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Matador Records / 2018
Tras un año de la brillante colaboración que Kurt Vile realizó con la artista australiana Courtney Barnett, está de vuelta con su séptimo álbum solista titulado Bottle It In. Obra que compuso durante tres años de extensas giras y arduo trabajo, en donde dichas experiencias son utilizadas como inspiración y prueba su gran compromiso con la música. Con apariciones de artistas como Kim Gordon, Mary Lattimore, Cass McCombs bajo la producción de él mismo, el álbum termina por ser una buena adición al repertorio de este gran artista.
Me agrada Kurt Vile. Su música es encantadora y siempre me ha hecho sentir acogido. También me parece un detonante de la clase de nostalgia que te hace sentir introspectivo, o que te sumerge en un estado de catarsis. No te hace sentir melancólico. De hecho, es todo lo contrario y sumándole sus letras que carecen de pretensión alguna que además son familiares en el sentido que fácilmente te puedes identificar con esa clase de pensamientos mundanos retratados de una forma amistosa y muy poética. Es la clase de artista que encuentra belleza a donde quiera que esté observando. Supongo que es una cualidad que todos los practicantes de las bellas artes deben tener, pero no siempre es tan evidente como lo es con Kurt Vile.
Esta es la persona que Vile ha ido construyendo durante toda su carrera como solista y me da gusto saber que para Bottle It In sigue vigente y de hecho cada vez se siente más sólida.
Un placentero y claro ejemplo de esto se encuentra en la canción titulada “Bassackwards”, que, en esencia, es una bella descripción de lo que significa aceptar una exquisita distensión. Por otra parte, encuentra el tema “Loading Zones” que es una carta de amor a su lugar de origen en Filadelfia. Ambas repletas de perfectos retratos de estos sentimientos tan ordinarios.
Por otro lado, "One Trick Ponies" será una de las piezas que más te van a contagiar gracias a la suma de esos fraternales coros creados por varias voces y la repetición melódica a lo largo de esta.
Algo interesante del álbum es como te hace olvidar lo iterativo que puede llegar a ser con diferentes adiciones de sonidos que enriquecen las piezas. Desde el banjo que se puede apreciar en "Come Again", campanas que adornan a "Cold was the wind", arpas que atildan al tema que comparte nombre con el álbum así como la dulce guitarra (ejecutada por Kim Gordon) que se aprecia durante el tema "Mutinies". Todos estos elementos le otorgan personalidad a cada una de estas canciones y las mantienen interesantes.
Del mismo el álbum en general goza de todas estas cualidades, lo cual resulta ser una especie de clásico instantáneo. Es un álbum para refugiarte y sentirte cálido. Es cierto que se puede sentir algo repetitivo, pero no diría que es una experiencia tediosa ni monótona. Su manejo de la guitarra como siempre es absorbente y puedes escuchar a lo largo de esta producción distintivos arreglos que le otorgan a cada tema gran personalidad y energía.
El resultado es una amena escucha que acaricia a géneros como folk y pop con ese toque alternativo generando melodías que se quedarán atrapadas en tu cabeza y probablemente no te sentirás molesto al respecto.