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Mogwai — Every Country's Sun

7

Mogwai
Every Country's Sun

Rock Action / 2017

Artista(s)

Mogwai

Viajando sin moverse con Mogwai.

Escuchar un disco de Mogwai siempre es truculento y, al mismo tiempo, estimulante. ¿Qué travesía nos harán pasar esta vez? ¿Cuáles serán las paradas? ¿En qué momento debemos dejarnos ir y en qué otro abrocharnos los cinturones? Con 22 años de carrera, el conjunto escocés sigue ofreciendo auges de misterio, cambios súbitos de ánimo, vaivenes entre día y noche; destellos y penumbra; voces y silencio, incluso en una misma canción. Supongo que la verdadera pregunta es: después de nueve discos de estudio, ¿todo sigue siendo, efectivamente, truculento y estimulante?

La respuesta que nos da su noveno disco de estudio, Every Country’s Sun nos afirma que todavía hay bastante gasolina de reserva en su acervo creativo y dinámico. Las guitarras siguen irrumpiendo como tanques traspasando muros blindados; los sintetizadores continúan transportándonos al espacio exterior o al tallo de un diente de león; las baterías aún suenan a que el suelo se va a desmoronar bajo nuestros pies en cualquier segundo. Sin embargo, el efecto es cada vez menor. Cierto, nada de lo que hagan (ni ellos ni nadie más) resonará con la misma sorpresa que el Young Team que lanzaron en 1997, aunque Mr Beast del 2006 se acercó bastante, convirtiendo su dinamismo agresivo/tenue en canciones de cuna devastadoras. ¿Qué ofrece de nuevo este sol?

La primera mitad, por lo menos, es lo más cálido e introspectivo que Mogwai ha lanzado en años. La pieza que abre el disco, “Coolverine” hace que su instrumentación te caiga como agua caliente durante una mañana fría, para que al salir sientas una brisa fresca todo el tiempo; quizás lo más cercano a un sencillo formal desde “We’re No Here” del ya mencionado Mr Beast. “Brain Sweeties” es otra pieza para la posteridad, con percusiones lacerantes que contraponen la dulce melodía que adorna; espero poderla escucharla en vivo. “Aka 47” recuerda a la segunda mitad del Low de Bowie, con tonos industriales y espeluznantes sacados de una fábrica alemana en los años setenta.

La segunda mitad tiene un lado más familiar y clásico, regresando a la bipolaridad tan acostumbrada del grupo. “Don’t Believe the Fife”, quizás la canción central del disco, ilustra este mundo más que nadie y comprueba la maestría que tiene el conjunto para la construcción a paso lento y un final épico. “Old Poisons” es pura dinamita, caos y noches en llamas, mientras que el tema que cierra el álbum (y que le da el nombre al disco) se despide como faro en la oscuridad, a punto de darle la bienvenida al nuevo día.

Voy a mencionar esa palabra nuevamente, “bipolaridad” porque no encuentro otro apelativo más apropiado para describir a Mogwai. Los quieres abrazar en un momento y huir de ellos al otro. Te reciben con brazos abiertos y sacan las espinas en instantes. Todos nos hemos encontrado a personas así, de modo que Every Country’s Sun podría describirse como el momento en que más de buenas estamos agarrando a este ente, este monstruo que no debe ser alimentado después de medianoche. Y eso es lo truculento y estimulante que todavía mantienen vigente.