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GOOD/Def Jam / 2018
Antes de comenzar es necesario hacer un par de preguntas, ¿para analizar una obra se puede separarla de su creador?, y sobre todo ¿se debe?, ¿es necesario? Hay quienes consideran indispensable dividirlos, de lo contrario, aseguran, no podrían disfrutar de la creación, particularmente cuando los creadores tienen conductas que a la vista son reprobables o incorrectas. Bajo esta idea se fragmenta al creador de la persona. Sin embargo, debemos preguntarnos si esos actos o declaraciones son parte de ese genio que empuja a los artistas a lograr sus trabajos. Finalmente son extensiones de su personalidad, expresiones artísticas que provienen de ellos, del mismo sitio de donde surgen las obras, las construcciones, aquellos trabajos que nos fascinan. Aunque eso no los exime de sus responsabilidades.
Estamos ante un caso que requiere esa precisión: el nuevo álbum de Kanye West –uno de dos que publica este año, el otro con Kid Cudi bajo el nombre de KIDS SEE GHOSTS– que simplemente se llama Ye, compuesto por siete temas y con una duración no mayor a los 25 minutos. El regreso del productor mesiánico luego de The Life of Pablo y su fallido tour que tropezó debido a las polémicas declaraciones y decisiones de West sorprende porque se aleja de que lo muchos esperábamos, una producción pulida, majestuosa (My Beautiful Dark Twisted Fantasy), compleja, que rompiera la estructura de la canción hip hop con sus sampleos disruptivos (Yeezus), es un verso que se queda corto, parece que por ahora el trono le pertenece a otro rapero.
Ye viene acompañado de una serie de encabezados mediáticos, Kanye West le dijo a TMZ que la esclavitud de los negros era una opción, el público ardió y tras esas criticas reescribió este álbum; se reunió con Donald Trump (lo cual no sería relevante de no ser porque la comunidad artística está contra el presidente de EE.UU.), se endeudó por intentar ingresar al negocio de la moda, se internó en un hospital psiquiátrico y sus manos no se contuvieron a la hora de publicar varios tuits que rayan en lo absurdo. Él es contradicción, tensión, dolor, rabia, presión y sueños, ¿no es esa la historia del hip hop? Se proclamó Dios en Yeezus y un monstruo en My Beautiful Dark Twisted Fantasy, pero ahora parece que la bestia indestructible se transformó en un ratón que habla sobre sus problemas mentales, la fallidas declaraciones que ha hecho, y la relación con Kim y sus hijos.
La portada del álbum con un mensaje irónico sobre la bipolaridad. “Odio ser bipolar, es increíble”, fue tomada por el propio West de camino a Wyoming en donde presentó el álbum llevando a un grupo de periodistas, amigos e influencers. Kanye West tiene un genio para producir, no tiene la mejor voz ni es el mejor compositor, pero sus creaciones son gritos de una mente violentada en un mundo agresivo, un relato visceral y directo. Furia y dolor. “I Thought About Killing You” es un diálogo hablado de los dos estados de ánimo que viven dentro del narrador. “Pienso en asesinarme, y me amo más de lo que te amo, hoy pensé en asesinarte, asesinato premeditado (…) Los pensamientos más hermosos siempre están encima de los más oscuros”. En el último minuto aparece el productor, tonos desmesurados y gritos de fondo.
“Yikes” es otra de las piezas angulares en este álbum, un viaje musical sobre su bipolaridad que a ratos se vuelve esquizofrénico, loop de percusiones y un sonido similar a un coro humano guiando su narración: la supuesta dosis de medicina que llegó a tomar, 2C-B. “Creo que Mike (Michael Jackson) y Prince trataron de advertirme, sabían que tenía demonios en mí (..)” y hacia el final del track deja de rapear para confesar en un grito demencial. “¿Ven? ¿ven? De eso es de lo que hablo, por eso jodo con Ye, esa es mi tercera persona, esa es mi mierda bipolar, negro, ese es mi superpoder, negro, no es una discapacidad, soy un superhéroe, soy un superhéroe”.
“Ghost Town” y “Violent Crimes” los dos últimos cortes de Ye muestran a un personaje arrepentido… por haber sido un monstruo con las mujeres (“los negros son monstruos, son proxenetas, hasta que tienen hijas, padre perdóname, tengo miedo del karma, porque ahora veo a las mujeres como nutrientes y no como una conquista”), por la adicción a los opiáceos, por las deudas; dos potentes narraciones cuya fuerza radica no en la producción, sino en la música por sí misma y en el relato agridulce que va contando.
Y volvemos al principio. ¿Debemos separar a Kanye West de sus creaciones? ¿Nos está haciendo reflexionar con su música? ¿Está cuestionando el sistema machista, homófobo, misógino, tiránico, xenófobo? ¿Debería hacerlo? ¿Está arrepentido de lo que ha dicho? ¿Su música y sus letras son un reflejo de la tensión en Estados Unidos? ¿Musicalmente está empujando sus propias creaciones a terrenos desconocidos? No. Es solamente él hablando de su caída. Es su ego. Y nada más.