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Liberation Records / 2019
Tengo una tradición con un buen amigo, en la que no importa la hora que sea, si alguno escucha un buen disco, lo mandamos por WhatsApp. A veces ninguno de los dos le pone atención realmente, porque, seamos sinceros, en realidad casi nadie escucha lo que le mandan. De todas formas, si es que conservas el historial de los mensajes, quedarán los vestigios para revisarlos tiempo después. Hace algunas noches, en vez de dormir quise ver qué había sucedido en los últimos meses. De los veintitantos discos que hemos intercambiado, más de 20 eran de mujeres o proyectos liderados por mujeres. Entre los mensajes más recientes —e ignorado como era de esperarse pero no de justificarse— estaba el Crushing de Julia Jacklin.
Nada tiene que esconder el fan de Britney Spears. Si encontraste en los vestuarios de “Baby One More Time” o “Oops!... I Did It Again” la inspiración necesaria para dedicarte a la música, algo tienes en común con Julia Jacklin. Nacida en 1990, estos fueron los inicios para una niña que a los 20 años tomaría la guitarra para acompañar la banda de una amiga. Pasaron los años y en su cabeza siempre estaba la eterna pregunta de: “¿qué estoy haciendo con mi vida?”. Un EP en el 2014 y su primer larga duración en el 2016. Don’t Let the Kids Win significó una revelación en su vida. Vinieron los tours. Las entrevistas. Las revelaciones. El por fin sentirse con plenitud. Si de un año para el otro estás componiendo en tu habitación y luego tocando en festivales alrededor del mundo, pueden venir una vorágine de respuestas existenciales, pero inevitablemente surgirán preguntas.
La rutina hipnotiza. A algunos les drena el alma. Quisieran salir, conocer nuevos lugares, pasar las noches en una ciudad y por las tardes llegar a otra. No obstante, la rutina itinerante también puede llegar a drenar. Julia Jacklin pasó dos años de gira. Quizá si Jerry García leyera del cansancio de Julia, echaría una gran carcajada con sabor a cerveza y algunas plantas. Pero cada ser humano es distinto, para la australiana, este cambio brutal en su transcurrir, representó un momento de alienación de su propio ser. Dice que a veces era como si su cuerpo tan solo fuera un vehículo. Algo para llegar de un punto a otro. ¿Quién era ella entonces?
Es ahí donde entra Crushing, su segundo material. Si con el primero teníamos una serie de declaraciones que se centraban en crecer, en vivir como adulto y encontrar su lugar en el mundo, Crushing es más un ejercicio para encontrar su lugar como ella misma. Para recuperar su identidad. Hay mucho de corporeidad en las canciones. Desde el inicio con “Body” se puede notar que algo ha cambiado desde “Pool Party”. Hay algo sombrío. Una canción de cinco minutos para empezar, con ritmo motórico, cíclico y narrativa impecable. Voltear a ver al Leonard Cohen de The Future o del You Want It Darker se vuelve inevitable. O quizá, a Bobbie Gentry, la recién redescubierta reina del country que ahora vive un segundo aire gracias al homenaje de Mercury Rev. Es la voz de una mujer que descubre que está harta. Que hay algo sospechoso en esa relación que a los 23 solía verse inmaculada, y con el tiempo, se fueron destapando pequeñas verdades que, reiteradas, apresuran las despedidas. Es su cuerpo, su vida, sus decisiones. “Head Alone” versa sobre lo mismo. ¿Por qué tenemos que estar rodeados todo el tiempo? ¿Por qué hay manos ajenas cuando no se necesitan sobre el cuerpo?
“Pressure to Party” recuerda más a la ansiedad, lo emocional que trató en su álbum debut. A veces solo quieres hacer lo que se te dé la gana, independientemente de cómo vaya a salir, de lo que las voces digan que es lo correcto. El instinto a veces se desborda cuando sales de una relación. Porque así como antes se trató la adultez, en Crushing, Julia Jacklin también trata el desamor. Por ello el título. La vida muchas veces es opresión, y de ahí que escribir canciones pueda servir como la llave a lo que agobia. “Don't Know How To Keep Loving You” es el adiós que se quiso prolongar y prolongar hasta que fue inevitable. Hay momentos en donde simplemente se torna imposible permanecer juntos.
Musicalmente, Julia Jacklin mantiene lo que la hizo destacar en primer lugar. Una sutil combinación de sonidos contemporáneos, con susurros que parecen sacados de otros tiempos. Neil Young es un nombre que sale a relucir, Fiona Apple también. Para la producción del disco, Julia pidió que se quedaran los pequeños detalles que hacen a algo tan orgánico. Una respiración, el rechinar de un instrumento, un murmullo. Todo lo que normalmente se considera un error, en este caso brilla como la misma condición humana. Una respuesta a lo que pensó la primera vez que se enfrentó a la fama, a las entrevistas, al ojo público. Sobrepensar las respuestas, quedarse petrificada de los nervios, reclamarse a sí misma por lo que sucedía, todo eso quedó atrás para dar paso a una Julia más relajada, pero igual de interesante.
Después de escuchar este disco, no me sorprende que en el intercambio de discos por WhatsApp, las mujeres sean mayoría. Julia Jacklin se suma a una larga lista de artistas que han destacado en los últimos tiempos. Nombres como Mitski, Snail Mail, illuminati hotties, Sharon Van Etten, Florist, Lucy Dacus, Courtney Barnett, Soccer Mommy, Free Cake for Every Creature, Diet Cig, Bully, Remember Sports, The Beths, Cayetana, Screaming Females, Speedy Ortiz o por supuesto Sleater-Kinney, son nombres que destacan en un género tan ambiguo, polémico (por aquello de que no es un género como tal) y versátil como el indie rock. Pero en otros rubros están Grimes, FKA Twigs, Rosalía, Kali Uchis, Jorja Smith, SZA, Kelela, Empress Of o Let’s Eat Grandma. Y por supuesto que no se trata de una competencia, sino de una enunciación.
Así como hace años, causaba controversia que una mujer escribiera sobre sus pensamientos, hoy son esos pensamientos los que se convierten en himnos, llenan festivales y quizá ya no sea Britney Spears el camino hacia la educación musical y la construcción de ídolos, tal vez, en algún lugar del planeta, hay alguna pequeña que tendrá el Crushing de Julia Jacklin como referencia para, años después, también dejar un testimonio de lo que significa vivir, con una voz privilegiada, los acordes precisos y los oídos de toda una generación.