Favoritos
Haz click en la banderilla para guardar artículos en tus favoritos, ingresa con tu cuenta de Facebook o Twitter y accede a esta funcionalidad.
9
Alto Valle / 2019
Tiempo atrás, una voz particular tomó a México por sorpresa. Parecía haber sido gastada en noches interminables de tragos y cigarro. Era una voz que parecía tener la experiencia para cantar sobre una travesía solitaria de recuerdos, de decisiones absurdas, de consumos excesivos en una noche de sábado en Buenos Aires. Prietto Viaja al Cosmos con Mariano presentaba a Maxi Prietto como un compositor que podía variar rápidamente de estilos, con el lo-fi como estandarte, el EP adquirió tanta fama en México que, inclusive, vinieron a abrir el show de Cansei de Ser Sexy en aquel espacio que vivió grandes momentos conocido como Salón 21/Salón Vive Cuervo. Desde aquel entonces, Prietto y México vivieron un amorío medio escondido. Cuando llegó Los Espíritus, las mentes cautivas corrieron a escuchar de lo que se trataba.
Agua Ardiente, disco del 2017, le volvió a abrir las puertas de México a Los Espíritus. Las presentaciones han sido más constantes. El trance más prolongado. Poco a poco se ve una madurez que, quizá, antes no relucía por las producciones apegadas al Do It Yourself. La riqueza musical se expande con ambición. A finales del 2018, Los Espíritus ya platicaban sobre su nueva producción. Afirmaban que amaban a Compay Segundo e Ibrahim Ferrer y que grabarían en el estudio donde se manufacturaría el ahora legendario Buena Vista Social Club. Algo especial se podía esperar del sucesor.
Para algunos artistas, el fuerte viene con la música. Intérpretes exquisitos en donde las palabras muchas veces salen sobrando. Por el contrario, existen los letristas expertos, los que utilizan el fondo musical como base para contar historias, para destruir o reparar vidas, para conectar con alguien que les escuche. En el caso de Los Espíritus, hay un balance a considerar. Si desde sus inicios Maxi Prietto se consolidaba como un buen relator, la abundancia que le imprimen los demás músicos, hacen que el proyecto musical despegue y se vuelva itinerante y opulento. Un espíritu con la capacidad de embelesar, de sacar sonrisas, de mover piernas, cuello u hombros con ritmos cadenciosos, a veces antillanos, a veces del Delta del Mississipi. Una fusión que hace salivar. En Caldero la cohesión se descubre exacta, precisa, parece que Los Espíritus han encontrado un sonido que les calza a la perfección, mientras que Prietto sigue siendo un cronista metafórico, un narrador que a veces puede ser lo más visceral y literal posible, y a veces valerse de simbolismos que necesitan de la interpretación para llegar a algún sentido. El sentido personal suele ser el que más importa en esos caso.
“Motivos” es la bienvenida. La calidez al escuchar por primera vez parece invadir todo el cuerpo. Y de repente escuchas que de lo que se habla son de las vicisitudes cotidianas, del carro de las decepciones, enojos, traiciones, que muchas veces parece ser mucho más potente que el poder tomar un respiro y decir: tal vez no es para tanto. Porque si de verdad vivimos con la mira puesta en las cosas negativas, cuando tenemos un momento de felicidad, un instante de realización, se vuelve pequeño, minúsculo, a comparación de esa vorágine de sentimientos que vienen de lo que nos perjudica. En “El árbol de los venenos”, la guitarra cuenta con Bombino, guitarrista tuareg —y apadrinado por Dan Auerbach— que le imprime el sello característico de la región de donde viene, sello que, quizá, fue globalizado por Tinariwen algunos años atrás. Como en casi cualquier producción de Los Espíritus, el álbum transcurre como agua. Es un estado en el que es muy difícil presionar pausa o cambiar de canción. Una obra completa, que adquiere su verdadero sabor cuando se escucha de principio a fin.
De nuevo la pista de que lo que le dio su característica voz a Prietto fueron los “Cigarros y tragos”, tercer tema del caldero que nos remonta a la honestidad de los paseos. “Semillas de luz” tiene algo de “#9 Dream” de John Lennon, o la ensoñación característica de finales de los años 60, un tema que funciona como una pausa contemplativa, que, de nuevo, sirve para demostrar la versatilidad de una banda como pocas. Quizá la canción que mejor condensa la esencia que se quiere plasmar, es precisamente la que culmina la obra: “Ola blanca” es un trayecto largo, que poco a poco va evolucionando y develándose entre percusiones y guitarras.
Muchos años han pasado desde que Prietto brilló por primera vez en México, y la verdad es que ha sido una carrera con un desarrollo placentero, de viajes e historias que quedan impregnadas y que tienen su punto alto con las presentaciones en vivo, sin lugar a dudas, el lugar en donde mejor destacan Los Espíritus. Así que si por ahí ven algún show anunciado, no duden en entregar sus almas por algunas horas a la celebración fantasmal.