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LCD Soundsystem — American Dream

9

LCD Soundsystem
American Dream

DFA Records / 2017

Artista(s)

LCD Soundsystem

American Dream: El sueño americano que no murió.

Podemos poner en tela de juicio la posición de LCD Soundsystem dentro del podio de las mejores bandas que nos ha traído el nuevo milenio. Es totalmente válido desconfiar de las decisiones que su frontman, James Murphy, ha tomado en este tiempo (como abrir una vinatería de 5 estrellas sin mucho éxito, hacer un álbum remezclando sonidos provenientes de partidos de tenis, aparecer en una película con un personaje sin guión o dirigir una película experimental japonesa) e incluso muchos dudan de su verdadero impacto en la escena musical internacional; lo único totalmente indiscutido es la calidad de sus álbumes, de ese tridente del electronic dance punk marcado por el homónimo LCD Soundsystem, Sound of Silver y This Is Happening, los cuales con gratitud han pasado la prueba del tiempo y siguen triunfando tanto en clubes nocturnos underground como en los festivales más grandes del mundo.

Es cierto que se hicieron esperar siete años para lanzar un nuevo larga duración, también es cierto que supuestamente This Is Happening quedaría como su disco de despedida y en su último concierto, aquel épico sold out de tres horas en el Madison Square Garden, fue vendido a manera de un "hasta nunca" ya que sería lo último que tendríamos de ellos, hay un documental sobre eso; pero debemos tomar como punto de partida el hecho de que American Dream no debe ser visto como un regreso triunfal, ni siquiera como un regreso, ya que la materia prima con la que está confeccionado, remite exactamente a sus canciones más icónicas cubiertas con un filtro oscuro, incluso añejo.

Ahí está el segundo punto a destacar del álbum: American Dream tiene un sonido nocturno, más sublimado a sus progresiones simples. Y es que para muchos no hay forma factible de complementar una discografía que fundó, patentó y exploró un sonido electrónico tan particular en poco más de tres álbumes, por lo que al revisitar algunos de sus pasajes más memorables, James Murphy se queda parado como alguien sin ideas. No obstante, estaríamos ignorando el último lustro que la banda ha tomado para ir ganando experiencia y al mismo tiempo redimir sus facetas menos grandilocuentes, tal como lo hace su baterista Pat Mahoney con el downtempo en su banda Museum of Love. Sí hay una explicación a que tanto público como crítica especializada están considerando que American Dream puede eclipsar a sus trabajos más clásicos es porque les vuelven a dar definición, por supuesto que hay lugar para comparaciones, pero dependerá del factor nostalgia o el entusiasmo de un estreno, para que cada quién determine, por ejemplo, si "Other Voices" es mejor que su similar "Pow Pow", o "Watch the Tapes" se mantiene superior contra "Emotional Haircut".

Darse cuenta de estas similitudes, fijar su posición en el catálogo de la banda y dejarse envolver por tantos sonidos familiares implica dar más de una vuelta al disco, lo cual significa un arma de doble filo para American Dream; bien puede crecer en los oídos del espectador y dejarlo maravillado con la siempre maravillosa producción y bajos profundos, así como también puede hartar a más de uno con sus secciones más esporádicas. Porque hacer un cambio de estilo sin perder sus elementos característicos supone un obvio vuelco hacia letras más profundas y personales. En este terreno encontramos la mejor faceta del grupo, con letras que hablan de nostalgia ("I Used To"), el sentir de James Murphy una vez que terminó LCD Soundsystem ("Change Yr Mind") o la tensión política que envuelve a su natal Estados Unidos ("Call the Police"), habiendo incluso un corte donde Murphy finge reflexionar sobre la efectividad del marxismo y envejecer al tiempo que despierta de un viaje en LSD ("American Dream"). El recorrido sonoro también es muy variado, la forma en la que cada canción fue acomodada funciona a manera que siempre se mantenga interesante y con la fluidez adecuada.

Tenemos 10 tracks y la duración es mayor a una hora, pero mantiene una gran progresión conforme avanza, siempre guardando algo más para descubrir y sin dejar que cualquier espectador atento se aburra. Dejar la mejor canción del disco a mitad de la producción como gema oculta es otra decisión acertada, porque despegar de la constante "Change Yr Mind" hacia violines estresados e inmediatamente después colocar la secuencia de sintetizadores mejor ejecutada por Nancy Whang y vocales apasionadas colocan a "How Do You Sleep?" como el tema más memorable de todo el compendio, tal vez el mejor de no ser porque "Call the Police" nos remite a "All My Friends" con todo y su glorioso crescendo lleno de animosidad y carisma. Al final, los 12 minutos de "Black Screen" son el equivalente a ver una imagen desaparecer, es una pena que "Pulse (v. 1)" haya quedado fuera del disco, ya que fue pensada para cerrarlo, pero quizás se dieron cuenta de que terminar con dos temas que rebasan los 10 minutos es demasiado.

