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Caroline International / 2018
Si el mundo fuera un lugar más justo, Supergrass sería recordada como la única banda de brit pop que supo mutar, evolucionar, madurar y envejecer exitosamente a lo largo de sus 15 años y seis álbumes con su firma; hoy por hoy, un lanzamiento nuevo de Gaz Coombes sería tan relevante como uno de Noel Gallagher, Damon Albarn o Richard Ashcroft. Y no es para menos, puesto que desde su debut solista con Here Comes the Bombs, logró despertar interés de propios y extraños al mantener vigente ese espíritu rockero británico de los 90 con actualizaciones electrónicas. Su secuela Matador, no fue menos, se mostró un Gaz experimental, tétrico e inmersivo, pero jamás desatinado, lo cual le valió una nominación al Mercury Prize. Y es justamente a 10 años de que fuera lanzado Diamond Hoo Ha, el último álbum de Supergrass, que este compositor decidió no reunirse con pretextos de aniversario, sino reinventarse una vez más, dar forma a un trabajo que desde sus singles de presentación ya puede compararse con los mejores trabajos de su banda mater.
Podríamos describir a Gaz Coombes como un hombre eternamente joven debido a la frescura y jovialidad que impregna a su música, es una persona que a sus 42 años vive en esa frontera entre la madurez de su mediana edad y esa juventud infinita, lo cual le posiciona en el mejor momento de su vida para crear música única, lo expresa tocando temas tan delicados como igualdad de género, política y reflexionando sobre la vida adulta sin perder un gramo de su característico humor.
Tomando como punto de partida los cuatro singles promocionales ya lanzados, cualquiera afirmará que World's Strongest Man es un álbum ecléctico, variado y versátil: "Deep Pockets" es ese track con pinta de hit, bien pudo ser parte del séptimo álbum de Supergrass jamás lanzado puesto que ambos comparten influencias de krautrock, sin embargo, Gaz lo hace con dinamismo, con una paleta amplia de elementos que se relevan, que matizan y que van tornando de brillo y de intensidad hasta buscar ese clímax final donde todo se colma. Esto hace contraste inmediato con "Walk the Walk" y su tejido tan árido como mecánico, aquí lo que cuenta es la habilidad de su creador para cambiar los ambientes de un solo track y derivar en ese mágico estribillo con falsete, guitarra acústica y coros gospel, que a su vez vuelve a sumar violines, panderos y sintetizadores de fondo.
"Shit (I've Done It Again)" muestra ese lado de Coombes más afín por la congestión de sintetizadores y la estática que estos pueden crear en conjunto, juega con vocoders a lo Daft Punk para elevar su mensaje al punto más alto con la misma tranquilidad interpretativa en la que comienza. Como última instancia, "The Oaks" mostró de nuevo al Gaz experimental, discordante, pero sensato, jugando a algo inédito para el compositor, pieza cuya columna vertebral es solo su meditativa voz postrada al piano, referenciando a su fallecida madre, pero en sus perímetros la batería tribal y esa secuencia electrónica desconcertante la vuelven un momento misterioso que probablemente guarde más sonidos en su profundidad.
Estas cuatro aristas delimitan World's Strongest Man, pero no por eso significa que el resto sea inferior, "Wounded Egos" está basada en secuencias electrónicas con synths predominantes que en su punto más álgido cuenta con un coro de niños y redefiniendo el mensaje central del álbum, que es una condena aparente a los gobiernos de derecha, a lo que significa más bien ser "un hombre fuerte" en el mundo actual. "Oxygen Mask" es un track acústico que juega con duplicar de cuando en cuando sus elementos para volverse memorable, línea que sigue "Slow Motion Life", que encuentra el punto más introspectivo con Gaz en su piano.
Los riffs de guitarra no son comunes aquí, pero cuando aparecen lo hacen para dejar huella, como en "World's Strongest Man", que parece un remate más elocuente al sonido de The White Stripes o en el despegue celestial de "In Waves" y su secuela, "Vanishing Act".
El punto más fuerte del álbum, y donde su autor se ha graduado con honores, es en el apartado de los arreglos, matices, adornos, todo lo que rodea el concepto central, lo hace como nunca e incluso mejor que en aquel Life On Other Planets y sus adornos psicodélicos. Así que, en un mundo justo, reconoceríamos a Gaz Coombes como el hombre más fuerte del mundo, anotaríamos este álbum como uno de los mejores del 2018 y a Coombes lo pondríamos en la cima junto a sus compañeros de generación para competir como el mejor, pero como el mundo no es justo, lo tenemos siendo el artista más infravalorado de toda una generación.