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Melody's Echo Chamber — Bon Voyage

9

Melody's Echo Chamber
Bon Voyage

Fat Possum Records / 2018

Artista(s)

Melody's Echo Chamber

Viajando con el corazón de Melody's Echo Chamber.

Érase una vez, en 2014, una cantante con voz etérea y tímida llamada Melody Prochet discretamente al lanzar su primer material bajo el nombre de Melody’s Echo Chamber. El resultado era una ofrenda de pop psicodélico/pastoral en donde entonaba versos llenos de surrealismo mágico y soñador a ritmo de guitarras distorsionadas, cuerdas disonantes y baterías llenas de filtros y ecos.

El ruido que ocasionó en la escena independiente se debió en parte a Kevin Parker, líder de Tame Impala, quien descubrió su primer proyecto, My Bee’s Garden, algunos años atrás. Fue telonera de su banda en los inicios y, eventualmente, inició una relación sentimental con el músico. La influencia lo-fi y cargada de melodías se notaba a leguas en su material (fue producido por el mismo Parker), por lo cual se convirtió en uno de los estandartes femeninos en la creciente escena del revival psicodélico de finales de los dosmil. Todo iba viento en popa, pero un accidente casi fatal que le provocó un aneurisma cerebral y la ruptura con Parker cambiaron todo.

Y así es como empieza el exquisitamente doloroso camino a Bon Voyage, su segundo material de estudio que combina lo mejor de su previo trabajo con una deslumbrante apertura al resto del mundo y las posibilidades musicales más allá de un horizonte sonoro propuesto por tantas bandas en esta categoría. Al igual que cualquier relación sentimental, Prochet no ve lo anterior como lamento, sino como aprendizaje para llevarlo hacia fieros y temerarios límites, muy al estilo de Laetitia Sadier, Anna Calvi o St. Vincent.

El disco empieza de forma tenue y engañosa con “Cross My Heart”. Un tintineo de guitarras por ahí, un coro envolvente por allá –una vez más suena a lo que nos tiene acostumbrados, tal vez–. Pero entonces la canción cambia de velocidades y se transforma en trip hop y tropicalismo, en donde The Avalanches y Gal Costa podrían coexistir y tomar caipirinhas mientras Prochet los seduce. Después sigue “Breathe In, Breathe Out”, en donde la distorsión toma el control entre silbidos, riffs tristes y sítaras. Con cada canción, Prochet toma con resignación lo que ya no encuentra y, en vez de sufrir, se pone a cantar acerca de civilizaciones perdidas o universos paralelos, como metáfora a todo lo que el resto de su vida puede ofrecerle.

Muy en la línea de actos sesenteros como The Byrds, Karen Dalton e It’s a Beautiful Day combinado con la modernidad que nos da MGMT o Pond, Prochet combina lo viejo con lo nuevo y añade lo inusual y escandaloso. Simplemente escuchen “Desert Horse” y deléitense con los gritos impredecibles que la cantautora se atreve a usar como recursos relajantes, para después cantar en autotune. Como si Daft Punk tocara una balada en el desierto de noche.

La última pieza del álbum “Shirim” es el último adiós a las desgracias de antes para ver lo que sigue con nuevos ojos. Es como una respuesta a “Eventually” o “‘Cause I’m a Man” de Tame Impala, temas en donde el susodicho Parker se adjudicaba la culpa. Aquí es donde Prochet también admite un poco de la carga que conllevó al fin del idilio, y en donde abraza la madurez como persona y como artista. Con solo siete temas, Bon Voyage es una aventura hacia los confines más coloridos y contratantes no solo de la música psicodélica, sino de nuestro proceso humano de recuperación. “‘Cause I know that I’ll be happier and I know you will too, eventually”, cantaba Parker en su momento. Parece ser que Prochet ya llegó a ese punto. Bien por ella y por nosotros que la escuchamos.