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Kakkmaddafakka — Diplomacy

9

Kakkmaddafakka
Diplomacy

Mafia Records / 2019

Artista(s)

Kakkmaddafakka

Diplomacy: el disco más íntimo de Kakkmaddafakka.

Noruega es un país que se caracteriza por tener temperaturas gélidas. Sin embargo, durante el verano del año pasado, el clima en la ciudad de Bergen fue cálido, situación que la banda nórdica Kakkmaddafakka, originaria de dicha ciudad, aprovechó para crear Diplomacy, su nuevo álbum de estudio.

El proyecto abreviado como KMF, integrado por los hermanos Axel y Pål Vindenes, Stian Sævig, Kristoffer Wie, Lars Helmik y Sebastian Kittelsen, no ha parado de hacer música, pues en 2016 y 2017 lanzaron dos discos consecutivos: KMF y Hus, respectivamente. Ahora, bajo la producción de Matias Tellez, vocalista de Young Dreams, la agrupación regresa con una placa plagada de sintetizadores y guitarras distorsionadas.

Previo al lanzamiento de esta placa, el sexteto noruego presentó tres sencillos: “Naked Blue”, cuya cadencia permanente genera en el oyente un headbanging suave de arriba abajo guiado por una letra que versa sobre estar en una alberca con tu pareja; “Runaway Girl”, una adictiva, potente y bailable pieza marcada por el hipnotizante sintetizador del intro y las guitarras desenfrenadas del outro que cuenta cómo algunas personas juegan con los sentimientos de los demás y “The Rest”, el tercer y más reciente single, una balada que aborda tópicos como el inevitable transcurso del tiempo y cómo eso complica una relación duradera.

El intro de “Sin”, otra de las canciones más bailables del disco, tiene cierta reminiscencia a la banda australiana Flash and the Pan con “Waiting for a Train”, tema utilizado en la escena de baile entre Gerard Butler y Thandie Newton en la película RocknRolla de Guy Ritchie. Funky y bastante pegadiza.

Los momentos de euforia se ven plasmados en “Get Go”, pieza al puro estilo del synth pop de los 80, que hasta el trío británico The Human League estaría orgulloso de haber creado; “Frecuency”, ideal para un viaje por carretera y “Moon Man”, cuya combinación entre el bajo y la batería es más que seductora, sumada al doble par de gritos a mitad de la canción que a más de uno erizará la piel. La última en la lista es “This Love”, balada que cierra de la mejor manera el compendio con un coro que posee unos coros celestiales que le dan un toque aún más romántico.

Al escuchar Diplomacy de Kakkmaddafakka, uno se da cuenta que ninguna canción sale sobrando, ninguna está de relleno. Es una producción madura que va desde lo enérgico, pasa por lo sereno, regresa a lo brioso y culmina con una tranquilidad placentera, proceso que muestra lo mejor de los nórdicos y que vale la pena escuchar una y otra vez.

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Lafawndah — Ancestor Boy

8

Lafawndah
Ancestor Boy

CONCORDIA / 2019

Artista(s)

Lafawndah

Una mezcla de frases inconexas, pero que parecen el boceto de un horizonte brillante.

Lo convulso de los tiempo, aunado a la masificación/globalización de las percepciones tanto estéticas como sociales, han creado un paradigma musical en el cual decir que alguien hace música del mundo puede significar solo dos cosas: hacer música con inspiración de sonidos regionales de alguna parte del orbe tan apartada del mundo occidental que apenas escuchamos algo acerca de ella; o música pop con tintes de global bass, retazos de R&B y guiños al reggaeton. Menuda dupla de opciones. Pero, volviendo al tema, el crear música del mundo tiene un significado que podemos vislumbrar en el álbum debut de Lafawndah, Ancestor Boy.

Con ascendencia Egipto-Iraní y habiendo pasado su vida en lugares tan diversos como París, México o la misma Teherán, su herencia multicultural y su movilidad a través del planeta han forjado en ella una fuerte identidad nómada que se ve reflejada en este último trabajo. Ancestor Boy es una especie de Piedra Rosetta que permite el acercamiento a diversos géneros y sonidos que conforman un crisol musical lleno de texturas y elementos sonoros diversos. Pero no es solo eso, Ancestor Boy es un puente que une épocas pasadas (y culturas y civilizaciones) con un futuro en el que las líneas que dividen géneros y ritmos más que imperceptibles se vuelven inexistentes.

Con letras en inglés, francés, swahili y farsi el álbum está cargado de una fuerza que por momentos se vuelve incontenible, las melodías piden bailar a quien las escucha y con cada uno de los cortes del LP el ritmo cardiaco se altera subiendo y bajando las pulsaciones por minuto. El mundo en el que se gesta esta obra es uno de autocomprensión, de amor y descubrimiento del propio ser… siendo esta línea conceptual lo que termina uniendo todo el proyecto. Es un refugio multicultural: un hostal musical (si se permite la analogía). Pero lo que lleva a este trabajo a ser grandioso también lo vuelve incompleto: la cantidad de sonidos, idiomas, ritmos y ambientes terminan por crear un mapa inacabado en el que la exploración lleva al naufragio.

Abre el disco con el track “Uniform”, una combinación de sintetizadores, voces que crean espacios y una base de tambores que toman prestada la secuencia de las melodías propias de culturas africanas. Le sigue “Daddy”, una pieza que recuerda a algún track de FKA twigs, que brilla por la maestría vocal de Lafawndah que cobija cada segundo de la canción permitiendo que lo sutil y sencillo de la composición no llegue a ser demasiado simple. “Ancestor Boy”, el tema que le da título al álbum es más una experimentación sonora que una canción propiamente entendida, diversos instrumentos generan sonidos con un aura de medio oriente en conjunto con secuencias de sintetizador que son rematadas por un ejercicio vocal que no llega a explotar en los cuatro minutos y medio que dura el tema. Quizá una de las piezas más relevantes de todo el LP sea “Substancia” en la que la mezcla de voces, sonidos y elementos compositivos se vuelve oscura y excitante con forme los segundos avanzan y eclosiona en un silencio que nos deja perplejos.

Uno de los conceptos que prevalecen a lo largo de las 13 canciones que conforman el disco es el de la abstracción: tanto en los sonidos como en las letras. El uso de planos sonoros que se introducen al mismo tiempo con las voces como con las melodías y armonías creadas por los instrumentos son aproximaciones o metáforas y no productos concretos; así mismo las frases nunca son completas ni directas, hay un rebuscado juego de palabras por más sencillas que parezcan estas.

Para el final del disco llega “Tourist” una alegre sorpresa en la que una fuerza caribeña y el uso de sonidos llenos de claridad nos devuelven la euforia y nos invitan a mover el cuerpo entero. En contra parte, el disco cierra con “Blueprint” que parece un statement de lo que el material discográfico es en sí mismo; es una especie de luz al final del túnel, una voz de esperanza que guía hacia un futuro próspero mientras se cae en un precipicio insondable.

Así, el álbum en su totalidad es una mezcla de frases inconexas, pero que parecen el boceto de un horizonte brillante… así que probablemente tengamos que esperar al siguiente material de Lafawndah para conocer el mundo que pretendía pintar con Ancestor Boy y ser testigos de la consumación de una empresa tan curiosa. Sin embargo, nadie puede negar lo ambicioso del proyecto y que dentro de la confusión que puede suscitar el escuchar el álbum de principio a fin, suficientes llamaradas nos indican el sendero que la artista, que hace un par de años llamaba a la desobediencia civil, traza para nosotros con la intención de hacernos despertar.

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Kakkmaddafakka — Diplomacy