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Hyperdub / 2019
24/Ene/2020
Lee Gamble nació en Birmingham pero se asentó en Londres. Dice que su sangre es irlandesa y que, por supuesto, le gustaban las fiestas. Cuando era joven, el Reino Unido vivía el Segundo Verano del Amor. Raves por doquier, bodegas abandonadas en donde las noches se prolongaban por 72 H, en donde las pastillas con caritas felices iban de mano en mano sin discreción y en donde se forjaba una nueva manera de hacer música. Si bien Inglaterra siempre será recordada por fenómenos musicales como The Kinks, The Rolling Stones o The Beatles, otras vertientes también ha surgido y cobrado vida en la isla. Al igual que Nueva York, Inglaterra ha tenido inmigración por muchas décadas, entre ellos, personas provenientes de Jamaica que hacían escandalosos sound systems. Primero, de forma despectiva, se le comenzó a llamar jungle music a los ritmos cargados que tenían los jamaiquinos. Poco a poco, el jungle fue permeando en todos los estratos de la sociedad y, junto al drum & bass, fue uno de los géneros dominantes de finales de los ochenta y principios de los 90. Lee Gamble, durante su carrera, ha sido relacionado con el movimiento jungle.
No obstante, eso sería reduccionista para un personaje que se ha autodefinido como experimentador sonoro. Cuando escuchas las palabras y las oraciones que tiene Lee Gamble para su música, te das cuenta que va más allá de ser electrónica tradicional. A veces es complicado transmitir exactamente lo que quieres cuando no se utilizan palabras —quizá algún sampleo vocal sea lo que más se le parece—, pero cuando construyes una narrativa desde afuera, o por lo menos con una narrativa clara en el proceso de creación, es cuando las cosas cobran otra dimensión. El inglés dice que la obra de Francis Bacon jugó un papel importante en cómo entendía el arte. Principalmente sus trípticos, que funcionaban con cierta magia cinematográfica. Es por eso que ha decidido sacar un disco en tres partes, tres EP que dan vida a la obra magna, que fluctúan y que se adaptan a diferentes etapas y sentimientos.
Dicen que las segundas partes nunca son buenas, pero seguro que están olvidando grandes continuaciones. En este caso, Exhaust es ese escalón de la trilogía. Está enfocado en el la “contaminación semiótica capitalista”, un término que podría sonar rebuscado y hasta pedante, pero que en realidad puede simplificarse hasta el punto de decir que el capitalismo nos bombardea con mensajes publicitarios y de otras índoles a niveles insospechados. Algún viejo estudio de Absolut arrojó que los habitantes de Manhattan reciben 250 mensajes por las mañanas. Y eso, reitero, hace varios ayeres. Con este contexto, lo que podemos esperar del Exhaust EP, es, por decir lo menos, abrumador.
“CREAM” es el génesis. Una explosión digital que por momentos es tranquilidad. ¿En dónde nos situamos? Las referencias obvias son algún pasaje distópico, alguna orbe en donde prevalezcan los anuncios neón, la visión de Ridley Scott o de William Gibson parece lo más cercano. “Look around…” dice una voz para luego callar. “Envenom” continúa con lo frenético. Géneros musicales que duran 30 segundos, cambios abruptos, es como cambiar de canal sin escoger nada. Aunque de alguna manera, funciona. ¿Es que quizás hay cohesión subliminal? Lee Gamble no se toma la música a la ligera, la experimentación por delante, pero el discurso es imperante. “Glue” por momentos es fiesta, y es saturación. Pequeñas dosis de alivio en un mundo caótico.
Cuando estaba sonando el disco, una amiga me dijo. “Si fuera rock, serían gritos incomprensibles”. Una clara muestra de que no es easy listening o algo parecido. Lee Gamble lo explica diciendo que el mundo es convulso, está el Brexit, está Donald Trump y un disco de ambient para desconectar a las personas no era lo que estaba buscando. El objetivo está cumplido. “Naja” es menos esquizofrénica, hasta ensoñadora por momentos. Pero hay poder en los beats profundos. No podría ser de otra manera si lleva el nombre del grupo de reptiles popularmente conocidos como cobras. “Tyre” regresa a lo saturado. El jungle muta en techno y otras cosas, un amasijo que no termina de solidificar, como si existiera un fluido no newtoniano en el ámbito musical.
