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Sub Pop / 2020
Nos encontramos en tiempos turbios que a veces parecen no tener fin. La incertidumbre, el pesimismo y el caos nos pegan como gotas fulminantes de una lluvia incesante cada día. ¿Habrá tal cosa como volver a la normalidad? ¿O todo es una lección constante y peculiar de adaptarnos al cambio? Eso es algo que los punks canadienses de METZ no se quedaron cruzado de brazos a preguntar e hicieron todo un estruendoso, horrorizante y extrañamente optimista disco acerca de ello.
Atlas Vending, su cuarto material de estudio, inicia con una intolerable carga de suspenso y sonidos bajos e intermitentes antes de bajar la cortina y mostrar un show de terror atascado protagonizado en apariencia por las guitarras enloquecidas y pedales humeantes de Alex Edkins; las líneas de bajo de Chris Slorach, dispuestas a tronar los audífonos más básicos y los golpes de batería casi tribales de Hayden Menzies, que podrían provocar ampollas de solo escucharlos.
“Pulse” da inicio a este circo bestial, para luego invitar al mosh pit en “The Mirror” y desenvolver en un vórtice de aullidos hechos con cuerdas de “Draw Us In”. La tensión parece disiparse para convertirse en calma tétrica con “Framed By the Comet’s Tail” y nos da un respiro para volver a entrar a la pelea con “Parasite.” No obstante, no todos los acordes indican peligro o incomodidad, ya que en “No Ceiling” parecen llevarnos por un paseo jubiloso por Los Ángeles a bordo de un auto en llamas; “Sugar Pill” brinda una mirada distorsionada al verano que se fue y el hipnotizante cierre “A Boat to Drown In” recuerda a los primeros años de The Horrors, cuando estaban a punto de hacer la transición de unos punks insolentes a una banda con una visión más panorámica y madura.
Justo la madurez llega en forma de las letras, que traen luz, esperanza e ímpetu para no rendirse ante lo gris del panorama. Es un recurso ingenioso, más no innovador, el presentar un contenido y mensajes contrastantes con la música. Pero la manera en la que METZ lo hace es intoxicante y más que adecuada para estos momentos en donde todos parecemos tener al mundo encima, dándole una frescura que los separa de sus contemporáneos. Al final, Atlas Vending logra hacer que nos desahoguemos al ritmo de bullicio pero diciéndonos a nosotros mismos que todo estará bien. Logra divertirnos y alegrarnos en medio del fuego y la destrucción. Es una montaña rusa de disco - y el mejor que han hecho hasta ahora.