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Flightless Records / ATO Records / 2019
Sabemos bien que King Gizzard & The Lizard Wizard es un todo-terreno. Los bichos raros e inadaptados del psych rock nos han enseñado por 13 discos que son músicos de alto nivel capaces de hacer cualquier cosa. Pasando desde el poderoso ruido que te pulveriza el cerebro hasta las tonalidades jazz que pintan hermosos paisajes, nos hemos enamorado de uno de los proyectos más propositivos y brillantes de nuestra era. Fue en ese afán de creer que todo lo hacían perfecto, no prevenir un posible resbalón.
Fishing For Fishies es el décimo cuarto álbum en la carrera de los lagartos de Victoria, y también se convierte en su producción más floja en mucho tiempo. Con pistas que no te hacen volar, King Gizzard & The Lizard Wizard fue atrevido, pero deja mucho a desear y presenta canciones efímeras y pasajeras. Tal vez, en este camino pantanoso y en ocasiones sin alma, lo más grande serían las letras, que ahora no se enfocan en criaturas mitológicas, anécdotas espaciales y grandes castillos, sino en reflejar problemas ambientales y la degradación que vive nuestra sociedad.
Iniciando con “Fishing For Fishies”, la abridora es una de las canciones más conmovedoras de la banda. Algo suave pero que proyecta exactamente de qué tratará el LP. “Boggieman Sam” es una mezcla de blues, rock y country. En este segundo extracto, King Gizzard & The Lizard Wizard se desvía mucho de lo habitual –si es que tiene uno–, y aunque no es queja, porque experimentar es uno de sus sellos, empieza a sonar forzado el camino que construyen.
“The Bird Song” es acompañado por una gran línea de bajo y un increíble piano, aunque la voz de Stu ya no resulta melodiosa y en esta tercera pista, empieza a sonar tediosa y complica un poco el trayecto del material, ¿un pájaro sabe lo que es un avión?
El country regresa con “Plastic Boogie”, tema que podría sonar en una escena de cantina del sur de Texas donde una horda de personas se escucha en el fondo descontrolada. “The Cruel Millennial” tiene la esencia de cualquier banda americana haciendo rock & roll, pero en esta ocasión, Stu cede la voz principal a Ambrose Kenny-Smith, quien se adapta mejor a esta clase de géneros. Además, la crítica hacia las relaciones inexistentes por la adicción a la tecnología hace que la canción resulte bastante interesante. Nos estamos oxidando, eso es completamente cierto.
“Real's Not Real” y “This Thing” le regresan el mando a Mackenzie. Sube un poco el fuzz y las cuerdas se sueltan al ritmo de blues y rock clásico. Se sigue integrando la armónica en la base, pero desafortunadamente, la fórmula que nunca logró cautivar, ya resulta bastante aburrida y todo es muy predecible. Con gran tristeza y con dos pistas en espera, King Gizzard & The Lizard Wizard saltó de la experimentación a la monotonía, algo totalmente extraño con la banda.
“Acarine” es una especie de improvisación, y uno de los temas más destacados de Fishing For Fishies. Tal vez, si King Gizzard & The Lizard Wizard hubiera explotado un poco más este blues repleto de psicodelia y sintetizadores, estaríamos frente a un disco muy distinto. Por desgracia, fue hasta el octavo capítulo de su historia que logra cautivar.
Para cerrar su décima cuarta obra, el sencillo que nos voló la cabeza llega a los oídos: “Cyboogie”. He de aceptar que cuando escuche esta canción, mis expectativas eran bastante altas. Sentía que los lagartos subirían al Trans-Europe Express de Kraftwerk y presentarían algo en verdad brillante. Final de casi siete minutos que junto a “Acarine”, es de lo más elevado del material.
Después de lanzar cinco discos el año pasado, todos con autoridad, evolucionando el sonido y con una historia propia, mismos que van desde lo bueno hasta los que rayan en la excelencia, King Gizzard & The Lizard Wizard se queda muy corto. A pesar de transmitir un contundente mensaje ambiental, apoyarse en el country y blues no fue un acierto y no termina de innovar a la banda, sino que, al contrario, sorprende por presentar algo flojo y en ocasiones, engorroso y pesado.
Los lagartos lanzaron su red para pescar algo maravilloso, pero fue en aguas oscuras y pantanosas, logrando atrapar pocos momentos de brillantez y presentar un disco sin alma. Sabemos que el descanso no es su fuerte, pero a veces no es mala la introspección. Tras una extraordinaria y sublime carrera, los chicos raros de la psicodelia tienen una fuerte caída. Esperemos “Planet B” sea el augurio de mejores cosas para el septeto. El thrash metal les queda mucho mejor y sería una sorpresa en la cual nos gustaría explorar. Su amor por Slayer podría rendirles mejores frutos.