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Soundway Records; / 2015
No pensé lo que hacía. Tan solo tecleé play y comenzó a sonar una fiesta extraña. Mis extremidades emprendieron movimientos, como si fuera el ventrículo de estos artistas. Mi mirada se dirigía a todas partes, me sentía atrapado en este enjambre musical. Meridian Brothers había vuelto.
Esa fue la vivencia al descubrir el nuevo EP de los intrépidos integrantes de Meridian Brothers, quienes se encuentran en una faceta de adquisición necesaria. Los suicidas es el nombre de este material discográfico a cargo de Soundway Records, que consta de ocho canciones provocadoras de un descontrol indefinido que, ni al concluir la reproducción, lograrás superar. Los suicidas es el primero de tres discos tributo al intérprete del órgano eléctrico, Jaime Llano González, con el que la banda expresa la música colombiana con una visión diferente.
La influencia de Llano en los arreglos bailadores que Meridian Brothers ha insertado es asombrosa; una cumbia acoplada a la esencia que siempre ha puesto en alto, rescatando los metales colombianos de hace treinta años. La frescura en cada pieza hará que sacudas el cuerpo sin remordimientos.
Como una canción del futuro bailarín, “Vértigo” llega como el sencillo sonado ya hace unos días, colocado al inicio de este EP que sin duda te atrapará. Los ritmos caribeños que revientan el órgano indiferente de Meridian Brothers encienden el baile sin importar la época en que te encuentres; tan solo se disfruta la suavidad de los arreglos recorriendo tus pies al moverlos en pasos lentos y delicados. Y así, pasito a pasito, puedes codearte con el de al lado y gozar este danzón eléctrico que se disuelve en temas como “Dinamita” y “Delirio”. Una feria de son multidimensional te sonsacará sin haber llegado al final. “Contienda” suena libre, musical y alegre. El órgano de Meridian Brothers se convierte en la mejor pareja de baile, acompañando los sonidos tribales que llegan de repente.
La banda de acompañamiento acoge estupendamente los diversos arreglos. Muestra de ello es “Lágrima”, sexto track que entra como llanto inesperado; el derramar del último sollozo que brotó por una linda doncella: “Me dejó solo, escupiendo materias calcinadas, pronunciando su nombre mil veces en este vals”.
La alegría de estas tonadas está por terminar. ¡No se puede dejar de bailar! Con pasos más ágiles, levantando las palmas y dejando escapar inocentemente un “¡Yeh!”, llega el penúltimo tema: “Cazador”; este viene acompañado de tambores, un coro pegajoso y un bajeo divertido. Repito: ¡no podrás dejar de bailar! Y sin perder la pila, llegamos al cierre con “Amargura”, cuyas tonadas suaves y sensibles provocan un delirio sentimental y acogedor, como música de cuna para adultos bien vividos.
En el minuto cuatro —el último de dicho vals—, antes de llegar al segundo veintitrés, me encontraba sudando por el bailoteo, con las piernas inquietas y las manos sacudidas. Estaba listo para presionar play de nuevo y recomenzar esta inspiradora danza dramatúrgica de géneros colombianos. Sé que el mismísimo Jaime Llano González ha de estar enfiestado, igual que yo, por tan tremendo homenaje.