American Dream puede interpretarse a que James Murphy se está quedando sin ideas porque suena exactamente a lo que uno espera que suene un nuevo lanzamiento de LCD Soundsystem, esta ocasión no hay factor sorpresa. No obstante recorrer ese terreno ya conocido hace que su disfrute sea más gratificante, por muy denso que sea. La banda se hizo esperar siete años para lanzar un nuevo álbum, de hecho, fue el mismísimo David Bowie quien en aquellas sesiones Blackstar, donde James hizo labor de percusionista, le remarcó la importancia de volver con el grupo por un bien tan personal como colectivo. Hay que estar conscientes de que nunca iba ser fácil continuar la icónica trilogía que LCD Soundsystem tiene por discografía, hay talento y capacidad, pero si en primer lugar se separaron fue ante la imposibilidad de hacer otro clásico atemporal, sin embargo, después de esperar tres cuartos de década, nos regalaron su álbum más profundo y gratificante, cuyas piezas encajan mejor como un ente completo que como singles.

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Dead Cross — Dead Cross

8

Dead Cross
Dead Cross

Ipecac Recordings/ Three One G / 2017

Artista(s)

Dead Cross

Un bombardeo de estímulos que te harán rechinar los dientes.

¿Cuál es la probabilidad de que un proyecto nacido de la suma de una serie de complicaciones repentinas resueltas en el último momento tenga un desenlace infalible? Dead Cross es uno de esos casos en donde las cosas fluyen aunque todo parezca ir contracorriente.

Desde el nacimiento anticipado del imaginario en el que habitaría (antes siquiera que la música ya existía un nombre, una gira, un estudio de grabación reservado); todo en Dead Cross ha sido tan acelerado y salvaje como su discurso musical.

Originalmente integrado por Dave Lombardo (Suicidal Tendencies, Misfits, Slayer, Fantômas) en la batería, Gabe Serbian (The Locust, Retox, Head Wound City) en la voz, Michael Crain (Retox, The Festival of Dead Deer, Kill The Capulets) en la guitarra y Justin Pearson (The Locust, Head Wound City, Retox) en el bajo.

A tan solo tres semanas de su precipitado nacimiento en noviembre de 2015, el cuarteto realizó una serie de presentaciones en la costa sur de Estados Unidos, despertando el interés tanto de la prensa especializada, como de aquellos militantes de la velocidad y la distorsión que asistieron para satisfacer la curiosidad que provocaba el background de sus integrantes. Siete canciones originales y un cover conformaban el set de entonces, la brutalidad a grandes decibeles era la constante.

En 2016 tras finalizar la grabación del disco, Serbian se despide del proyecto, y por segunda vez en medio de la crisis, el rumbo de Dead Cross da un vuelco de dimensiones insospechadas: No hizo falta más que una breve conversación vía whatsaap para que en diciembre de ese mismo año, Mike Patton (Mr. Bungle, Tomahawk, Fantômas por mencionar solo algunos de sus múltiples proyectos) se convirtiera en el nuevo vocalista oficial de la banda.

Con fe ciega, Lombardo envió el material a Patton quien en absoluta libertad creativa reinventó los tracks que componen el disco, grabando todas las voces en el sótano de su casa en San Francisco (Vulcan Studios); de manera muy similar a lo que sucedió en sus inicios con Faith No More.

Bajo la producción de Ross Robinson (At the Drive-In, The Blood Brothers, Glassjaw), y en la búsqueda de retratar la crudeza orgánica del sonido fundamentalmente rabioso que los identifica; la base (bajo, batería y guitarra) fue grabada de manera simultánea; y por primera vez en mucho tiempo Lombardo echó el metrónomo a un lado para seguir su instinto y exorcizar la ira y frustración latentes al momento de entrar en el estudio (hace poco mencionó que es uno de los álbumes más brutales que ha hecho).

Al escuchar los diez temas que componen este material homónimo, queda claro que ha sido construido siguiendo los lineamientos del hardcore punk tradicional.

La base es una maquinaria perfecta. Con un poco más de sobriedad de lo acostumbrado, Crain y Pearson proveen una base sólida llena de riffs robustos y vertiginosos mezclados con solos de guitarra caóticos que hacen evidente su gusto por el noise y el grindcore. Sin embargo, algo que los distingue de otras bandas del género, es la destreza de mezclar la tradición con lo experimental –elemento de riesgo cortesía de Patton–.

En una lectura inspirada por bandas como The Accüsed, Deep Wound o Siege, Mike imprime su esquizofrénica marca al tratar su voz como un caótico instrumento de enorme rango expresivo, transfigurándose polarizadamente del gutural al crooner en medio de chillidos hirsutos y texturas de compleja densidad armónica –acrobacias kamikaze que erizan el lomo de la bestia que se nos despierta cuando lo escuchamos–.

A través de su lírica aparentemente inconexa llena de realidades delirantes y discursos bufonescos, subyace una fuerte crítica a la sociedad y su descomposición. Humor negro y violencia reflejan el profundo sentido de alienación social, histeria colectiva, pánico y descomposición política de los últimos tiempos.

Destacan temas como “Grave Slave”, “Obedience School”, “Gag Reflex” y la versión de “Bela Lugosi's Dead” de Bauhaus, tema que de cierta manera obliga al respiro de la velocidad y la furia. Durante 28 minutos, usted será bombardeado por una serie de estímulos que le harán rechinar los dientes. La bacteria ha sido inoculada y queda claro que este disco –si corremos con suerte– será solo el principio.

Interesante será saber qué resultará de las conversaciones no verbalizadas sobre el escenario, de esa familiaridad que se aprende en el campo de batalla. El correr de los días nos mostrará qué música crearán en conjunto, con tiempo y plena consciencia de aquello en lo que se van convirtiendo al coexistir en ese espacio llamado Dead Cross.

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