“Switches” tiene un áurea de juego plataformero retro en dos dimensiones. Bien podría ser el soundtrack de la siguiente aventura de Samus. “Shards” se deshace de los antipsicóticos y se entrega al descontrol justo antes del final del EP con “Saccades”. Hay calma, lluvia, iteración, desesperación automotriz y en sí, la esencia del material.
Flush Real Pharynx será el título de la obra completa compuesta de tres partes. A final de cuentas, esta segunda parte no termina por asfixiar. Quizá sea solo yo, pero tiene hasta cierto punto hipnótico, logrando que hilara hasta 4 escuchas consecutivas. Justo como los infomerciales en las altas horas de la madrugada, o los espectaculares que son el único entretenimiento visual cuando el tránsito es insufrible y el escape es imposible. Lee Gamble hace una crítica musical de importantes logros, y deja plasmado que vivir es exhaustivo, pero si tenemos pequeños momentos de liberación de pulsiones, la cosa puede ir un poco mejor.
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Ernest Jenning / 2019
23/Ene/2020
Prodigioso y novedoso es lo que resulta cuando descubrimos que una banda fue fundada en los años 90, más aún si nace del indie punk. En estos tiempos de reclamantes contenidos y un consumo violador, tener una trayectoria de más de 20 años es, más que inexpresable, aplaudible.
Los mitos dictan que Je Suis France inició en una radio escolar en Atenas, Georgia. Lo que no es utopía, es su discografía incorporada por siete materiales, sin incluir el resto de frutos ganados. Una banda americana que revuelve sonidos interconectando el punk, con el rock, pasando por el indie y demás ramas como el progresivo y lo underground, eso es lo que Jeremy Wheatley y compañía han alcanzado.
Dos años transcurrieron desde el último trabajo de la banda, By the Condo (Nokahoma Records, 2017), un material que reconoce la metáfora rejega e sagaz de los músicos; “People of America” dice mucho más que mi elucidación. Ahora, días después de su último lanzamiento, nos hallamos encerrados en la misma ‘cochera’ con estos malhechores musicales: hablamos de Back to the Basics of Love. Un álbum de 13 tracks y materializado por Ernest Jenning Record Co. De hecho, una vez más los rumores asientan que los legendarios integrantes –Sean Rawls, Ryan Martin, DJ Hammond y Ryan Bergeron– participaron en dicho elemento con el cual alcanzaron ratificar su historial, sí… aledaños.
Si tuviéramos que encerrarnos con ellos en la misma ‘cochera’, posiblemente también hubiésemos elegido “Shapeshifter” como primer track; un estrepitoso intro de distorsiones es la señal que dice “no tienes idea de a dónde te metiste”. Vibrante, métrico e impulsivo. De manera más tenue, pero sin desaprovechar el [des]control, “Add Facsimile” se mete como segunda pieza; es como el cuadro en la habitación que filtra poca luz en un enclaustre multisonoro: un acorde básico en las cuerdas eléctricas, dos pasos en la batería y el contar vocal en un micrófono es la adición de precisa narración.
Al parecer todo forma parte del mismo orden, pues “Jackie” no descompone el mismo; es la esencial canción de amor underground. Un post punk tierno, nada que deshabitúe. Desde el título en “Television Dinner” (track 3) mi sonrisa alborotó mis almas compañeras en este aislamiento: es una canción feliz, así tal cual.
El recorrido entre “Big Mistake”, “Racquet Boys” o “I've Got The Look” es amistoso, no hay un rumbo desemejante que consigas tomar. Ese andar se ve atropellado por “Build A Box”, indudablemente por la entrada de un canto agresivo acompañado, segundos después, por un compás acelerado. ¡Dejaron el poder al final! Lo mismo ocurre en “Smell That Smoke”, el track que más tripuló mi tranquilidad. Y “5-0” es la puerta que acorrala o rompe el encierro.
Puedes salir del aislamiento, envolverte en la cotidianidad y considerarte cortejado por Je Suis France y su indie rock de paso tenue, positivo y circunstancial. ¡Vamos! el esfuerzo es claro; una escapatoria en ellos descubrirás.
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