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Trouble in Mind Records / 2020
En días de virus, cubrebocas, distancia e incertidumbre; Melenas presenta Días Raros, segunda entrega de la agrupación, con riffs que recuerdan a un Sonic Youth temprano y el giro del indie más reciente de fiestas de departamentos en el centro de las grandes ciudades.
Después de tres años de espera, la girl band española presenta pistas con voces sordas, que no se entienden por completo si se pierde la atención a las palabras que se están diciendo, sobre la melodía bien se podría estar hablando sobre créditos bancarios o desamores legendarios, sin embargo a la primera escucha no se logra distinguir, estas hacen dueto con sintetizadores mucho más marcados que en su primer álbum, de título homónimo, donde se podían apreciar guitarras más honestas y bajos resonantes. Probablemente lo que fue una producción más simple pero más dinámica, que, en palabras de Mies Van Der Rohe, tal vez en este caso también “Menos es más”. Sin embargo, Días Raros alberga cierta belleza aún en su tendencia a la monotonía. El track “Primer Tiempo” sirve de prólogo al álbum, comenzando con una serie de tonalidades que se sienten como haces de luz recorriendo el espacio, a los que se van superponiendo una batería, un potente bajo y una voz atrapada en una cámara de eco.
El resto del álbum se desarrolla con una fórmula repetitiva pero hasta cierto punto encantadora, Oihana, Leire, María y Lauri nos transportan a un planeta sin gravedad, de melodías en tonos rojizos y destellos de guitarras azules.
Con los tracks “29 grados”, “Los Alemanes” y “Ciencia Ficción”, recorremos un camino de tonos monocromo, sin muchas sorpresas pero sin falta de color, este último título con una melodía eléctrica y misteriosa, que guía en compañía de riffs post punk y bajos acentuados a lo que suena como una reinterpretación de alguna novela de Haruki Murakami, de aparatos apagados y melancolías que se arrastran con las horas.
Días Raros termina con una balada dulce de un título concreto: “Vals”, que alude a los besos torpes y las manos nerviosas de alguna noche de esos tiempos, cuando teníamos 17 años y creíamos, en una angustiosa inocencia, estar enamorados. Días raros, sin duda.