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Earth Analog Records / 2020
Alto y claro. Un brumoso camino repleto de oscuros pasajes que siempre terminan crujiendo las entrañas. Tratando de equilibrar polaridades como la luz y la desolación, Hum había estado quieto, pero la mente de sus integrantes siempre estaría en constante movimiento, como la de cualquier ser humano. Inlet demuestra que el silencio y la paciencia traen consigo grandes resultados. La leyenda se tardó 22 años en rugir; más raros, más fuertes, más profundos. ¿Empieza El Apocalipsis y nos acaba de llegar el soundtrack perfecto? La angustia colectiva siempre tiene matices parecidos y Hum apareció en el momento más preciso. O tal vez en el menos indicado, depende que tanta fe y esperanza tengas en la cabeza en estos momentos de incertidumbre.
El cuarteto de Champaign, Illinois, pertenece a ese selectivo grupo donde es complicado etiquetarlos en algún género en específico. Navegan por el space rock, shoegaze, emo, metal y el post rock, a finales de los 90 algunos medios lo resolvían fácil diciendo que era “alternativo”. En 1998, Hum lanzaba Downward is Heavenward, el que sería en ese entonces su último disco antes de su disolución en el año 2000 y que serviría de gran inspiración para White Pony de los Deftones. Sus integrantes formaron proyectos propios y Brian (batería) se alejó de la música. Chino Moreno y compañía encontraron lo que les faltaba para crear lo que son en este momento. Sus fanáticos más destacados.
Inlet apareció en Bandcamp sin aviso previo. No hubo sencillos ni un anuncio oficial. Aunque Matt Talbott insinuó que estaban escribiendo y componiendo desde 2016 y dos años después confirmó que el material se estaba acercando a la etapa de mezcla final. A partir de ahí son cuatro años para que por fin pudiéramos escuchar un nuevo disco de la banda, un trabajo meticuloso que se escucha en la producción final. Su mejor disco en ese ámbito hasta el momento. Todo suena perfecto, nada queda fuera ni sobrepuesto. Es mucho ruido y pedales por doquier, pero es una tormenta para apreciar en un conjunto.
Desde mi perspectiva, esa es la mejor promoción que puede tener un LP: no tenerla. Algunos artistas saben que un trabajo de larga duración es eso, comprometer a tu escucha a terminarlo por completo. No hay cortes promocionales no porque no lo merezca, ni porque no sea válido hacerlo, pero hacer escucharlo en su totalidad siempre es bastante gratificante. Es un proceso de subidas y bajadas, que te hacen entrar en la profundidad del material o en pensar en el por qué se acomodaron así las canciones. En el qué están tratando de decir. Es un mejor camino que escuchar dos o tres sencillos para “emocionar” a los fans. Cada quien tendrá su respetable opinión sobre el tema.
Después de una introducción, no tan corta pero necesaria, se debe hablar del contenido. Inlet no es la continuación de Downward is Heavenward, hubiera sido un camino muy cómodo y sencillo hacerlo de esa manera. Igual se aplaudiría y los seguidores estarían contentos. Recuerden que son 22 años. Pero Hum fue mucho más allá, tomaron riesgos que tal vez no habrían tomado hace dos décadas. La mitad de las canciones en el disco pasan la barrera de los ocho minutos, los temas más largos en la historia de la banda. Crean pasajes más extensos, con brechas instrumentales largas y le dan su tiempo, no se sienten apresurados. Algunos gloriosos y otros con muy leves tropiezos, Talbott y compañía supieron aprovechar cada minuto.
Hum trae mucha nostalgia, pero a la vez suena mucho a 2020. “Waves” inicia el viaje y viene acompañado de una dosis de pesimismo, “Olas de esperanza perdida, el veneno está en mi cabeza... Llenan mis días de pena”. Guitarras repletas de reverb y sonidos densos que te hacen entrar por completo a Inlet. La madurez los encontró y se escucha en esos golpes metálicos. “Desert Rambler” es una joya absoluta. Un shoegaze con dosis de metal que llega a sonar hasta en arreglos de doom. Nueve minutos contemplativos que te hacen cruzar todo el desierto. La voz de Talbott se escucha mejor que nunca. Son más sabios y tienen mucho mayor control de todo lo que pasa. Un trueno que también incluye punzadas de esperanza y sabe calmarse en el momento correcto. Gran tema.
“Step Into You” sube el ánimo, contiene un solo en la guitarra y se añade parte de la vieja agresión que llevan en las venas. El disco por si solo es agresivo, pero ya no están enojados. “The Summoning” regresa a los tonos bajos, la escuela de Black Sabbath se escucha en todas las bandas de sonidos pesados. Nadie se escapa de Tony Iommi. “Cloud City” pareciera ser un momento más amigable y accesible, algo que suena totalmente 90, pero llega a sonidos que explotan de la nada. Maestría en conjuntar dos estados de ánimo. No hay rellenos ni puntos ciegos donde atacar.
“Folding” es la canción más inusual del disco, pareciera que seguiría los pasos de sus antecesoras llenas de grandes riffs, pero no, parte el tema en tres: el primero en destrucción, el segundo donde la calma toma su lugar y el tercero en experimentación espacial que llega a su disolución en un eco que va y viene. "Shapeshifter" cierra el material y no se puede decir que dejaron lo mejor para el final, pues cada canción tiene su propio ADN. Es cambiante y va mutando, no hay cascajo por recoger entre cada terremoto. Lo siguiente es algo completamente diferente, pero terminan siendo igual de reconfortante escucharlo.
Las dos décadas de espera valieron totalmente la pena. Es un abrazo para todos los fanáticos y un respiro para los tiempos de incertidumbre, ¿o un momento para arrojarnos a la desolación? Sea cual sea el sentido que le quieras dar, en Inlet todo está en su lugar. La máquina perfectamente afinada y pareciera que nunca se hubieran ido. El 2020 es perfecto para este disco. Créanlo.