5
ANTI- / 2019
18/Feb/2019
Distorsiones, dream pop, cuerdas. Sonidos tan desorganizados y desconcertantes como el cambio son el tema central de What Chaos Is Imaginary, tercer álbum del dúo Girlpool. Se trata de una entrega de 14 canciones que destaca las diferencias de estilo y escritura entre Cleo Tucker y Harmony Tividad, tanto en lírica como en melodía.
“Lucy’s”, primera pieza del álbum, abre las puertas de la mente de un Tucker poco imaginativo y demasiado directo que se presenta con un bajo perfil musical. Sin embargo, inmediatamente llega una conexión a algo más familiar, a un Girlpool que ya conocemos. “Stale Device” y “Where You Sink” recuerdan el estilo de su disco anterior. Se acercan a Sonic Youth donde lo que escuchamos melancolía y desdén: “Found a stale device. A world to make you more alone”. En ambas, se nota la mano de Tividad complicando las cosas.
Tristemente, muchas canciones se quedan en el olvido. De hecho, el álbum pudo empezar en el track siete: “All Blacked Out” puede ser la bonita del disco. Con un inicio tranquilo y una guitarra armoniosa, no suena a Girlpool, pero conecta a la perfección con ellos. Lo mismo pasa con “Lucky Joke” que es un transporte directo a un club underground donde se descubren talentos.
De aquí en adelante, ya se siente cohesión. Las letras maduran y los sonidos se aventuran. “What Chaos is Imaginary” presenta un violín que complementa perfectamente un ritmo básico de batería; mientras que “Hoax and The Shrine” se queda con simplemente una guitarra porque no necesita más.
La última canción que vale la pena es “Swamp and Bay”, cuyo estilo country logra coincidir con un cuasipunk amateur. Es una creación fuera de lugar en el repertorio de Tucker y Tividad, no obstante, se agradece.
Pros: Las letras expresan pensamientos aislados que, sin contar una historia completa, conectan con todos pues son universales. Contras: No hay nada extraordinario. Ni un hit inmediato ni alguna canción que no pueda salir de la mente. No es un mal disco, pero algo algo no acaba de hacer match.
8
Arts & Crafts / 2019
15/Feb/2019
El segundo volumen de la serie Music to Draw To: es un material único en su tipo, un disco que trasciende los límites de los géneros musicales y que trae calidez al ambiente frío y estéril que puede llegar a ser la industria musical.
Este nuevo álbum del productor, DJ y autor de novelas gráficas canadiense funciona en un nivel muy distinto al de discos que figuran en los charts o en las nominaciones de premios, pero funciona mejor que cualquiera de ellos en su respectiva medida y manera. Es un compendio de atmósferas y estados anímicos más que un conjunto de canciones. El total de los 18 tracks podría ser, fácilmente, el film-score de una película de Joachim Trier o del soundtrack de un post-adolescente que busca la nostalgia como leitmotiv de su propia historia.
Una de las características mejor logradas por Eric San, nombre verdadero de Kid Koala, es el uso de los espacios y vacíos en cada tema que permiten a quien escucha formar su propia narrativa a través del tracklist. Además la manera en la que enarbola canción tras canción las emociones mediante el uso de sonidos y silencios hace que los 70 minutos de duración de este LP puedan ser transitados sin la sensación de hartazgo o aburrimiento.
Qué decir de los vocales por parte de Trixie Whitley. La cantante de soul, rock y blues es la luz que nos permite apreciar cada textura y recoveco en la niebla oscura de los beats y arreglos del DJ canadiense. Su interpretación de cada tema complementan a la perfección la musicalización sobre la que camina y en la que termina fundiéndose su potente y característica voz.
Paisajes sonoros y no canciones es lo que podemos encontrar en este álbum en el que los temas mejor logrados son aquellos en los que la voz de Trixie protagonizan las melodías de Eric, siendo “Lost At Sea” y “Look-Back Time” los preferidos de quien escribe esta reseña, un tanto por la manera en la que Kid Koala entreteje la madeja de sonidos que van desde sintetizadores y violines hasta la estática o el ruido de una voz a través del teléfono; y también por la forma en la que la voz de la cantante belga suena como si de un ángel (o demonio) se tratase. Además de los anteriores “Circle of Clouds”, el tema con el que abre; “The Moons of Galileo”, aquel con el que cierra; y “Resonance” son los tracks que mejor evocan esa sensación de estar contigo entre un mar de emociones y recuerdos que no sabías que seguían ahí.
No es un álbum para cualquier persona, pero la música de Kid nunca lo ha sido, es un disco que en una primera instancia podría parecer difícil de digerir y llegar del primer al último track un suplicio innecesario, pero si se le da la oportunidad y se deja correr la energía que transmite y la fuerza con la que te atrapa es una emoción indescriptible y digna de ser sentida.
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