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Boxx Records / 2017
¡Aceptémoslo! Vivimos en la época del playlist y el single. Los discos hace mucho que dejaron de ser el producto más deseado por el consumidor para dar paso a las famosas listas de reproducción que no son más que un conjunto de canciones que sirven para amenizar una ocasión o una emoción en particular.
Dentro de este contexto, un músico o una banda que dedique sus recursos, tanto monetarios como artísticos, a la creación de un álbum pareciera ser un suicidio profesional ya que ¿qué caso tiene dedicarle tiempo y dinero a la producción y promoción de un producto que parece haber caducado? Es como si Apple gastara sus recursos en un nuevo iPhone y que su máxima atracción sea que puedes mandar mensajes de texto SMS. O sea sí, se siguen usando, pero seamos realistas, el 90% de los usuarios prefiere usar otros sistemas de mensajería.
Sin embargo, dentro de este contexto de mercado, existen las bandas y los consumidores que se aferran a la nostalgia siendo Johnny Nasty Boots el perfecto ejemplo, pues no solo se aferró a la creación de un material discográfico, sino que lo hizo de la manera más tradicional posible: un disco concepto, con una portada que es por si sola una obra de arte. Además lo grabaron en tomas conjuntas, en lugar de cada músico por separado como se acostumbra en estos días, en uno de los estudios más tradicionales de EEUU: Sonic Ranch. El resultado no podía ser otro más que: magnífico.
Este disco homónimo, desde la primera nota, sirve de recordatorio de las cosas buenas del pasado. Una voz que aguda pero agresiva al estilo Robert Plant. Una instrumentación con largos solos, de todos los instrumentos. Géneros como el hard rock y el blues conviven con guitarras campiranas y sonidos country de manera magistral. Los tracks son largos, algunos rozan los seis minutos, y parecen estar conectados entre sí, lo cual hace que el disco entero se convierta en un gigantesco track, sin embargo jamás se torna pesado, de hecho si existe alguna falla es precisamente que te quedas con ganas de más.
Al intentar analizar canción por canción te encuentras con tres que sobresalen del resto. La primera es “Hard to Love Me”, el cual fue el primer sencillo del grupo y por lo tanto su carta de presentación y que se trata de un hard rock clásico con riffs tradicionales y pegajosos. La segunda es “Bulltoad Blues”, una muestra de country blues instrumental en el que la armónica toma el papel de líder melódico. Por último destaca también “Deadline”, la cual regresa al hard rock pero añadiendo un excelente solo de batería que recuerda bastante al del difunto John Bonham en la histórica canción de Led Zeppelin: “Mobby Dick”. A pesar de todo el disco solo se puede disfrutar a plenitud si es escuchado completo y en el orden pensado, a la manera tradicional.
Como mención especial hay que destacar el excelente trabajo en la portada, la cual fue realizada por el pintor Jorge Herrera, padre del vocalista de la banda. Herrera supo captar la esencia del disco en una pintura que, si le quitas el nombre del disco funciona como una obra de arte por si misma.
Johnny Nasty Boots creó un disco a la antigüita y lo hizo de la mejor manera posible, ahora solo queda esperar a que el público se de el tiempo para escucharlo en su totalidad sin destazarlo para meterlo en listas de reproducción.