidad alta, con la música hasta arriba, frenan en el tope de la esquina, brillan las luces traseras en un rojo intenso. Zoom. Una persona con gorra camina sobre la acera, mira hacia atrás, sigue derecho, enseguida gira de nuevo. Es media noche. En el otro lado de la calle va una pareja, traen una cerveza en la mano, se escuchan sus risas. Se tambalean. En algún punto todos coincidimos, yo vengo detrás de la primer persona, un chico, por cierto. Nos miramos los cuatro por un segundo y mi cuerpo se pone alerta. Quién sabe qué ocurra en seguida. Tal vez todo, tal vez nada. Como dijo The Weeknd a Apple Music sobre After Hours, después de media noche podemos encontrar el amor, el miedo, amigos, enemigos, violencia, baile, sexo, demonios, ángeles, soledad y unión.
Hay algo en la noche, aún no sé qué es, pero se despierta otro mundo. Suceden algunos de los eventos que se quedan con nosotros indefinidamente, que nos marcan como personas. The Weeknd habla sobre esto en su cuarto álbum, sobre su rompimiento con la modelo Bella Hadid, sobre la falta de compromiso en las relaciones y sobre su desconfianza en las mujeres, sobre su incapacidad para ser estable. Aunque ha cambiado su estética y se ha instalado en puntos musicales muy distintos, la esencia no ha cambiado, sus inquietudes líricas siguen en el mismo ángulo, lo cual, no es malo. Al inicio de su carrera comenzaron a llamarlo “El caballero de la noche”, ahora The Weeknd se ha transformado en un Joker que corre y conduce un auto por las calles de Las Vegas en un sofisticado traje carmesí. Se reconoce finalmente como un artista diverso que concentra la fuerza en su persona. Para su nueva pieza, una producción tan exquisita como punzante, ha cambiado la estética de su figura, construida al parecer a partir de cintas como Casino, Joker y Fear and Loathing in Las Vegas. En los videos que han acompañado el lanzamiento consume drogas, lame sapos que lo hacen alucinar, es golpeado hasta sangrar y asesina gente. Está desquiciado. Al final le cortan la cabeza.
Zoom… siguen pasando algunos autos, nadie los detiene, se ven tan solitarios en una ciudad que, cabe ponerlo aquí, está viviendo una crisis, una situación crítica a nivel mundial, mejor dicho. Y es que los discos se insertan en un momento concreto, y tiempo después puede cambiar la percepción de estos. Y sería absurdo ignorar que After Hours abre su paso en un punto histórico tan incierto como angustiante, el tiempo del Covid-19. Esto puede disminuir la atención que se le ponga y la mirada que depositemos en él, espero que no, porque After Hours es un disco acertado, es quizá, sin miedo a arriesgarme, la producción más estable y equilibrada de Abel Makkonen Tesfaye, el nombre real de The Weeknd. Quizá no tiene eso que los fans primarios de sus primeros mixtapes esperan, pero en longitud y aura, el cuarto álbum es consistente.
La imagen que proyecta a través de sus canciones como un alma solitaria incomprendida y autodestructiva no ha desaparecido, el drama romántico que proyecta con su voz sigue en lo intrínseco de sus canciones. En parte eso da la sensación de que se trata de un artista pop, una estrella que produce R&B, pero hay otra cara, una vena artística que en sus composiciones aparece, un Joker que crea canciones asombrosas, canciones que van más allá de los éxitos y que incluso en esos éxitos se trata de oro puro. “Blinding Lights” es el mejor ejemplo. Qué diablos es eso. Es synth pop, es un apabullante sintetizador que brota en medio de la canción perseguido por un beat constante, en poco más de tres minutos te da un subidón, es la bufotonina que proviene del sapo y nos hace alucinar, es un The Weeknd que se monta en un auto a toda velocidad y nos subimos con él, pisa el acelerador y cuando es tiempo de frenar nosotros le pedimos que no lo haga. Es cine galo hecho canción, es la nota pegajosa del sintetizador
En “In Your Eyes” va más despacio. Pero es esa misma esencia, la fuerza está en la parte electrónica, en el pop ochenteno nocturno que parece nacer en un club en Miami, y casi al final un solo de saxofón alucinante ilumina el tema. En “Save Your Tears” reconoce que ha lastimado a la chica, que la ha traicionado, que hay cosas que nunca debió haber dicho y hecho. Un cuasi italo disco que se une con un tema en el que intervino Kevin Parker de Tame Impala y el perturbador OPN, “Repeat After Me”, mezcla extraña de sonidos, un post soul deslumbrante de voces transformadas. The Weeknd, el Joker nocturno, entrega en el tema homónimo la combinación perfecta de trip hop y dance. Beats duros, bajos punzantes, sonidos abrasivos, voces cavernosas, teclados pegajosos, synths ochenteros. After Hours es un ensamble que cohesiona sus ingredientes, que se disfruta mucho caminando por una ciudad oscura, solitaria, con uno que otro individuo peculiar. Es el mejor álbum en la carrera del canadiense que en trabajos anteriores saturaba de canciones innecesarias, que podía perder el ritmo con sonidos intrascendentes.
El Joker nocturno está en un punto en donde los géneros han desaparecido, no juega con ellos, no se divierte mezclando, sino que simplemente no le importan, rompe sus propias reglas, sigue siendo un misterio quién se esconde en realidad detrás de sus facetas sonoras. De 14 temas, por lo menos, 10 resaltan incluso aunque parezca que no lo hacen. “Too Late” y la voz extendiéndose en el puente justo cuando dice una sola vez “I just want your body…”. No hay estructura pop y el tema se vuelve hipnótico. The Weeknd está convirtiéndose, extrañamente porque el proceso suele ser a la inversa, en un artista muy complejo. Aún no acaba su transformación. La esencia, ese protagonismo como un individuo autodestructivo, permanece. Cuando abandone ese papel para ponerse por encima de sí, es sólo una idea, se liberará totalmente y entregara, posiblemente, la pieza perfecta. After Hours no la es, se acerca, pero no la es.
Sigo caminando por estas calles oscuras. Alguien me rebasa, pasa a mi lado, no me había percatado de que venía detrás. Algunos indigentes están en la acera, en la calle de al lado dealers ofrecen cualquier sustancia, en la siguiente cuadra una prostituta me mira de reojo. No sé adonde voy, sólo salí a caminar. Zoom… un coche deportivo. Una patrulla detrás de él. Quién sabe qué pueda ocurrir esta noche…
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