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Universal Music / Polydor / Interscope / 2021
Los “chemtrails” forman parte de las teorías favoritas de conspiración: El gobierno y las empresas lanzan “químicos” al aire para mantener controlada a la población. En este caso el “Country Club” es el lugar desde el cual Lana en compañía de Jack Antonoff y una breve aparición de su viejo escudero Rick Nowels (Born to die/Paradise) hacen una reflexión acerca de la fama, el amor, la soledad y la falta de esperanza.
Después de escuchar los 11 tracks, es difícil adivinar si su protagonista está, como observadora del fenómeno o es parte de él. Basándonos en declaraciones previas al lanzamiento, parece que, para esta ocasión; Lana continua con su visión de la vida, pero a manera de giro narrativo, sus amigos son la inspiración de este trabajo.
A primera escucha este podría ser una continuación de Norman Fucking Rockwell, pero con Elizabeth Grant los cambios por lo general son a lo ancho y no a lo largo: detalles de producción, tomas vocales casi desnudas, cantar fuera del registro usual, hacen que en suma cada producción sea diferente. Si estás buscando rastros de su debut, sigue esperando. Este es un álbum más, destinado a seguir dividiendo a fans y detractores.
El inicio nos encuentra con uno de los mejores temas de su carrera “White Dress”; balada susurrada y a veces en falsete llena de sentimiento y glamour, pero con menos fastuosidad plástica que otras de sus aventuras musicales. El sencillo que da nombre al disco, es un tema que encapsula melodías dulces y letras oscuras que retratan caos y evasión de la realidad. A lo largo del trabajo tenemos temas que podrían relacionarse con las adicciones y el encierro actual (“Tulsa Jesus Freak”) o bien monólogos internos sobre dejar el camino prefijado en “Dark but Just a Game”.
Antonoff saca lo mejor de ella cuando la deja prácticamente sola, pero nadie mejor para recordarnos a la primera Lana “indie” (que aparecía en los micrófonos abiertos con guitarra en mano como lo hace Rick Nowels). “Yosemite”, descarte de Lust For Life por ser muy “positiva”, es una oda a la autoafirmación, a mantener la identidad por encima de la crítica; probando que la felicidad viene de la aceptación.
Otro de los puntos altos llega en temas más folk como “Breaking Up Slowly” y el homenaje a Stevie Nicks, Joan Baez y Courtney Love en “Dance Till We Die” de inspiración country. El disco cierra con un cover de Joni Mitchel, que curiosamente resume mejor el universo de Lana, tal es así que podrías no darte cuenta de la voz de sus invitadas, Zella Day y Weyes Blood, que se mimetizan con su anfitriona, haciendo suya “For Free”.
En “Let Me Love You Like a Woman” Lana canta a ese ser, del que espera ser correspondida, que está “lista para dejar LA”; la musa de sus anteriores trabajos, en un simbólico y discreto cierre artístico. Y es que hace casi una década, Lizzy Grant llegaba, cobijada por la audiencia y destrozada por la crítica, con un debut por el que nadie tenía esperanzas, tras una desafortunada aparición en televisión americana.
Hoy el panorama continua igual, con la pequeña diferencia de que muchas que han seguido sus pasos se han quedado en el camino, ella sigue aquí. Musical y estéticamente siempre habrá dónde cuestionar, pero líricamente que nadie se confunda; Es una de las mejores compositoras de su generación, parece que no, pero tiene muy claro lo que está cantando. Tras una década de trabajo, da la impresión de que es posible, además de referenciar a los ídolos que tanto ama, ser finalmente una de ellos.