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Lakeshore/Invada / 2018
Si se hubiera marchado con Fordlandia estaríamos llorando su ausencia, atónitos y acongojados. La obra compuesta hace diez años es bellísima. Pero cuando Jóhann Jóhannsson partió el nueve de febrero de 2018 dejó un halo un poco cruento que nos permite imaginar una advertencia, “el mundo es un sitio hostil”. Lo cual lo hace un poco más doloroso imaginando un último aliento sin espacio para la luz. La música para la cinta Mandy es un conjunto de temas vibrantes fluyendo entre el metal atmosférico y el drone, es difícil que en ese cúmulo de composiciones haya paz.
La combinación de cocaína con un medicamento para la gripe fue lo que detonó la falla cardiaca, su muerte fue un repentino golpe emocional a sus amigos, familiares y fans, su ausencia deja un vacío en el mundo de la música y al mismo tiempo lo inmortaliza para siempre. Si nos permitimos imaginar que hay una mensaje detrás de su despedida, nos acercamos a un terreno peligroso, la suposición de una vida infeliz pese al éxito de la carrera del compositor islandés. Su música no pudo salvarlo.
Mandy es el reciente trabajo del realizador cinematográfico Panos Cosmatos, cuya premisa es la venganza de Red Miller (Nicolas Cage) tras el asesinato de su pareja Mandy a manos de un culto hippie. Aplaudido tras su pase en el festival de Sundance la cinta es descrita como un viaje de color y sonido en medio de una narrativa contemplativa. Su música –aquí es en donde dejamos correr la imaginación y pensamos en Jóhannsson despidiéndose del mundo– es abstracta y siniestra, oscura y espesa, estresante y pesada, como la vida. La visión del compositor islandés acerca del entorno ya había sido tocada por la violencia; Sicario, Prisoners y un fallido intento de participar en Blade Runner 2049 componen junto con el último de sus trabajos un ensordecedor eco que cubre todo de extremo dolor. Golpes y dolor. Un mundo del que hay que tener cuidado.
Coproducido con Randall Dunn y compuesto con el guitarrista de Sunn O))), Stephen O’Malley, Jóhann Jóhhannsson experimenta en algo que no había probado, un sonido frío y violento al mismo tiempo (“Burning Church” y “Forging the Beast”) y que en sus contados momentos cálidos parece debilitarse ante un punzante bajo (“Memories”). Pero la joya de todo el álbum es el track titulado como el culto que asesina a la esposa de Red Miller. “Children of the New Dawn” es lo más cercano a un tema convencional que el islandés podría componer, un balance de tintes emocionales, un paso constante marcado en principio por la batería y después por el punteo de guitarra, casi podría ser de Swans de no ser por sus matices tristes, metal espeso que grita dolor porque así es el mundo, en fantasía. Demasiado cruel como para jugarle una mala pasada al islandés, demasiado negro como para no darle suficiente fuerza para no caer en las manos de la cocaína, demasiado triste… y los que seguimos aquí te extrañaremos Jóhann. Nuevamente descansa en paz.