10
Sony Music Chile / 2020
04/Feb/2020
La fortaleza es relativa, depende de nosotros mismos y nuestras batallas internas, el campo minado de nuestra autodestrucción, “Nunca Quise Herirte” a modo de introducción a una nueva aventura sonora de Francisca Valenzuela, que poco a poco se deshace de la tela orgánica para desnudar su alma más allá de solo sencillos. Y como el sol que sale por la mañana este primer tema es una intempestiva marea de ritmo y esa voz que clama por el perdón a un mismo.
“Héroe” y su cadencia electrónica tan característica del pop actual, no de aquel que pretende revivir carreras muertas de ex integrantes de boybands o que generan relaciones efectivas arribistas a modo de feature para titular un single con un término en castellano para ganar adeptos latinos y likes en Instagram. Esto es artesanía musical, y Francisca se encarga de cada detalle, desde la voz que madura (y quemadura), los coros y la mística natural de producir grandes canciones.
“Tómame” a modo de soneto o juego de trap, sílabas y métrica bien pensada, un sensual devaneo de frases que llaman al coqueteo y la sensualidad, el gusto por si misma que se convierte en una sutil invitación al amor encarnizado, sudoroso, de una o demasiadas noches. “Ven a Buscarlo”, ese amor que tanto hace falta en tiempos donde culpamos a los astros por nuestros desequilibrios sentimentales, donde la atención se centra en las pantallas, donde un like desata la tercera guerra mundial y las sospechas de infidelidad. El piano siempre implacable de Fran, que siempre encuentra la forma de ir más allá del gran instrumento y jugar con su voz mutante y maravillosa. “Flotando” seguimos nuestro camino en un disco dinámico y de producción impecable, “Al Final del Mundo” enmarca la colaboración de Claudio Parra, pianista de la legendaria agrupación chilena Los Jaivas, y que se une a Fran en un hermoso trabajo a 2 manos en el solo de piano. Ese reconocimiento a la música que nos curte y a las manos que como las propias crean e inspiran, universos diferentes que convergen en una obra de arte.
“Ya no se trata de ti”, entre el amor y la obsesión, el reconocimiento y la indiferencia, la aprobación propia y la ignominia, el cambiar por quien al final nos cambia por alguien más, caer y levantarse, como debe de suceder. “No te Alcanzo” con un tono que personalmente me evocó a un alegre Billy Corgan, el piano solitario que trásfuga en una delicada tormenta de cuerdas, un cuarteto que asemeja una orquesta, una canción que asemeja a una sinfonía, Francisca y ese ímpetu de gloria que desboca en música ideal y letras que nos describen a la perfección aún sin conocernos: “Ansiedad (Peleo con las sombras)”, la historia de mi vida, pensé inmediatamente como paciente diagnosticado con esta enfermedad, una bella metáfora del insomnio, las fallas al respirar, el daño mental que se convierte en somático, el difícil entender que se tiene un problema y la salvación pertinente, necesaria e ideal. La identificación con la artista como persona que sufre los mismos desórdenes que nosotros.
“Normal Mujer” como episodio de muestra de la nueva música latinoamericana, “Amiga Cruel” y su juego con los ritmos y las frases, un canto a sí misma desde el alma creativa para la mujer inspirada por la revolución que acontece en su natal Chile. “Boca” y sus devaneos vocales, no hay género que defina la vértice de esta obra, el escucha sacará sus propias conclusiones, pero de cualquier forma las etiquetas no sirven, la calidad es lo que resalta.
“Una Noche Contigo” y ese afán de renovación, “Todo lo que ha pasado me ha llevado hasta hoy”, esta primera línea de “La Fortaleza” define a la perfección la intención de Francisca Valenzuela por inspirarse en su vida propia para ofrecer un disco que definitivamente arrasará con lo que venga, en la calma y la tormenta, hasta el centro de la tierra, su propia fortaleza que la ha llevado a ser parte fundamental de la música chilena y de un continente entero.
7
Grand Jury Music / 2020
31/Ene/2020
“Tus problemas acaban de hacerse más grandes. Piensa. ¿Qué es lo que has hecho?”, se lee en la fortuna de una galleta china en la portada del nuevo disco del compositor neoyorquino, Elliot Moss. Aparentemente el título de su nuevo material discográfico se debe a la inspiración de sus canciones en la necesidad del cambio en su vida, un cambio de dieta para solucionar sus problemas, y esto es notable en sus composiciones.
Cuando escucho el delicado falsete de sabor R&B, el uso de Vocoder como herramienta melódica y las texturas de electrónica minimalista a base de beats suaves de Elliot Moss no puedo evitar hacer una comparación con el británico James Blake.
El álbum debut de Moss suena frío y digno de sonorizar un thriller Fincheriano al estilo de Trent Reznor y Atticus Ross, pero su sucesor, Boomerang, así como este nuevo material llevan el minimalismo a niveles tan extremos que rayan en la monotonía.
A diferencia de Highspeeds que se sentía como un camino turbulento con curvas y obstáculos, A Change in Diet se siente como una línea recta, un recorrido por paisajes nocturnos desolados y un tanto tenebrosos, pero sin mayor sobresalto ni sorpresas, incluso un tanto robótico.
El Vocoder es ya un elemento característico en la música de Elliot Moss y en varios momentos aquí las canciones son lideradas únicamente por vocales y beats muy discretos y cautelosos, casi como si tuviera una fobia a los grandes clímax, tal es el caso de “Barricade” y la segunda mitad del disco.
“July 4” es un intrigante corte introductorio, suena ominoso y con un ritmo desenfrenado que no volvemos a encontrar más adelante, suena como una especie de máquina de vapor que le da un sonido industrial interesante que no explota en el resto de las canciones.
“Off By One” emplea sonidos de sintetizador que recuerdan a Kraftwerk, mientras que “Bodyintoshapes” es quizás el momento más movido y housero del bonche, esta a pesar de ser un tanto repetitiva se te queda en la memoria a diferencia de varios temas.
“Untroubled Mind” con su temática de pesadilla y paranoia, junto con un gancho que me remite a 3D de Massive Attack, es otro momento destacado con agradables armonías vocales, el suspenso envuelve al escucha en pasajes oscuros y gélidos.
“Smile in the Rain” es una canción donde momentáneamente cambia el sabor electrónico por el folk con una guitarra acústica y una sección de cuerdas in crescendo, también resalta más adelante en “Dogcatcher” una sección de instrumentos de viento a la These New Puritans. La sección coral en el track final, “A Change in Diner” sobresale al final para después fundirse en un manto arrullador.
Temáticamente, predominan las letras crípticas. En ocasiones es más clara la catarsis y la búsqueda de la superación y el autocontrol (“I took the wrong turn down the wrong road / I closed my eyes and gave up control”), en otros es simplemente… raro (“I’m a rabbit in the woods / I’ll be back in the womb soon”). Quizás la canción más visual es “Dogcatcher” donde narra sin mucha metáfora cómo advierte a un can que escape de control de animales para evitar ser su cena.
En general puedo decir sin duda alguna que A Change In Diet no es el trabajo más memorable de Elliot Moss a la fecha, no puedo evitar sentir que a muchas de estas canciones les falta instrumentación y elementos que atrapen. No sería el disco con el que introduciría a alguien a su música, ese sería el mucho más interesante Highspeeds.
Es un hueso duro de roer y toma un par de escuchas, pero en el caso de que ya seas un entusiasta de la música del neoyorquino probablemente encontrarás disfrute en al menos la primera mitad del disco o, en su defecto, te hará buena compañía con audífonos como música de fondo a esas altas horas de la noche donde predomina el silencio.
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