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Independiente / 2016
13/Sep/2016
Existe una casi imperceptible y curiosa similitud en el feedback que da inicio a la primera canción de Atáxico de Joliette y el primer tema del más reciente disco de Deftones titulado Gore: un sonido difuso que desata una delicada furia.
Mientras la escena del rock local es invadida por camisas bien planchadas con estampados de palmeras y cuya zona de confort es la Roma-Condesa, “Verdadero Por Accidente” es un codazo sin intención en pleno slam necesario que provoca la vida moderna llena de malas noticias, memes antes que opiniones concretas y bandas teloneras vendidas por sus managers como si fueran el santo grial de la música mexicana.
“Tiónkel” porque la música dice más que los títulos, los gritos suenan en algunos casos mejor que las palabras, la poesía también es el sudor y la sangre de un show en directo llevado al estudio, la energía que a veces se extraña, quién necesita colores cuando en el gris de una portada con un disco destruido encontramos la tierra prometida.
“Henry Coyote” busca escapar del cazador, pero al verse cansado decide atacar: la batería que impide que nos quedemos quietos, la guitarra dislocada y sin mayor efecto que la sangre en los dedos que tal vez provoca tan furioso golpeteo en las cuerdas, como una pelea entre los difusos riffs de Bellini y la implacable técnica del mathcore. El violento final que recuerda a la última obra de Young And In The Way, un sonido digno de Deathwish Records antes que de una playlist del Verano Indie.
“Vibraparrot” y la experiencia manifiesta que dejan los tours por Europa y marcan las actuaciones en directo, “Las Arepas de Mi Padre” para relajar el paso y jugar con los arpegios y los mensajes subliminales. “Apaccico” para dejar de manifiesto que Joliette es una de las bandas que en verdad se desangra durante su inventiva, pero que revive ante cada afrenta con su gente que compra su mercancía y asiste a sus explosivas presentaciones.
“Código” es un largo ejercicio mayormente instrumental que nos rumora la conexión que existe entre los integrantes de esta banda que es, sin sonar despectivo, un mal necesario ante tantas baladas fáciles sobre los mismos rompimientos amorosos de siempre y la moda actual de las bandas locales de evocar el sonido vaporwave o maquilar temas para que bailen las niñas bien: no todo en la vida es un fin de semana en Acapulco. Joliette es aquella chica que arruina tu fiesta quitando el éxito del momento para poner a Converge.
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ARTium/Def Jam / 2016
12/Sep/2016
Ningún hombre debería tener tanto poder. ¿O sí? Las palabras del tío Kanye podrían parecer como una alegoría irónica/psicología invertida hacia toda persona deseosa de convertir sus confesiones en una especie de evangelio para dominar a las masas que compartan un punto de vista. Seguramente el joven Vincent Staples grabó esa frase en piedra en algún lugar de su mente (o de forma literal) para motivarse a alcanzar la gloria artística en la música contemporánea. Va por excelente camino.
Después de sacar sus memorias de la pubertad a manera de antología discográfica en Summertime ’06 (2015) con un lirismo y agilidad que muchos ilustres no logran alcanzar en la cúspide de su vida al empezar a escribir una bibliografía, Staples empezó a gozar –con justa razón, según este humilde escritor– de fama, fortuna y aclamo por parte de la crítica y los fans. Su manera de yuxtaponer lo crudo y honesto de los 13 años con una producción inmaculada que correspondería a alguien veterano del género lo convirtió en punto de referencia obligada para la música urbana californiana de mediados de los 2010. A juzgar por lo acérbico de sus letras e ingenio, seguramente recibió todo este furor un tanto incómodo y decidió hacerle burla (¿o aceptarla de lleno?) en su nuevo EP, Prima Donna.
Como el título lo indica, es una mirada deseosa y cansada de los lujos, los excesos, el bling bling y el bang bang que han venido siendo el pan de cada día desde actos como N.W.A hasta Casey Veggies. El punto fuerte del mini álbum, lleno de potencia, dinamismo y veracidad como su obra anterior, es que explota, rima y divaga acompañado de beats creativos, sampleos de la vieja escuela y mucha melodía, pero casi al término de la canción parece decir “se acabó la fiesta” y se retira a algún rincón oscuro y purulento donde apenas y puede entonar un estribillo, como si estuviera recordando los estragos de la noche anterior y se lamentara de las consecuencias o del por qué hizo Dios sabe qué.
La creatividad musical también está en orden. Sus colaboradores incluyen a gente de la talla de James Blake (adornando la efímera y adictiva “War Ready” con un sampleo de Outkast y pocos elementos más allá de eso), No I.D. (uno de los acólitos del ya mencionado Tío Kanye), John Hill (mente maestra detrás de los éxitos más consistentes de Shakira y Santigold, entre otros) y A$AP Rocky (quien otorga un verso de locura en el tema que le da el nombre al disco). No cabe duda que Staples es un partidario de que el hip hop debe ser una experiencia envolvente más allá de algún mensaje particular o algún beep que le haya gustado al dueño de la disquera. Si la intención del joven Staples es convertirse en un “rapper’s rapper,” aquel que toca sensibilidades tanto en sus contemporáneos como en jóvenes aspirantes –Kendrick Lamar y Earl Sweatshirt son dos finos ejemplos– no puedo esperar a ver cómo lo lleva a cabo. Y todo eso lo concluí con sólo siete canciones.
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